ESPERA
No es agradable la espera... Especialmente cuando ésta se hace larga y tediosa... Cuando de lo que se espera dependen tantas cosas... Tantas cosas como la muerte misma...
Esperar no es nada agradable. Desespera. Cansa. Desconcierta... Hay madres que están esperando el regreso de un hijo que se fue sin decir adiós... Otras están esperando la vuelta de la hija que salió a la escuela y no ha vuelto después de un largo tiempo. O el esposo que salió a trabajar y no ha regresado aún después de varios meses de ausencia...
Hijos esperando que papá venga del Norte como prometió antes de irse hace años... Ha enviado dinero pero él no ha vuelto. Los años han pasado y el tiempo se agota. Los corazones se secan y los ojos ya no tienen lágrimas para derramar en la soledad de sus cuartos... Y es que Dios no necesita justificarse ante los hombres, ni el hombre tiene más derechos que aquellos que le han sido concedidos libremente por su Creador...
No es la alegría de la infancia o la juventud la que nos sostiene, es la alegría de la madurez, la tranquilidad y la aceptación de lo que somos lo que nos hace saber esperar...
En el Templo de Jerusalem hay un anciano de barba blanca y larga que ha estado esperando todos los días que aparezca un Niño... Diariamente va a su lugar y revisa en la fila de niños que son presentados ante Jehovà para ser bendecidos por el Sacerdote de turno para ver si llegó el Niño que ha estado esperando hace ya largo tiempo... Cada rostro inocente y rosado que ve, desilusionado se repite las mismas palabras: "no, no es este..."
"No es este..." es el lamento de su corazón que ya está cansado de esperar. Dicen que en el cielo se ha movido algo, algo como la aparición de una estrella que anuncia grandes acontecimientos. Dicen que la Tierra se ha contraído en un como dolor de parto y que algo ha sucedido en la corriente sanguínea de Israel, algo así como una corriente que anuncia que en la casa de David ha sucedido un portento... Todas las mañanas aguza el oído para escuchar las últimas noticias en el Pórtico del Templo y ha estado escuchando que los sabios dicen que en el oriente ha aparecido un Lucero que todos creen es el que Isaías anunció hace ya mucho tiempo. Luego corre a las filas de padres sosteniendo en sus brazos a sus bebés para saber si ya llegó el Niño...
Leamos lo que dice el Doctor Lucas en su evangelio: "Y había en Jerusalén un hombre que se llamaba Simeon; y este hombre, justo y piadoso, esperaba la consolación de Israel; y el Espíritu Santo estaba sobre él..."Movido por el Espíritu fue al templo..." "él tomó al niño en sus brazos, y bendijo a Dios" Luc. 2:25-28.
¡Al fin...! Una mañana, aún con su fe palideciendo como pàbilo humeante, el anciano se dirigió nuevamente al lugar en donde se le dijo que vería la Gloria de Dios... Y la vio. Encontró al Niño. Lo tuvo entre sus brazos. Bendijo a Dios. Lo vio. Lo cargo. Lo sostuvo y lo disfruto... La promesa de Dios para su vida se cumplió... Solo necesitó algo: se llama paciencia. Se llama fe. Se llama perseverancia. Se llama insistencia. Se llama... saber esperar... A nosotros se nos pide lo mismo. Saber esperar. Un dìa la Estrella brillará y nos anunciará que nuestro milagro esta hecho... Solo esperemos. Sigamos llegando a ver si ya vino... Lo que prometió se hará. No lo dudemos...
Esperar no es nada agradable. Desespera. Cansa. Desconcierta... Hay madres que están esperando el regreso de un hijo que se fue sin decir adiós... Otras están esperando la vuelta de la hija que salió a la escuela y no ha vuelto después de un largo tiempo. O el esposo que salió a trabajar y no ha regresado aún después de varios meses de ausencia...
Hijos esperando que papá venga del Norte como prometió antes de irse hace años... Ha enviado dinero pero él no ha vuelto. Los años han pasado y el tiempo se agota. Los corazones se secan y los ojos ya no tienen lágrimas para derramar en la soledad de sus cuartos... Y es que Dios no necesita justificarse ante los hombres, ni el hombre tiene más derechos que aquellos que le han sido concedidos libremente por su Creador...
No es la alegría de la infancia o la juventud la que nos sostiene, es la alegría de la madurez, la tranquilidad y la aceptación de lo que somos lo que nos hace saber esperar...
En el Templo de Jerusalem hay un anciano de barba blanca y larga que ha estado esperando todos los días que aparezca un Niño... Diariamente va a su lugar y revisa en la fila de niños que son presentados ante Jehovà para ser bendecidos por el Sacerdote de turno para ver si llegó el Niño que ha estado esperando hace ya largo tiempo... Cada rostro inocente y rosado que ve, desilusionado se repite las mismas palabras: "no, no es este..."
"No es este..." es el lamento de su corazón que ya está cansado de esperar. Dicen que en el cielo se ha movido algo, algo como la aparición de una estrella que anuncia grandes acontecimientos. Dicen que la Tierra se ha contraído en un como dolor de parto y que algo ha sucedido en la corriente sanguínea de Israel, algo así como una corriente que anuncia que en la casa de David ha sucedido un portento... Todas las mañanas aguza el oído para escuchar las últimas noticias en el Pórtico del Templo y ha estado escuchando que los sabios dicen que en el oriente ha aparecido un Lucero que todos creen es el que Isaías anunció hace ya mucho tiempo. Luego corre a las filas de padres sosteniendo en sus brazos a sus bebés para saber si ya llegó el Niño...
Leamos lo que dice el Doctor Lucas en su evangelio: "Y había en Jerusalén un hombre que se llamaba Simeon; y este hombre, justo y piadoso, esperaba la consolación de Israel; y el Espíritu Santo estaba sobre él..."Movido por el Espíritu fue al templo..." "él tomó al niño en sus brazos, y bendijo a Dios" Luc. 2:25-28.
¡Al fin...! Una mañana, aún con su fe palideciendo como pàbilo humeante, el anciano se dirigió nuevamente al lugar en donde se le dijo que vería la Gloria de Dios... Y la vio. Encontró al Niño. Lo tuvo entre sus brazos. Bendijo a Dios. Lo vio. Lo cargo. Lo sostuvo y lo disfruto... La promesa de Dios para su vida se cumplió... Solo necesitó algo: se llama paciencia. Se llama fe. Se llama perseverancia. Se llama insistencia. Se llama... saber esperar... A nosotros se nos pide lo mismo. Saber esperar. Un dìa la Estrella brillará y nos anunciará que nuestro milagro esta hecho... Solo esperemos. Sigamos llegando a ver si ya vino... Lo que prometió se hará. No lo dudemos...
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