INDIFERENCIA 1

Marcos 3:1 "Otra vez entró Jesús en una sinagoga; y había allí un hombre que tenía una mano seca."

Hablemos de nosotros los que somos cristianos... Pero cristianos de verdad. No simples oyentes del evangelio, ni visitantes de una iglesia evangélica, mucho menos de los que van a ver què buscan entre las damas que se congregan...

Hablemos de los que hemos nacido de nuevo...

¿Somos realmene  cristianos como confesamos? ¿Verdaderamente tememos a Dios? ¿Hemos sufrido los cambios que la Palabra dice que empiezan a realizarse en aquellos que se convierten a Cristo y ya no son viejas criaturas sino nuevas? Porque no me va a negar usted que esa bandera la enarbolan todos los evangélicos diciendo después de levantar la mano, pasar al frente, hacer una oración y minutos después dicen: "Ya soy una nueva criatura..." Como dicen los del norte: "Oh, yea" o, como decimos los chapines: "Ah, sí, como no..."

Bueno, para no entrar en tanta disquisencia, vamos al grano:

Marcos nos cuenta la historia de un hombre que visitaba la sinagoga todos los sábados. Allí se reunía la flor y nata del judaísmo. Los rabinos, haciendo gala de sus conocimientos sobre la Toràh, Mishnà, Talmud y cuanto libro habían estudiado se presentaban con la pompa que acostumbran muchos hoy aunque no sean rabinos sino simples pastores... Todos entraban en actitud santurrona listos para impresionarse unos a otros. Levantaban las manos, cantaban los salmos del dìa, adoptaban actitudes hipócritas y religiosas para hacerse creer ellos mismos que estaban en un lugar en donde la Shekinà se manifestaba sin ninguna duda... Les acompañaban sus criados que llevaban sus bolsos con sus diezmos de la menta, el comino y el eneldo. Ellos no cargaban nada ese dìa porque era Sábado. Y el Sábado era sagrado. Eran la elite que cumplía al pie de la letra la Ley Ceremonial de Dios. No eran chusma. Eran del linaje de Israel. Pura sangre. Pedigrí completo. Se creían muy pero muy santos...

Pero eran más duros que una piedra. ¿Cómo es que en medio de ellos se sentaba sábado tras sábado un hombre con una mano tullida? ¿Cómo era posible que en medio de ellos se congregaba alguien con una necesidad de sanidad? ¿Cómo era que conociendo la profecía de Isaías que dice que el ayuno que Dios escogió es sanar a los enfermos y estos señorones  de cierta denominación ni siquiera se han mosqueado ante el pobre hombre de la mano seca? No sean mentirosos en cuanto al Sábado. Lo mismo hubiera sido si se hubieran reunido el domingo o el lunes o el martes, etc... No era el dìa el problema. Era la dureza de corazón. La crasa indiferencia del religioso que cree que con que èl ayune, con que èl diezme y haga toda la parafernalia religiosa con eso ha cumplido el mandamiento...

Y, el problema verdadero, lectores queridos, es que ese dìa llegó Jesus. Nunca antes se había formado tal revuelo sino hasta que llegó Jesus. Llegó la Espada de dos filos. Llegó el que divide al tamo del grano. Llegó el que pone la casa patas arriba para empezar a arreglar las cosas. Llegó el que dijo que no vino a poner paz sino espada. Unos contra otros. El que define las reglas. El que pone las cartas sobre la mesa. Llegó la Luz que separa las tinieblas... Y ardió Troya. Se desató la tormenta religiosa. Se rompieron las normas. Se interrumpió el culto. El pastor perdió la compostura. El rabino perdió el hilo. El director de Alabanza perdió la nota... En fin, se perdió el "orden..."

Pero aquel desconocido, el hombre que nunca pidió nada, sí, el de la mano seca, salió para su casa con sus dos manos listas para trabajar, para acariciar a su esposa e hijos, para adorar a Dios...

Seguimos mañana...

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