INDIFERENICA 2

Marcos 3:1 "Otra vez entró Jesús en una sinagoga; y había allí un hombre que tenía una mano seca."

Terminemos este dilema que empezamos ayer...

Hoy también hay personas que se sientan a nuestro lado en las congregaciones en donde adoramos a Dios, a quienes ni el nombre conocemos.  Cumplimos con las oraciones, oblaciones, cantos y lecturas. Es más, hasta danzamos al son de los tamboriles y flautas...

Ponemos cara dominical. Nos pintamos la sonrisa en los rostros macilentos, nos echamos el mejor perfume que tengamos para impresionar a los demás y ponemos ojos de huevo estrellado para imitar a los santos que acostumbrábamos visitar en la antigua parroquia de nuestra juventud...

Pero somos indiferentes a la necesidad ajena...

Mientras oren por nosotros, mientras nos ayuden a sobrellevar nuestras cargas, mientras nos apoyen en ayuno y oración todo está bien. ¿Y los demás? ¿Los que tienen seca la mano? ¿Los que tienen seco el corazón de tanto dolor acumulado? ¿Acaso vemos a nuestro alrededor a ver quien llegó con los sueños secos? ¿Con las finanzas secas? ¿Con el matrimonio seco y arrugado?

Esa es la indiferencia del cristiano que no nota a los que están cerca de su silla... "Es que yo no me meto con nadie, uste" es el pretexto esgrimido por algunos que están en nuestras congregaciones. Aduciendo que llegan a buscar al Señor y no meterse en la vida ajena, se vuelven indiferentes, fríos, solitarios, islas que no aportan nada, no solo a la gente, tampoco al Reino de Dios...

Entrar y salir del templo como si nada hubiera pasado es una total indiferencia por los que llegaron sin el dinero suficiente para el boleto de regreso a su casa. Se lo dice alguien que enviudó con siete hijos y que muchas veces tuvo que ir a la Iglesia allá en Guatemala y nadie se acercó a preguntar si tenía para el regreso a casa con tanto patojo...

Nadie pregunta si su vecino de fila tiene para el almuerzo de ese domingo o ese dìa. Nadie se preocupa si alguien que no sonríe serà que tiene a su madre en el hospital y necesita una medicina. Nadie, ni el pastor se preocupa al ver a alguien derramando su corazón y pregunta por què llora...

Los señores de la sinagoga que visitó Jesus según Marcos y muchos de nosotros no tenemos mucha diferencia. Nos hemos acostumbrado tanto a nuestro culto, a nuestro "dìa" de reunión que ya no vemos a los demás. Todos son sillas con "alguien" sentado, pero no vemos hermanos, no vemos a los que llegan secos de tanto dolor y soledad. Solo vemos a los "alguien" que se sientan adelante o detrás nuestro pero hasta allí...

¿Por què tiene que llegar Jesus entonces? ¡Eso si lo dejan entrar!. Jesus tiene que entrar a nuestras congregaciones porque solo Èl es capaz de ver a los secos de corazón, de sueños, de ilusiones, secos de vida, de gozo y alegría... Por lo menos, si no lo podemos hacer nosotros, permitamos que Jesus entre y lo primero que haga sea mirar nuestras vidas... incluyendo la del pastor...

Comentarios

Entradas populares de este blog

LA NIÑERA Y SUS "BUENAS" INTENCIONES... (Parte 1)

DESATADLO Y DEJADLO IR. (Jn. 11:44)

PASAS Y MANZANAS