PARTIDA

"Yo voy a morir, pero Dios ciertamente os cuidará..." (Gèn. 50:24)

Nunca es fácil decirle adiós a un ser querido... Por más cristianos y creyentes en Dios que seamos, siempre hay un lazo que nos une a la persona que está en la cama esperando el momento de dar el último respiro... Hay como una negación a la realidad de que todos debemos regresar al lugar de donde venimos... Nos guste o no. Todos debemos atravesar esa frontera en la que para muchos esta lo desconocido. Pero para muchos otros que hemos leído y creído las promesas de Jesus sabemos lo que hay: Está el Pardes, el Paraíso...

Mi mamá partió a la Presencia del Señor hace cuatro años. Un paro respiratorio fue el medio que Dios usó para llevarla a su lado... Ya sabíamos que algo así iba a suceder por las indicaciones de los médicos y porque su llama se iba apagando poco a poco. Era el pàbilo humeante que estaba a punto de extinguirse... Yo acababa de estar con ella en su casa de Newark unos días antes y sabía que era la última vez que la vería en esta tierra...

Cuando me llamaron por teléfono para darme la noticia en mi corazón hubo una paz que no entendía... Incluso cuando viaje al norte para estar en su sepelio y me tocó predicar en el servicio fùnebre el Señor me fortaleció de tal manera que pude entender algo... Agradable es a Jehovà la muerte de sus santos. Aquí debe haber un misterio que necesito entender...

¿Cómo es que lo que a nosotros los que quedamos con vida nos causa tanto dolor y tristeza, a Dios le causa gozo? ¿Por què a Dios le agrada cuando uno de sus santos parte de esta tierra? La respuesta está en la misma Escritura: Mat. 5:26 "En verdad te digo que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo."

Una cosa: Vivimos en una càrcel. Es este mundo lleno de pecado, enfermedades, tragedias, lágrimas, dolor y tantas cosas feas... Vivimos en este mundo en donde hay que cancelar facturas, soportar desprecios y maldiciones. Este es el mundo de las colas. Del trabajo duro y agotador. El mundo de la competencia. Como te ven te tratan. Vales por lo que tienes. Por tus títulos. Por el nombre y apellido que tiene en su cédula.

Pero hay otro mundo: El mundo de la fe. El mundo en donde usted vale no por lo que tiene sino por lo que dio. Por lo que entregó mientras estuvo en el cuerpo. Es el mundo en donde lo desconocido se vuelve conocido. En donde no importan los títulos ni diplomas. En ese mundo lo que vale es què hizo con lo que Dios le dio mientras estuvo aquí...

Es entonces cuando entendí la partida de mi mamá... Terminó de cancelar sus compromisos. No podía dejar esta càrcel terrenal hasta que ya no debiera nada a nadie... Terminó de pagar todo. Alcanzó su solvencia moral, espiritual, financiera y familiar... Jesus estaba a cargo de sus hijos. Jesus estaba en control de todos nosotros. Ya no tenía nada más que cancelar. Le dieron su finiquito y el Señor sonrío y le dijo, "Ven, deja tu casa y tu parentela, entra al gozo de tu Señor..."

Y creo que mi mamá y la suya, su abuelita, su tía o su familiar hicieron la misma pregunta: ¿Donde está, oh, muerte tu aguijón? ¿Donde oh, sepulcro, tu victoria? Y es que en ese momento estaban viendo la sonrisa del Padre abriendo el Cielo para que entraran a gozar del verdadero descanso...

¿Què siente usted cuando termina de cancelar una deuda? Sè que alivio. Descanso. Exhala un suspiro de gozo porque ya no debe nada... Su tía hizo lo mismo, hermana... Lanzó su suspiro de alivio...

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