AMARRÀTE AL MÀSTIL...
La mitologia griega siempre fue mi materia favorita. Quizá porque desde niño me inculcaron la sana lectura y el aprendizaje de mi idioma español. Le debo a mi padre adoptivo el hábito por el estudio de la cultura griega y a mi mamá el hábito por la sana lectura... Cada trece de diciembre, por los últimos veinte años fui a visitarla a su casa en USA para su cumpleaños y siempre me tenía preparado un buen libro para que lo leyera y luego lo comentábamos... Ella ya tenía otro en sus manos.
Hoy ella estaría cumpliendo años. Pero el Señor tuvo mejores planes para ella y para nosotros sus hijos. La recogió una noche de diciembre y ahora estará leyendo en las bibliotecas del cielo, algo que siempre amó: La lectura...
Pero cuando fui pequeño (¡Uyyyyy!), se me quedó grabada la historia de Ulises. Los griegos siempre trataron de imaginarse la vida a base de historias que reflejan grandes verdades. Una de ellas es un episodio en la vida de este héroe mitológico...
La cosa va así: Ulises va navegando con sus hombres en alta mar a una conquista. En su trayecto tienen que pasar por cierto lugar en donde las sirenas entonan sus cantos para atraer a los marineros que cruzan su espacio marino. Su canto es tan hermoso que todos los que lo escuchan son atraídos y se tiran al mar muriendo ahogados como una ofrenda votiva para las míticas sirenas...
Ulises también escucha el canto pero para evitar que su voluntad se rinda a ese hermoso e hipnòtico canto, el cual va a ser su perdición, toma una decisión: Se hace encadenar al mástil del barco. Èl sabe que solo su voluntad no es suficiente para soportar el influjo que el canto de las sirenas ejerce sobre el ser humano. Èl conoce su debilidad. Sabe que si no hace algo fuera de lo común no podrá soportar la tentación de tirarse al agua y morir ahogado en las tempestuosas corrientes...
De allí dos axiomas: En nuestra caminata por la vida habrá "cantos de sirena" que trataran de atraernos con su belleza para provocarnos la muerte. Si no física, sí la muerte espiritual. La muerte financiera. La muerte matrimonial. La muerte familiar. La muerte laboral... Seremos atraídos por los placeres del mundo, seremos embrujados por las insinuaciones del mal que aparentemente son algo hermoso y delicioso. ¿Qué de peligroso puede haber en ver a una hermosa mujer que pasa delante de nosotros? Solo se trata de la vista... Pero esa mirada despertará lujuria, deseos insanos, pensamientos adúlteros... Esa mujer es un "canto de sirena" para nuestros ojos y nos hace caer en pecado y luego nos mata el gozo y la alegría, dejándonos con sentimientos de culpa...
El segundo axioma: ¿Como evitar ser atraídos por esas tentaciones que nos cantan sus hermosas melodías? Amarràndonos al mástil como Ulises... El mástil es la Cruz de Cristo. El mástil de nuestro barco, o sea de nuestra alma, es la Cruz del Cordero en donde debemos estar atados para evitar que los "cantos de sirenas" nos ahoguen en pecado y condenación...
Todos nosotros vamos navegando hacia nuestro destino. Nos esperan en Casa y debemos llegar sanos y salvos. Pero no podemos evitar que en nuestro trayecto haya sirenas que con sus cantos fantasiosos traten de evitar que lleguemos a donde debemos... Jesus nos espera. Tenemos que evitar que las cosas del trayecto nos distraigan y nos impidan cumplir nuestro propósito... Atemonos al mástil entonces...
Hoy ella estaría cumpliendo años. Pero el Señor tuvo mejores planes para ella y para nosotros sus hijos. La recogió una noche de diciembre y ahora estará leyendo en las bibliotecas del cielo, algo que siempre amó: La lectura...
Pero cuando fui pequeño (¡Uyyyyy!), se me quedó grabada la historia de Ulises. Los griegos siempre trataron de imaginarse la vida a base de historias que reflejan grandes verdades. Una de ellas es un episodio en la vida de este héroe mitológico...
La cosa va así: Ulises va navegando con sus hombres en alta mar a una conquista. En su trayecto tienen que pasar por cierto lugar en donde las sirenas entonan sus cantos para atraer a los marineros que cruzan su espacio marino. Su canto es tan hermoso que todos los que lo escuchan son atraídos y se tiran al mar muriendo ahogados como una ofrenda votiva para las míticas sirenas...
Ulises también escucha el canto pero para evitar que su voluntad se rinda a ese hermoso e hipnòtico canto, el cual va a ser su perdición, toma una decisión: Se hace encadenar al mástil del barco. Èl sabe que solo su voluntad no es suficiente para soportar el influjo que el canto de las sirenas ejerce sobre el ser humano. Èl conoce su debilidad. Sabe que si no hace algo fuera de lo común no podrá soportar la tentación de tirarse al agua y morir ahogado en las tempestuosas corrientes...
De allí dos axiomas: En nuestra caminata por la vida habrá "cantos de sirena" que trataran de atraernos con su belleza para provocarnos la muerte. Si no física, sí la muerte espiritual. La muerte financiera. La muerte matrimonial. La muerte familiar. La muerte laboral... Seremos atraídos por los placeres del mundo, seremos embrujados por las insinuaciones del mal que aparentemente son algo hermoso y delicioso. ¿Qué de peligroso puede haber en ver a una hermosa mujer que pasa delante de nosotros? Solo se trata de la vista... Pero esa mirada despertará lujuria, deseos insanos, pensamientos adúlteros... Esa mujer es un "canto de sirena" para nuestros ojos y nos hace caer en pecado y luego nos mata el gozo y la alegría, dejándonos con sentimientos de culpa...
El segundo axioma: ¿Como evitar ser atraídos por esas tentaciones que nos cantan sus hermosas melodías? Amarràndonos al mástil como Ulises... El mástil es la Cruz de Cristo. El mástil de nuestro barco, o sea de nuestra alma, es la Cruz del Cordero en donde debemos estar atados para evitar que los "cantos de sirenas" nos ahoguen en pecado y condenación...
Todos nosotros vamos navegando hacia nuestro destino. Nos esperan en Casa y debemos llegar sanos y salvos. Pero no podemos evitar que en nuestro trayecto haya sirenas que con sus cantos fantasiosos traten de evitar que lleguemos a donde debemos... Jesus nos espera. Tenemos que evitar que las cosas del trayecto nos distraigan y nos impidan cumplir nuestro propósito... Atemonos al mástil entonces...
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