CARÌSIMOS

Lo que van a leer no es una queja. Tampoco es un insulto ni ofensa para nadie en especial. Hablaré, no de las personas sino de las acciones...

Mis puertas mentales están cerradas a los hombres y libros vulgares, no me gusta tratar con unos ni leo los otros.  No me gusta contaminarme a su contacto.  Además, me he impuesto una gran selección de aliento mental para tratar de mantener limpio mi estilo de vida.  Leo con sibaritismo, con refinamiento y con delicadeza... ¿Será esto una debilidad?

Así también pienso de la amistad. Ya lo escribí en alguna ocasión y quiero volver a hacerlo. Quizás porque cada año tengo menos amigos. Menos compañeros. Menos personas que realmente valoren lo que es la verdadera amistad. Que pueda yo encontrar hombres de verdad, hombres que no esperen altos valores de otros que ni ellos mismos tienen...

Parece cruel mi punto de vista, pero si vamos a ser cristianos, seamos cristianos verdaderos. Jesus nos enseña lo que es la verdadera amistad. Tenía doce compañeros que comían con él. Vivían con él. Disfrutaban de su compañía, de su fama y de su prestigio... Eran doce hombres de la calle que él tuvo el honor de cambiar en caballeros de la corte. Los refinó, los educó y les enseño misterios que nadie más tuvo el privilegio de disfrutar... ¿Todo por que y para que? Para darles un trono a su tiempo. Lea Apocalipsis. Allí los encontrará al final de la historia formando parte de las doce Puertas del Templo final...

Pero porque fueron amigos hasta el final. Quizás no lo entendieron del todo. Lo dejaron solo en un momento crucial de su vida. Lo abandonaron en el Monte de la Calavera. Uno lo negó delante de todos. Otros salieron corriendo una noche frente a la policía dejándolo a su suerte. Pero, por sobre todo, en el fondo, muy en el fondo de sus corazones le tenían un gran amor y respeto a su amigo... Y él no los defraudó.  Es cierto, sus planes no eran humanos, eran divinos, pero no lo veamos con una aureola como santo de iglesia sino como un hombre que caminaba, sudaba, se bañaba y tenía hambre y sed como ellos. Èl necesitaba amigos. Los buscó y apenas encontró doce. Once, mejor dicho, porque todos sabemos qué hizo el doceavo... Por eso he puesto a prueba la amistad de muchos que se dijeron "cuente conmigo, pastor".  Me lo cantaron muchas veces. Me lo dijeron frente a frente. Viéndome a los ojos. Pero se fueron. Al primer error mío se fueron. Al primer engaño de sus deseos se fueron. Al primer espejismo que halagò sus egos, se fueron... Pero quedan otros... Tal vez para ellos son estas preguntas...

Supongamos, amigos, que de un día para otro todo pareciera indicar que les he abandonado.  Supongamos que una mañana les pidiera algo que consideraran imposible de hacer. ¿Qué dirían si tienen que anteponer nuestra amistad por encima de sus familias, digamos, de sus propios placeres?  ¿Qué pensarían si en menos de veinticuatro horas, ustedes tuvieran que sonreírme y confiar en mí, aunque me transformara en un potencial enemigo?  ¿Qué tal si un mañana cualquiera amanecieran suponiendo que quizás algo se rompió entre nosotros? ¿Qué sucedería si un día cualquiera les negara algo? ¿Un privilegio, tal vez? ¿La silla a mi derecha, quizás? Bueno, que yo haga algo que no entendieran? ¿Seguiríamos siendo amigos? ¿Continuarían a mi lado...?

No soy perfecto. Soy un hombre común y corriente, así que no puedo prometer que nos les fallaré ni que conmigo la pasarán bien.  Solo quiero saber hasta donde puedo estar seguro de mi amistad con ustedes... Responder a esto es la clave para saber si realmente somos amigos o no. Si puedo contar con los que quedan o me preparo para otro año de fugas y claudicaciones... Lo que sí sé, amigos míos, es que los que se fueron dejaron buenos recuerdos en mi corazón. Por eso considero que la verdadera amistad es carísima... Se invierten lágrimas. Cóleras. Dolores. Dudas. Frustraciones. Engaños. Momentos dolorosos. Caídas y levantadas... La amistad es cara, queridos... Es cara...

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