QUEMA EL BARCO

Cuenta la historia que Alejandro Magno, en una de sus incursiones buscando conquistar más territorios, iba navegando con sus hombres hacia una batalla... Los enemigos eran poderosos y sus hombres cansados y agotados, cayeron en pánico y se negaban a pelear. Para el invicto Alejandro eso era inadmisible.  No podía darse el lujo de retroceder ni de darse por vencido a causa del miedo de sus hombres... Entonces tomó una decisión que los obligaría a morir o pelear: Ordenó quemar el barco en donde él y sus hombres navegaban...

Eso los impulso a pelar hasta la victoria...

Esta historia me enseña algo importante para mi vida: Debo pelear contra los enemigos que me acechan y quieren destruirme. Es cierto, estoy en mi barco. Estoy en mi zona de confort en donde los demás me ayudan para mantenerme a flote. Voy a la iglesia a orar con otros. Canto coros y participo del servicio de adoración a Dios...En ese barco no hay problemas. Estoy rodeado de gente santa. De gente que se aparta para Dios y no hay tentación alguna que me rodee...

Pero, ¿qué sucede cuando estoy a solas? ¿Qué sucede cuando voy al centro comercial yo solo?

Es allí en donde me encuentro en mi verdadero barco. Cuando tengo que pelear contra la mirada lasciva de mis ojos. Contra los pensamientos ardientes que brotan al ver tanta tentación. Al encontrarme con alguien que me hizo daño en el pasado y tengo que tomar una decisión: saludar o ignorar...

Es en esos momentos que estamos solos con nuestros pensamientos más íntimos. Cuando nos encontramos en el barco que es atacado con saña por el enemigo de nuestra alma... Algo debemos hacer. Pelear y vencer o ser derrotados. Si peleamos podemos salir airosos, pero si nos derrotan vamos a caminar el resto del día con la cabeza baja, el corazón herido y alejados del Dios de Misericordia que espera que venzamos a toda costa...

Aunque tengamos que quemar el barco...

¿Qué significa entonces la historia de Alejandro el Grande? Somos cobardes por naturaleza. Le tememos a la muerte. El valor se nos escapa en circunstancias extremas. Preferimos caer en la esclavitud que seguir siendo libres con tal de preservar la vida. Amamos mucho la vida aun a costa de nuestras virtudes.

Pero Pablo entendió también esto. Èl tuvo que quemar su barco cuando los azotes le laceraron su espalda. Cuando tuvo que predicar a precio de la càrcel. Cuando cantó alabanzas en la prisiòn. Allí quemó su barco. Allí salió victorioso y nos dejo su legado: "Nosotros no somos de los que retroceden para perdición..."

Si ya aceptamos a Jesus como nuestro Salvador y Señor, ya no tenemos que continuar siendo esclavos del pecado ni de nada. Debemos quemar el barco de nuestra comodidad, de nuestras costumbres y de nuestra cultura... Cuando los soldados de Alejandro escucharon la orden de quemar el barco, tomaron valor pues más valía pelear que morir ahogados en el mar... Y tuvieron una victoria más...

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