VISITAR O HABITAR

No es fácil. Hay que luchar contra todo y contra todos... No piense usted levantarse de madrugada a platicar con el Señor en su lugar secreto porque alguien le pasa el chisme a Satanàs y éste empezará una guerra sin cuartel contra su deseo de estar a solas con Dios...

El infierno se agita cuando un cristiano pone los pies en el piso o la alfombra al pie de su cama y se dirige a un rincón de su casa para doblar las rodillas ante la Majestad del Cielo que espera a sus amigos para confiarles sus secretos...

Sueño. Cansancio. Agotamiento. Ojos que se niegan a permanecer abiertos. Dolor de cabeza. Boca reseca. Mareos que asustan. Caminar zigzagueando, tratando de llegar a ese bendito lugar de reunión privada... Ruidos sospechosos que hacen temblar el alma. Sonidos en la madrugada que no se escuchaban antes. Insinuaciones demoniacas que alguien anda sobre el techo de la casa y el miedo se apodera del corazón...

Muchos regresan a la comodidad de su cama. Se vuelven a envolver en sus cobijas y caen en un profundo sopor que los pone en brazos de Morfeo... Pero, a la mañana siguiente, cuando ya está en el baño y ve de reojo su lugar de oración, en donde el Señor le estuvo esperando y se quedó si su alabanza, sin poderle brindar su consejo, un remordimiento ingrato llena su corazón... Dejó esperando a su amigo... Le falló otra vez. El sueño y toda la parafernalia que le acompaña le ganaron la batalla... "Perdoname, Señor..." es todo lo que puede musitar camino a la regadera... "Dame otra oportunidad mañana, por favor".

¿Han vivido algo como esto? No están solos, mis queridos lectores. No están solos... Yo los acompaño en esta horrible experiencia... Y creo que David también sufrió estos ataques del infierno que se oponen a que estemos en la Presencia del mismo Dios.  El Dios que desea hablar con sus hijos. El Dios que espera que atendamos su invitación de platicar con él...

El Salmo 91 lo expresa con mucha claridad: "El que habita al abrigo del Altísimo morará a la sombra del Omnipotente". ¡Eso es lo que no quiere el Diablo! Como él ya no puede habitar bajo la sombra del Altísimo por su orgullo y su imprudencia, tampoco quiere que nosotros habitemos a la sombra de nuestro Dios...

No le importa que le cantemos coritos, que le digamos frases bonitas los domingos, que lo visitemos cada ocho días, que una vez a la semana vayamos al templo a "dizque" adorarle mientras pensamos en otras cosas. Al Diablo no le molesta que una vez a la semana visitemos Su Casa viviendo una farsa evangélica cada ocho días haciéndonos creer que eso es estar con él... Al infierno no le molesta que cada ocho días le llevemos una limosna, una canción y un poco de aburrimiento creyendo que cumplimos con lo que dice David... "Vayan, señores evangélicos, vayan y canten, aplaudan, hagan todo el ruido que quieran, hagan todo el teatro que deseen, engáñense creyendo que visitando a Dios cada ocho días cumplen con Su Deseo de tenerlos a su lado...Eso no nos asusta..."

¿Qué inquieta entonces al infierno? Que habitemos en Su Presencia. Que nos escondamos bajo sus alas. Que lo busquemos en privado y pongamos nuestro corazón a sus pies escondidos de todo bullicio y teatralidad... Eso no le gusta al Diablo. Eso lo pone furioso y es cuando le tiemblan las piernas (si es que tiene), es cuando lo ponemos rojo de envidia al poder estar nosotros, simples criaturas, habitando al Abrigo de Su Excelencia, el Señor Jesus... "El que habita..." No el que visita.

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