COLOQUIO DE DOS ALMAS
Ha vuelto la vida. Ha vuelto la rutina. Ha regresado el tiempo... Por un momento todo ha estado en silencio... Las casas han estado vacías de ruido por el frío de la temporada. Las calles de la ciudad han estado desiertas de tráfico. Los almacenes han estado llenos de personas buscando algo que les haga sentir que están vivos... Sinergia entre ellos y el consumismo...
Las iglesias se han vaciado. Todos están de fiesta. En el tránsito diario de sus vidas se ha hecho un paréntesis y se han olvidado de muchas cosas... Se han olvidado de Dios. "Nos vemos, Jesus, hasta el año entrante..." parecieron decir sus palabras silenciosas cuando llegó el mes de diciembre...
Como pastor no dejo de entristecerme por este fenómeno humano que a la vista de una festividad inmediatamente olvida quien es y a quien se debe... Algo suplanta su gozo. Ya no es la Palabra de Dios, ahora es otro el que ocupa ese lugar en sus corazones... Colores rojo y verde. Música que opaca los sentidos. Frutas de la temporada. Risas y gozo ficticio... Es la alegría más pasajera que podamos imaginar. No es alegría, es suplantación. Es imitación. Es falsificación de la Verdad... Pero así somos y así nos debemos amar...
Me recuerda mi niñez. Cuando llegaban las vacaciones era como entrar al mundo de Alicia y el Paìs de las Maravillas... Todo era fantasía. Juguetes, amigos, juegos y plasticidad... La hipocresía llevada al máximo... Todos los adultos reían porque hacían un alto a sus odios y rencores. Se abrazaban en familia y después se volvían a rechazar. Eran abrazos obligatorios, de la época. Sonrisas forzadas, comidas impuestas, regalos baratos... Y luego, en enero, volver a ser los mismos... Nada de eso ha cambiado...
¡Cuánto lloramos...! El corazón, en la adolescencia, es como una flor sensitiva: se abre al mas tibio rayo de sol del placer y se recoge estremecido al contacto del dolor... Feliz edad, aquella en que se encuentra el llanto como un consuelo, en presencia de la adversidad... Después hemos buscado en vano en nuestros ojos una lágrima para desahogarnos, pero el pesar y la desesperación las han secado, y así, solos y absortos permanecemos un rato, después hablamos con nosotros mismos mucho y muy quedo...
¿Qué nos dijimos...? Fueron un coloquio de dos almas inocentes, en el silencio del bosque, prontas a separarse tal vez para siempre, es como acordes de un himno misterioso, que solo pueden remedar los ángeles, como estrofas incoherentes, voces truncas de un idioma divino, de un canto melodioso que no se vuelven a escuchar más, en aquel silencio que todo lo envolvìa, solo se escuchó por algún tiempo el ruido confuso de nuestras voces, murmullos y gemidos y besos y promesas, y súplicas de amor... Ese amor que en nuestra niñez fue sincero, fue la experiencia de un beso inédito que quedó grabado en nuestros labios y en nuestro corazón...
¿Deliro acaso? Permítanme expresar en lineas las cadencias de una vida que ha pasado por el valle de lágrimas con los ojos puestos en la Esperanza... La Esperanza que no avergüenza, la Esperanza de que este año será bendito y que el amor volverá a florecer como esa rosa que con el frío de la estación ha congelado su aroma, sus colores y sus pétalos... Mi Esperanza cobijada bajo las Alas del Altísimo.
Las iglesias se han vaciado. Todos están de fiesta. En el tránsito diario de sus vidas se ha hecho un paréntesis y se han olvidado de muchas cosas... Se han olvidado de Dios. "Nos vemos, Jesus, hasta el año entrante..." parecieron decir sus palabras silenciosas cuando llegó el mes de diciembre...
Como pastor no dejo de entristecerme por este fenómeno humano que a la vista de una festividad inmediatamente olvida quien es y a quien se debe... Algo suplanta su gozo. Ya no es la Palabra de Dios, ahora es otro el que ocupa ese lugar en sus corazones... Colores rojo y verde. Música que opaca los sentidos. Frutas de la temporada. Risas y gozo ficticio... Es la alegría más pasajera que podamos imaginar. No es alegría, es suplantación. Es imitación. Es falsificación de la Verdad... Pero así somos y así nos debemos amar...
Me recuerda mi niñez. Cuando llegaban las vacaciones era como entrar al mundo de Alicia y el Paìs de las Maravillas... Todo era fantasía. Juguetes, amigos, juegos y plasticidad... La hipocresía llevada al máximo... Todos los adultos reían porque hacían un alto a sus odios y rencores. Se abrazaban en familia y después se volvían a rechazar. Eran abrazos obligatorios, de la época. Sonrisas forzadas, comidas impuestas, regalos baratos... Y luego, en enero, volver a ser los mismos... Nada de eso ha cambiado...
¡Cuánto lloramos...! El corazón, en la adolescencia, es como una flor sensitiva: se abre al mas tibio rayo de sol del placer y se recoge estremecido al contacto del dolor... Feliz edad, aquella en que se encuentra el llanto como un consuelo, en presencia de la adversidad... Después hemos buscado en vano en nuestros ojos una lágrima para desahogarnos, pero el pesar y la desesperación las han secado, y así, solos y absortos permanecemos un rato, después hablamos con nosotros mismos mucho y muy quedo...
¿Qué nos dijimos...? Fueron un coloquio de dos almas inocentes, en el silencio del bosque, prontas a separarse tal vez para siempre, es como acordes de un himno misterioso, que solo pueden remedar los ángeles, como estrofas incoherentes, voces truncas de un idioma divino, de un canto melodioso que no se vuelven a escuchar más, en aquel silencio que todo lo envolvìa, solo se escuchó por algún tiempo el ruido confuso de nuestras voces, murmullos y gemidos y besos y promesas, y súplicas de amor... Ese amor que en nuestra niñez fue sincero, fue la experiencia de un beso inédito que quedó grabado en nuestros labios y en nuestro corazón...
¿Deliro acaso? Permítanme expresar en lineas las cadencias de una vida que ha pasado por el valle de lágrimas con los ojos puestos en la Esperanza... La Esperanza que no avergüenza, la Esperanza de que este año será bendito y que el amor volverá a florecer como esa rosa que con el frío de la estación ha congelado su aroma, sus colores y sus pétalos... Mi Esperanza cobijada bajo las Alas del Altísimo.
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