ANSIEDAD
Todo lo que ha sucedido en su vida pasada se pierde en la bruma del tiempo. No recuerda nada de su niñez ni de su juventud... Sus vacaciones ni sus paseos cuando era niña... No podría decirme en ese momento el nombre del muchacho del que se enamorò cuando pasaba el tercer grado primaria. Tampoco quizá el nombre de su maestra de grado... Pero... podría decirme con todo detalle el momento en que la ansiedad llegó a su vida...
Usted estaba sentada en la orilla de su cama con la vista fija en un solo punto... El teléfono. En su casa había gente esa noche, estaban cenando y usted no quiso participar aduciendo que no tenía hambre. Lo que sucedía es que estaba ansiosa, esperando la llamada que le habían dicho que le harían...
Usted necesitaba concentrarse en el teléfono. El chico que le prometió llamarla se tarda demasiado. Su cuerpo suda de ansiedad, su boca se reseca y sus manos tiemblan... Usted está ansiosa o ansioso... Le prometieron un trabajo y le dijeron que lo llamarían... Que esperara la llamada. Y eso es lo que está haciendo. A usted, hermana, que dejó a su mami en el hospital le dijeron que se fuera a su casa y que esperara la llamada del doctor para informarle los resultados del tratamiento. La llamada no llega y ya son las dos de la madrugada... Afuera el frío cala hasta los huesos y solo el canto de los grillos se escucha a lo lejos... En las otras habitaciones sus hijos duermen tranquilos y quizá su esposo hace lo mismo en el otro lado de la cama... Solo está usted, la ansiedad y el teléfono que no suena...
Lo que sí suena es su corazón. Usted piensa lo peor. Su mamá se veía tan frágil. Tan pequeña en esa camilla. Su hijo se veía tan pálido cuando lo llevaron a la sala de emergencias. Su hija estaba desmayada y no respondía a sus toques ansiosos... Todo lo que cuenta esa madrugada que usted me puede describir a todo color, lo único que importaba era el teléfono. Quería que sonara. No sonó...
La llamada no llegó, pero la ansiedad sí. Esa hermana del dolor que nos inunda a todos en algún momento. Usted sabe de que le hablo. Cuando una llamada es importante para nosotros, cuando solicitamos un trabajo, cuando le pedimos ayuda a alguien fuera del paìs y prometieron llamarnos, cuando le pidió apoyo a un hermano de la iglesia o al pastor que le predica de amor... Las llamadas nunca llegaron. Uste sabe el dolor que se siente cuando se espera el sonido del teléfono y sin embargo ese no suena. Todos lo conocemos...
Hay frases que identifican ese doloroso y oscuro momento: "Lo dejaron con las manos vacías". "La dejaron parada en el altar". "Los dejaron "sin beneficios". "Es que es madre soltera". "Es que solo a noveno grado llegó". "Es que nunca terminó la universidad..." O este otro que todos hemos leído: "él está afuera, cuidando de las ovejas". Le hablo de David...
Sus hermanos están esperando que Samuel les derrame el aceite de la unción. Su padre Isaì está orgulloso de sus 7 hijotes grandotes. Pero Samuel pregunta algo que muy pocos notan: "¿no son ocho tus hijos? ¿En donde está el pequeño...? A diferencia de nosotros, David no estaba ansioso de que lo invitaran a la comida. Èl estaba descansando, tocando su lira para el Señor y esperando en Èl... Si me lo permiten, quizá estaba cantando: "Jehovà es mi Pastor, nada me faltará..." ¿Qué tal si todos nosotros empezamos a cantar al Señor mientras el teléfono no suena...? Echemos toda nuestra ansiedad sobre Èl, que Èl cuida de nosotros. Eso dijo Pedro. Buen consejo, ¿no creen...?
Usted estaba sentada en la orilla de su cama con la vista fija en un solo punto... El teléfono. En su casa había gente esa noche, estaban cenando y usted no quiso participar aduciendo que no tenía hambre. Lo que sucedía es que estaba ansiosa, esperando la llamada que le habían dicho que le harían...
Usted necesitaba concentrarse en el teléfono. El chico que le prometió llamarla se tarda demasiado. Su cuerpo suda de ansiedad, su boca se reseca y sus manos tiemblan... Usted está ansiosa o ansioso... Le prometieron un trabajo y le dijeron que lo llamarían... Que esperara la llamada. Y eso es lo que está haciendo. A usted, hermana, que dejó a su mami en el hospital le dijeron que se fuera a su casa y que esperara la llamada del doctor para informarle los resultados del tratamiento. La llamada no llega y ya son las dos de la madrugada... Afuera el frío cala hasta los huesos y solo el canto de los grillos se escucha a lo lejos... En las otras habitaciones sus hijos duermen tranquilos y quizá su esposo hace lo mismo en el otro lado de la cama... Solo está usted, la ansiedad y el teléfono que no suena...
Lo que sí suena es su corazón. Usted piensa lo peor. Su mamá se veía tan frágil. Tan pequeña en esa camilla. Su hijo se veía tan pálido cuando lo llevaron a la sala de emergencias. Su hija estaba desmayada y no respondía a sus toques ansiosos... Todo lo que cuenta esa madrugada que usted me puede describir a todo color, lo único que importaba era el teléfono. Quería que sonara. No sonó...
La llamada no llegó, pero la ansiedad sí. Esa hermana del dolor que nos inunda a todos en algún momento. Usted sabe de que le hablo. Cuando una llamada es importante para nosotros, cuando solicitamos un trabajo, cuando le pedimos ayuda a alguien fuera del paìs y prometieron llamarnos, cuando le pidió apoyo a un hermano de la iglesia o al pastor que le predica de amor... Las llamadas nunca llegaron. Uste sabe el dolor que se siente cuando se espera el sonido del teléfono y sin embargo ese no suena. Todos lo conocemos...
Hay frases que identifican ese doloroso y oscuro momento: "Lo dejaron con las manos vacías". "La dejaron parada en el altar". "Los dejaron "sin beneficios". "Es que es madre soltera". "Es que solo a noveno grado llegó". "Es que nunca terminó la universidad..." O este otro que todos hemos leído: "él está afuera, cuidando de las ovejas". Le hablo de David...
Sus hermanos están esperando que Samuel les derrame el aceite de la unción. Su padre Isaì está orgulloso de sus 7 hijotes grandotes. Pero Samuel pregunta algo que muy pocos notan: "¿no son ocho tus hijos? ¿En donde está el pequeño...? A diferencia de nosotros, David no estaba ansioso de que lo invitaran a la comida. Èl estaba descansando, tocando su lira para el Señor y esperando en Èl... Si me lo permiten, quizá estaba cantando: "Jehovà es mi Pastor, nada me faltará..." ¿Qué tal si todos nosotros empezamos a cantar al Señor mientras el teléfono no suena...? Echemos toda nuestra ansiedad sobre Èl, que Èl cuida de nosotros. Eso dijo Pedro. Buen consejo, ¿no creen...?
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