RECLAMO...
Esta palabra denota algo que pedimos cuando estamos insatisfechos con lo que tenemos o nos han dado y vamos a hacer eso, un reclamo... Pero también denota que usted puede hacer un reclamo por algo que se le ofreció y no se lo dieron...
Cuando hablamos con Dios, a veces tenemos que hacer un reclamo. Así de simple. Sin faltar el respeto, sin insolencias, sin gritos de demandas ni nada parecido. Es más, se puede reclamar con una actitud humilde y humillados ante El. Sabemos que no merecemos nada, pero por haber sido hechos hijos de Dios, tenemos el hermoso privilegio de poder presentar nuestro reclamo ante su Presencia...
Isaías 62:6 nos dice: "Los que hacéis que el SEÑOR recuerde, no os deis descanso" Haga usted lo mismo. Llévele su problema a Cristo y dígale: "Dijiste que me ayudarías, ¿verdad?" Dios le dijo a Isaías: "Hazme recordar, entremos en juicio juntamente"". Dios le invita, sí, le ordena, a recordarle sus promesas...
Cuando ore por algo, agréguele: "Tù dijiste..." a sus oraciones. Tù dijiste que estarías conmigo cuando pase por aguas profundas. Tù dijiste que estarías a mi lado cuando ande en valle de sombra. Tù dijiste que nunca me dejarías ni me abandonarías". Encuentre una promesa que se ajuste a su problema y desarrolle su oración alrededor de ella. Estas oraciones de fe tocan el corazón de Dios y activan una acción a su favor. Los milagros se ponen en marcha. Quizá su respuesta no llegue de la noche a la mañana, pero llegará. Y usted serà, como yo muchas veces, sorprendido...
El problema es que la religión nos ha robado el gozo de poder hablar con nuestro Padre con la confianza que lo hace un hijo. Especialmente un hijo pequeño que no mide altura ni tamaño... Cuando usted le ofrece algo a su niño o niña este se lo recuerda cuantas veces se le ocurre hasta que usted le cumpla lo que le ofreció...
No le diga que el próximo domingo lo lleva a los juegos del centro comercial porque ya no se lo quitara de encima. "Tù dijiste, mamá, Tù dijiste, papá..." Ahora hay un problema y no es del hijo que reclama. El problema es suyo que prometió...
Es lo mismo con nuestro buen Padre. Ahora que le recordamos su promesa de ayudarnos en todo momento Èl mismo se ve en un problema. La diferencia es que Èl no tiene problemas porque dejaría de ser Dios. Pero cuando usted le recuerda algo que Èl prometió preparese a recibirlo porque Èl sí es Fiel. Y no dejará ninguna de sus palabras caer a tierra.
Mis palabras harán lo que yo diga, dijo Jesus un dìa. Y eso sigue vigente.
Es algo hermoso y es mi estilo, recordarle al Señor todos los días en mis oraciones privadas: Tù dijiste, Señor...
Hágalo. No tenga miedo. Dios no le enviará un rayo. Al contrario, le enviará su milagro. Usted lo verá y algún dìa me dará su testimonio y juntos nos gozaremos...
Cuando hablamos con Dios, a veces tenemos que hacer un reclamo. Así de simple. Sin faltar el respeto, sin insolencias, sin gritos de demandas ni nada parecido. Es más, se puede reclamar con una actitud humilde y humillados ante El. Sabemos que no merecemos nada, pero por haber sido hechos hijos de Dios, tenemos el hermoso privilegio de poder presentar nuestro reclamo ante su Presencia...
Isaías 62:6 nos dice: "Los que hacéis que el SEÑOR recuerde, no os deis descanso" Haga usted lo mismo. Llévele su problema a Cristo y dígale: "Dijiste que me ayudarías, ¿verdad?" Dios le dijo a Isaías: "Hazme recordar, entremos en juicio juntamente"". Dios le invita, sí, le ordena, a recordarle sus promesas...
Cuando ore por algo, agréguele: "Tù dijiste..." a sus oraciones. Tù dijiste que estarías conmigo cuando pase por aguas profundas. Tù dijiste que estarías a mi lado cuando ande en valle de sombra. Tù dijiste que nunca me dejarías ni me abandonarías". Encuentre una promesa que se ajuste a su problema y desarrolle su oración alrededor de ella. Estas oraciones de fe tocan el corazón de Dios y activan una acción a su favor. Los milagros se ponen en marcha. Quizá su respuesta no llegue de la noche a la mañana, pero llegará. Y usted serà, como yo muchas veces, sorprendido...
El problema es que la religión nos ha robado el gozo de poder hablar con nuestro Padre con la confianza que lo hace un hijo. Especialmente un hijo pequeño que no mide altura ni tamaño... Cuando usted le ofrece algo a su niño o niña este se lo recuerda cuantas veces se le ocurre hasta que usted le cumpla lo que le ofreció...
No le diga que el próximo domingo lo lleva a los juegos del centro comercial porque ya no se lo quitara de encima. "Tù dijiste, mamá, Tù dijiste, papá..." Ahora hay un problema y no es del hijo que reclama. El problema es suyo que prometió...
Es lo mismo con nuestro buen Padre. Ahora que le recordamos su promesa de ayudarnos en todo momento Èl mismo se ve en un problema. La diferencia es que Èl no tiene problemas porque dejaría de ser Dios. Pero cuando usted le recuerda algo que Èl prometió preparese a recibirlo porque Èl sí es Fiel. Y no dejará ninguna de sus palabras caer a tierra.
Mis palabras harán lo que yo diga, dijo Jesus un dìa. Y eso sigue vigente.
Es algo hermoso y es mi estilo, recordarle al Señor todos los días en mis oraciones privadas: Tù dijiste, Señor...
Hágalo. No tenga miedo. Dios no le enviará un rayo. Al contrario, le enviará su milagro. Usted lo verá y algún dìa me dará su testimonio y juntos nos gozaremos...
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