RECUERDOS
Cada vez que llueve el olor de la lluvia me inunda la mente de reminiscencias, hechos que ya consideraba olvidados para siempre. Recuerdos de mi niñez allá en Guatemala cuando jugaba en la calle con mis amigos y me gustaba empaparme haciendo competencias con ellos para ver quien lograba saltar el charco que se formaba en el lodo de la calle...
El cerebro humano es maravilloso, y, como el genial autor francés Proust señaló, el sencillo sabor de una magdalena mojada en leche puede desatar un torrente de sensaciones en nosotros...
Ese era el bocado favorito de Sheyla, mi hija cuando era pequeña... Me gustaba darle su vaso de leche frìa con una porción de magdalena, claro, sin antes haber dado un mordisco a mi favor...
Recuerdo esto porque los recuerdos están agazapados, aferrados a alguna molécula o enmarañados entre las sinapsis de nuestras neuronas, hasta que un olor, como el de la lluvia, o un sonido de alguna música de los setentas, o una visiòn borrosa de alguna calle al pasar, les hace despertar de su letargo y cobrar la fuerza titánica de un coloso que se vuelve a revivir a pesar del tiempo...
Ese es el efecto narcotizante que la lluvia cerca del Volcán que es donde vivo, hace en mis recuerdos... Es como llevarme un trocito de magdalena empapado en leche fría que deja un sabor inigualable en mi paladar...
Dijo uno de nuestros presidentes del pasado: "Recordar es volver a vivir". ¿Y quien no tiene recuerdos escondidos, secretos íntimos y bien guardados en el fondo del baúl de su corazón? Estos recuerdos saldrán a flote al menor intento de la vida de volver a vivirlos impactados por cualquier evento que llega a nuestra mente.
Guardamos tantas cosas. Bonitas y feas. Agradables y desagradables. Unas deliciosas a la distancia, otras que ni queremos que salgan para no hacernos sonrojar de vergüenza o humillación... ¿Cómo pudimos hacer eso? es la pregunta que secretamente nos hacemos cuando recordamos algo que no nos gusta. Sin embargo, cuando vamos en el bus o entramos en un restaurante y escuchamos por ejemplo "The answer, my friend, is in the Wind" o "Ruby Tuesday" nos trasladamos a la época de la secundaria y empezamos a ver rostros borrosos de los compañeros que nos hicieron pasar buenos y hermosos momentos...
Pero, pastor Berges, ¿no es usted evangélico, pues? ¡Claro que sí!. Y amo al Señor apasionadamente. Trato de servirlo con todo mi corazón y me entrego al ministerio totalmente, pero eso no evita que el pasado que está allí, en algún lugar de mis recuerdos flote de pronto al sonido de una canción que me hizo vibrar en mi juventud... Quizá soy raro, pero no me gusta esconder las cosas que me hicieron estremecer en aquellos tiempos de mi edad juvenil... Soy pastor, soy cristiano, estoy tratando de renovar el espíritu de mi mente... pero mientras tanto, sigo estando vivo. Y vivo a plenitud mi vida diaria con Jesus... Aunque eso signifique que los recuerdos me lleven al pasado que aún sigue estando vivo... ¿Acaso solo a mí me pasa, hermanos...?
El cerebro humano es maravilloso, y, como el genial autor francés Proust señaló, el sencillo sabor de una magdalena mojada en leche puede desatar un torrente de sensaciones en nosotros...
Ese era el bocado favorito de Sheyla, mi hija cuando era pequeña... Me gustaba darle su vaso de leche frìa con una porción de magdalena, claro, sin antes haber dado un mordisco a mi favor...
Recuerdo esto porque los recuerdos están agazapados, aferrados a alguna molécula o enmarañados entre las sinapsis de nuestras neuronas, hasta que un olor, como el de la lluvia, o un sonido de alguna música de los setentas, o una visiòn borrosa de alguna calle al pasar, les hace despertar de su letargo y cobrar la fuerza titánica de un coloso que se vuelve a revivir a pesar del tiempo...
Ese es el efecto narcotizante que la lluvia cerca del Volcán que es donde vivo, hace en mis recuerdos... Es como llevarme un trocito de magdalena empapado en leche fría que deja un sabor inigualable en mi paladar...
Dijo uno de nuestros presidentes del pasado: "Recordar es volver a vivir". ¿Y quien no tiene recuerdos escondidos, secretos íntimos y bien guardados en el fondo del baúl de su corazón? Estos recuerdos saldrán a flote al menor intento de la vida de volver a vivirlos impactados por cualquier evento que llega a nuestra mente.
Guardamos tantas cosas. Bonitas y feas. Agradables y desagradables. Unas deliciosas a la distancia, otras que ni queremos que salgan para no hacernos sonrojar de vergüenza o humillación... ¿Cómo pudimos hacer eso? es la pregunta que secretamente nos hacemos cuando recordamos algo que no nos gusta. Sin embargo, cuando vamos en el bus o entramos en un restaurante y escuchamos por ejemplo "The answer, my friend, is in the Wind" o "Ruby Tuesday" nos trasladamos a la época de la secundaria y empezamos a ver rostros borrosos de los compañeros que nos hicieron pasar buenos y hermosos momentos...
Pero, pastor Berges, ¿no es usted evangélico, pues? ¡Claro que sí!. Y amo al Señor apasionadamente. Trato de servirlo con todo mi corazón y me entrego al ministerio totalmente, pero eso no evita que el pasado que está allí, en algún lugar de mis recuerdos flote de pronto al sonido de una canción que me hizo vibrar en mi juventud... Quizá soy raro, pero no me gusta esconder las cosas que me hicieron estremecer en aquellos tiempos de mi edad juvenil... Soy pastor, soy cristiano, estoy tratando de renovar el espíritu de mi mente... pero mientras tanto, sigo estando vivo. Y vivo a plenitud mi vida diaria con Jesus... Aunque eso signifique que los recuerdos me lleven al pasado que aún sigue estando vivo... ¿Acaso solo a mí me pasa, hermanos...?
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