ESE SOY YO...

Es madrugada... estoy inclinando mi cabeza y mi cuerpo en actitud de oración... Estoy dando gracias al Señor por tanta bondad, por tanta misericordia y protección sobre mi vida.

Me siento arrobado por su Grandeza. No encuentro palabras para darle "gracias". Alguien cantó alguna vez que no hay palabras para agradecerle al Dios de Bondad por tanto amor derramado. Se termina el vocabulario y no hay más que decir: solo "gracias..."

Pero, ¿cómo es que una palabra tan pequeña dice tanto? ¿Cómo es que una expresión de siete letras puede expresar tanto? ¿o puede significar la lìnea entre el ser agradecido y el ingrato?

Sin embargo, si usted que me lee tiene esos momentos íntimos ante la Majestad del Cielo y le dedica algunos minutos en privado, a solas en su cuarto de guerra o de oración y se ha encontrado con ese dilema de cómo agradecerle al Dios Misericordioso por todo lo que ha hecho en usted, usted sabe de lo que estoy hablando...

Y es cuando el Amable Amigo, el Espíritu Santo empieza a recordarnos lo que dice la Escritura y vienen a nuestra mente las personas que hemos conocido en la lectura de la Palabra... Es cuando el corazón saca de su tesoro esas perlas de hombres y mujeres que fueron beneficiadas con milagros que no merecían. Que recibieron lo que tanto anhelaron. Que fueron atendidas por el Señor aún a riesgo de dejar a sus ovejas de Israel a un lado por atender a los otros que no eran merecedores de su Gracia...

Como el Hombre de Jericó. Lo dejaron tirado a la orilla del camino,  herido, ensangrentado y hecho una piltrafa. Pasò la religión y no hizo nada por èl. Pasò el sacerdote y no hizo nada por èl. Pasò la Ley y no hizo nada por èl... Hasta que pasò la Bondad y la Misericordia y lo recogieron, lo sanaron y lo dejaron con un desconocido Mesonero para que le terminara de sanar sus heridas... Eso soy yo...

Como Jairo y la angustia de ver a su hija a punto de morir. Después de un periplo con su fe se encuentra con su problema resuelto. Después de una batalla interna de dudas y tormentas, sin merecerlo siquiera, se encontró con su provisión de sanidad, de recursos, con sus recibos cancelados, con su refri rebosando de comida, con su pan en la mesa y con su salud restablecida... Ese soy yo.

Como el leproso que prefirió sacrificar el tiempo en su casa, ir a ver a su familia después de presentarse ante el Sacerdote y recibir la autorización de poder integrarse nuevamente a su sociedad porque la lepra había sido quitada de su cuerpo sin saber cómo ni cuando, ese leproso prefirió levantarse de madrugada, dejar el calor de su comodidad y regresar e inclinarse ante Aquel que había dicho: "Vayan y preséntense ante el Sacerdote..." Y eso fue lo que hizo... Presentarse ante el sacerdote y mostrar su milagro pero ahora hay que hacer algo más: Presentarse ante el Sumo Sacerdote y darle "gracias"... Ese soy yo... Por pura bendición, aunque los otros nueve no lo entendieron, a mí, por pura Gracia,  me fue dado comprender el verdadero significado de: "Vayan y presentense ante..." Ese soy yo... el ex-leproso. El que era ciego y ahora ve. El hombre que dejaron abandonado camino a Jericó. La mujer del flujo de sangre. La mujer de Naìn. El Pedro que lo negó. El centurión Cornelio que fue atendido... Todos ellos soy yo. Por eso estoy escribiendo a esta hora. Porque acabo de comprender  quien en realidad soy yo... Un necesitado de Gracia y Bondad. Solo me queda decir "gracias, Jesus..." Quisiera decirle algo más, pero, como dice la canción, "se terminó el vocabulario" y ya no hay palabras... Gracias a ustedes por estar allí, por tomarse el tiempo de leerme y saber que estoy ayudando a alguien a "dar gracias..."

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