PASION
Hay momentos en nuestra vida que hacemos cosas que no nos explicamos... Pablo lo declara cuando escribe: "las cosas que quiero hacer no hago, y las que no quiero hacer, esas hago..." Hay un como torrente de agonía en esas palabras cuando el alma evade la Voluntad de Dios y empieza a exigir hacer lo que no se debe... Es el hombre interior. Es el pecador que vive dentro de nosotros. Es el que quiere vivir su antigua vida y pretende volver a ser lo que se era antes... El pecado nos inunda y nos lleva a las profundidades del abismo de donde solo la Mano Poderosa de nuestro Dios puede sacarnos como sacó al hijo pródigo de la porqueriza y lo ayudó a volver a la casa del padre...
En mi mente tuve un diàlogo imaginario con David. Le pregunté por qué tuvo su desliz tan trágico con Betsabè. Qué lo llevó a cometer semejante falta contra ella y contra Dios. Qué embrujo fatal inundó su corazón para que halla llegado tan bajo y provocar la muerte de su amigo que lo estaba defendiendo en la batalla... Como todo un hombre, David se vio envuelto en una pasión que lo desbordó hasta el infinito y lo hizo perder la razón provocando muerte, caos y tragedia a su alrededor...
La pasión consume. La pasión nos lleva, si no la controlamos, a destruir nuestros sueños, nuestro futuro y el futuro de los demás. Eso he aprendido de mi diálogo con David...
¿Qué hizo Betsabè para apasionarte tanto, David? ¿Qué tuvo ella que no tenían otras mujeres que bien pudiste tener en tu harèn sin necesidad de provocar homicidios, engaños y mentiras? Incluso tu pequeño bebé pagó con su propia vida tu pasión desordenada... ¿Qué viste en Betsabè...?
Y creo que David tuvo un èxtasis contemplando a esa bella mujer que quizá sin darse cuenta o a propósito, no lo sé, se estaba bañando a plena luz del día... Y es que David cuando la descubrió, la vio más bella que nunca, su cuerpo había tomado la esbeltez de la mujer formada, tenía cierta languidez en sus maneras, cierta voluptuosidad inocente en sus movimientos que la hacían encantadora, el eco de su voz, de esa voz cantarina que a través del tiempo llegaba a su alma como el eco de una melodía lejana, era una voz que cantaba con un tono más armonioso y más dulce que el canto de los ruiseñores...
Sus hermosos ojos azules, agrandados por las pestañas negras como el azabache eran una tentación difícil de resistir... Toda ella, tenía un aire de melancolía infinita extrañando quizá el amor y el aliento del esposo que permanecía fiel a su rey en la batalla. En su mirada había esa melancolía de los mártires y de los genios, de las almas que sufren y que piensan y que aman con pasión un solo ideal.
En mi mente tuve un diàlogo imaginario con David. Le pregunté por qué tuvo su desliz tan trágico con Betsabè. Qué lo llevó a cometer semejante falta contra ella y contra Dios. Qué embrujo fatal inundó su corazón para que halla llegado tan bajo y provocar la muerte de su amigo que lo estaba defendiendo en la batalla... Como todo un hombre, David se vio envuelto en una pasión que lo desbordó hasta el infinito y lo hizo perder la razón provocando muerte, caos y tragedia a su alrededor...
La pasión consume. La pasión nos lleva, si no la controlamos, a destruir nuestros sueños, nuestro futuro y el futuro de los demás. Eso he aprendido de mi diálogo con David...
¿Qué hizo Betsabè para apasionarte tanto, David? ¿Qué tuvo ella que no tenían otras mujeres que bien pudiste tener en tu harèn sin necesidad de provocar homicidios, engaños y mentiras? Incluso tu pequeño bebé pagó con su propia vida tu pasión desordenada... ¿Qué viste en Betsabè...?
Y creo que David tuvo un èxtasis contemplando a esa bella mujer que quizá sin darse cuenta o a propósito, no lo sé, se estaba bañando a plena luz del día... Y es que David cuando la descubrió, la vio más bella que nunca, su cuerpo había tomado la esbeltez de la mujer formada, tenía cierta languidez en sus maneras, cierta voluptuosidad inocente en sus movimientos que la hacían encantadora, el eco de su voz, de esa voz cantarina que a través del tiempo llegaba a su alma como el eco de una melodía lejana, era una voz que cantaba con un tono más armonioso y más dulce que el canto de los ruiseñores...
Sus hermosos ojos azules, agrandados por las pestañas negras como el azabache eran una tentación difícil de resistir... Toda ella, tenía un aire de melancolía infinita extrañando quizá el amor y el aliento del esposo que permanecía fiel a su rey en la batalla. En su mirada había esa melancolía de los mártires y de los genios, de las almas que sufren y que piensan y que aman con pasión un solo ideal.
Betsabè parecía vivir en el mundo pero lejana a la realidad de lo que estaba despertando en el alma del rey guerrero, del rey que ama con pasión y que su ideal era conocer de cerca a esa diva que Dios había creado para su deleite... David vivía con el pensamiento en Dios pero aquella frente, pensadora y seria se alzaba con majestuosa dignidad como si tuviese algo de divina. A través de ella había nacido algo en el corazón de David que era imposible de detener. Betsabè había nacido para ser coronada ya con las bellas flores del amor, o con las pálidas y tristes coronas del martirio... Y la pasión cobró su salario... Un salario de muerte, de dolor y de tragedia... "El sabio piensa antes de hablar..." escribió años después el mismo que no había pensado antes de llamar a su nido a la mujer prohibida... ¡Asombroso...!
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