TORMENTAS

Mat. 8:24 "Y de pronto se desató una gran tormenta..."

Si alguien ha sido atormentado -aparte de Jesus-, por supuesto, ha sido Job... Job fue un hombre afligido y lloró por èl y por sus prójimos, reprochando a Dios lo que le había parecido la más insensata  miseria de la tierra.  Y Dios le responde en todo de reproche:

 "¿Has mandado tú a la mañana desde tus días y causado que los días naciesen para conocer su lugar? ¿Has penetrado en las profundas fuentes del mar? ¿Has visto las puertas y la sombra de la muerte? ¿Puedes tú traer a Mazzaroth en su época? ¿Puedes guiar a Noe con sus hijos? ¿Conoces las órdenes de los cielos? ¿puedes tù establecer el dominio sobre la tierra? ¿puedes enviar al rayo y que vaya y que èl te diga: "Aquì estoy"? ¿Aquel que contiende con el Todopoderoso tendrá que instruirle?

Quien reproche y conozca a Dios, que reposa a esto..."

¡Què difícil es pasar por estas tormentas de la vida! ¿Verdad? A veces no hay consuelo humano que nos sirva para mitigar el dolor y la angustia de ver la refrigeradora vacía, los recibos acumulándose en la mesa de noche, los juguetes de los hijos despedazados o remendados porque no hay como comprarles unos nuevos, notar que ya casi no hay pasta de dientes en el tocador... Las esperanzas parecen apagarse porque Dios esta guardando silencio y aparentemente no está haciendo nada...

La tormenta ha llegado a nuestra vida. Las olas se levantan impetuosas y chocan contra los farallones de nuestra fe. Su retumbo se escucha hasta lo más recóndito de nuestro corazón y buscamos, buscamos sin encontrar donde refugiarnos... Porque en la tierra no hay brazos que puedan cobijarnos. Para nuestra necesidad solo están los Brazos de Dios pero Èl parece estar más lejos cada vez...

¿Quien no ha pasado este vìa crucis? Si alguna vez usted no ha sufrido, querido lector y hermana mía, no ha experimentado la pérdida de sus esperanzas más íntimas que tuviese, más querida para usted que la propia vida.  Y si alguna vez no ha contemplado a uno de sus amados hijos exclamar ¡tengo hambre! y usted se llena de aflicción y sin esperanza de no poner algo en su mesa, y ver cómo la vida deja en su cuerpo como un invisible arroyo de agua, y si ella, la vida, hubiera sido para usted la más dulce de las compañeras y de pronto la tormenta se levanta en su horizonte, sin previo aviso de ninguna nube negra que la anunciara... Usted podría decir lo mismo que Job. Usted, como Job, hubiera derramado cenizas sobre su cabeza y hubiera exclamado reproches a Dios...

Si usted está en el crepúsculo de su experiencia de dolor, si su dìa no tiene sol, si su esperanza se marchita, si sus fuerzas decaen y siente desmayar, usted no está sola ni abandonado... Yo estoy con usted. Porque también yo estoy pasando ese momento de tormenta en el que no se ve ninguna solución inmediata. Pero sé que en mi barca, como en la historia de la Escritura, Èl va conmigo... Solo que como he aprendido de los discípulos, yo no lo dejare dormir hasta que calme los vientos y el agua de la angustia deje de llenar mi barca para que no zozobre... Haga usted lo mismo. Ambos veremos resultados muy pronto...

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