CAMBIOS

Vamos a ser francos...

No entendemos las exigencias de Dios hasta que Èl mismo nos las aclara. Realmente no entendemos por qué el Señor tiene que tomar medidas extremas para bendecirnos. Pero si le ayuda en algo, aquí hay algunas pistas para que pueda comprender como piensa Dios:

Abram está tranquilo en su ciudad de Ur de los Caldeos. Tiene familia, amigos, una casa donde habitar seguro. Tiene sus dioses que le sacan de apuros según él. Tiene una bella esposa aunque sin hijos pero que no pierde la esperanza de tener algún día. O por lo menos de adoptar uno o dos para no terminar sus años de vejez en solitario con Sara...

Taré, su padre, es fabricante de ídolos y el negocio cada vez va cuesta arriba. Han prosperado mucho, tienen recursos para sentirse tranquilos en resto de sus vidas. La familia no tiene necesidad de nada. Es decir, según sus parámetros, están completos... Eso según ellos...

Pero entra en acción la Divina Providencia y todo cambia. Como cambió su vida y la mía cuando nos llegó el turno. Cuando menos se lo esperaba, Abram escucha una Voz que lo hace estremecerse. Sabe que se trata del Creador. Es una Voz que tiene autoridad. No se trata de un fantasma ni de una fantasía mental. Hay algo en el ambiente que le dice que esa Voz no viene de ultratumba sino del mismo Trono del Señor del Cielo...

"Sal de tu tierra..." ¿Salir de mi comodidad? ¿Dejar mis costumbres, mi buena vida, mis amigos, mi casa y mi raíces? ¿Dejar mis diplomas colgados en las paredes, esos diplomas que tanto cachè me dan? Señor, ¿me estas pidiendo que abandone todo lo que he hecho hasta ahora?  Además, ¿me estás pidiendo que deje abandonado a mi papá? ¿Que me vaya del lugar en donde no me falta nada y en donde he trabajado toda mi vida?

La Voz vuelve a sonar: "Sal de tu tierra..." Muy bien. ¿Y puedo saber para qué quieres que salga de Ur? Pòngale usted el nombre que le tenía a su "tierra". Su religión. Su apoyo financiero. Sus costumbres. Su carácter. Su forma de ver la vida. Su confianza en su esposo. Su esperanza que sus hijos se graduaran para que le mantuvieran. Su jubilación y sus remesas mensuales...

¿La razón Abram? creo que le preguntó Dios. La razón, mi querido amigo, es que te quiero bendecir. Quiero hacerte grande. Quiero que seas bendición. Quiero que conozcas de lo que Yo soy capaz de hacer con un hombre y una mujer que rondan los cien años sin hijos. Quiero que conozcas tu propio corazón. Quiero que el mundo sepa que Yo Soy Dios y tú tienes el perfil necesario para llevar a cabo mi propósito... Pero para eso necesito que salgas de tu tierra. Allí no te puedo bendecir porque todo lo bueno que Yo haga tú creerás que fueron tus ídolos. Creerás que fueron tus misas. Tus rezos. Tus ayunos y vigilias. Que fueron los dólares que te venían del exterior.

¿Le parece conocida esta historia? Fue lo que a mí me sucedió. Pero, como el anciano Job, tuve el alto honor de conocer cara a cara al Dios que solo de oídas había conocido... Ahora no puedo dejar de decir lo que he visto y oído...

Mañana seguiré contándole más de Abram...


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