LA CULPA

Existe una culpa que aplasta el alma como un bloque de concreto y provoca que una persona se sienta culpable por estar viva...

Existe una culpa que dice: lo hice mal.  Y, entonces, existe una culpa que concluye: soy una mala persona... Esta clase de culpa es que la que está enfermando a mucha gente.

Se ubica en los pensamientos que no logra rendir a Alguien que lo pueda perdonar ya que ni èl mismo se perdona...

Talvez exista alguna persona en el planeta que no haya explorado esta ciénaga de remordimiento, pero todavía no la he conocido.  ¿Què le llevó al fondo? ¿Una aventura de una noche? ¿Las peleas callejeras? ¿Se echó al bolsillo algo que no era suyo? ¿Ha golpeado a su pareja? ¿Sus hijos le tienen miedo? ¿Su esposo no puede expresar opiniones a causa de su propia intransigencia? ¿No admite errores de los demás? O quizá su culpa no es el resultado de un momento en la vida, sino de una época en su vida. Falló como padre o madre. Echó a perder su carrera. Desperdició su juventud o su dinero.

¿El resultado? La culpa.

¿Una consecuencia severa de la culpa? La ansiedad. La negación de que usted no pudo evitarlo porque usted no sirve para nada. Eso le dijeron desde pequeño y quedó impactado como tatuaje en los recuerdos más recónditos de sus pensamientos...

¿Le sorprende?  En las lista de lo que típicamente provoca ansiedad, encontramos las agendas muy cargadas, las exigencias poco realistas o el trafico pesado.  Sin embargo, tenemos que profundizar más.  Detrás de las expresiones frenéticas en los rostros de la humanidad, encontramos remordimientos sin resolver.

Como Adán y Eva: Hasta el momento de esconderse de Dios no habían indicios de que hubieran sentido ningùn miedo o inquietud.  Nunca se habían escondido de Dios. De hecho, no tenían nada que ocultar. "Andaban ambos desnudos y no se avergonzaban".

Pero apareció la serpiente y el fruto prohibido.  La primera pareja le dijo que sí a la tentación de la serpiente y le dijeron no a Dios.  Y, cuando lo hicieron, su mundo se aplastó como un acordeón.  Adán y Eva se escabulleron entre los arbustos, se escondieron y sintieron una mezcla de vergüenza y miedo. Como aún tenían las migajas de las galletas que les dijeron que no se comieran, entonces fraguaron una sarta de maniobras de encubrimiento... Eso es lo que hacemos hasta el dìa de hoy.  Y es eso precisamente lo que nos carga, lo que nos enferma. Lo que nos mata poco a poco. Si no en vida, si interiormente... ¿Què hacemos? La adormecemos. La negamos. La minimizamos y la enterramos en las cavernas de la mente a donde van a parar todos los chunches viejos que nos molestan y se quedan allí hasta que algo los despierta y nos hace sentir incómodos...

¿Què hacer entonces?

"Para eso vino el Hijo del Hombre, para deshacer las obras del maligno".  Ir a Jesus resuelve el problema. Èl sabe como lidiar con nuestros yerros, con nuestras caídas y con nuestras frutas prohibidas... Èl nos espera hasta que llevemos la culpa y el deshonor a sus Pies... Háganlo...

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