LAMENTOS

Hay dos clases de lamentos: El que nos hace renegar de nuestra situación actual. Y el lamento que rasga el alma...

El primer lamento es desagradable al Señor. A nuestro Dios no le gusta que nos lamentemos por las cosas o situaciones que pasan en nuestra vida diariamente, por la sencilla razón que son permitidas por Èl para enseñarnos algo... Cuando renegamos por algo le estamos diciendo al Señor: "Tù no ves que sufro por esto o aquello..." Y, como Adán, le echamos la culpa de las cosas "malas" que nos suceden, sin darnos cuenta que Dios no puede hacer nada malo. Todo lo que Dios hace es bueno. No hay maldad en Èl...

Pero el lamento de nuestro corazón, el lamento de dolor que brota de nuestro interior es otra cosa. Lamentar ante el Señor por alguna pérdida. Por un pecado cometido sin que nos diéramos cuenta, o porque la serpiente nos mordió y nos inoculó su veneno mortal, porque caímos víctimas del Goliat que se levantó contra nosotros... Nos lamentamos haber sido débiles. Nos duele haber ofendido la santidad de nuestro Dios... Eso es diferente...

No sabemos cuanto tiempo lloro Jesus ante la tumba de Lazaro. Tampoco sabemos cuanto tiempo lloro David por la muerte de su niño y por haber herido el corazón de Betsabè... No nos imaginamos cuanto tiempo lloro Maria cuando vio a su Hijo colgando en la Cruz desnudo, expuesto a la burla de los torturadores. No sabemos cuanto tiempo lloró la madre del joven que la había dejado sola y abandonada a su suerte hasta que Jesus lo resucitó...

Lo que sí sabemos es cuanto tiempo lloramos nosotros, y ese tiempo parece muy truncado. Nadie puede darse cuenta de nuestras lágrimas de dolor, de soledad, de impotencia cuando somos incomprendidos. Y ese tiempo parece eterno. El dolor tiene su tiempo. Dele tiempo a su dolor. Hasta que venga el Reino, hasta entonces habrá dolor, habrán lágrimas hasta que sean consoladas por el Consolador... Los egipcios se visten de negro durante seis meses cuando pierden a un ser querido.  Algunos musulmanes usan ropa de luto durante un año.  Los judìos ortodoxos ofrecen oraciones por el pariente muerto cada día, durante once meses...

¿Y nosotros? ¿somos los únicos que sentimos que escondemos nuestras heridas? ¿Somos los únicos a quienes se nos prohibe mostrar nuestro dolor acaso? ¿Qué es lo que nos dicen en un sepelio? "No llores..." ¿Como no llorar cuando algo duele dentro de uno mismo? ¿Cómo no llorar cuando el esposo abandona la casa y deja a una mujer sola con tres hijos sin sustento? ¿Como no llorar cuando lo despiden del trabajo y ya peina canas? ¿Como no lamentar el día que el esposo se da cuenta que su esposa lo ha estado engañando por mucho tiempo? ¿Cómo no lamentar cuando el hijo se despierta en la madrugada con fiebre que consume su cuerpecito? ¿Como no lamentar cuando la Presencia de Dios parece que nos ha abandonado? ¿Cuando nos sentimos ignorados por los demás? ¿Cómo no entristecernos cuando en la iglesia nadie nos saluda y parece que somos invisibles..?

Lamentar es lo único que nos queda. Elevar nuestros ojos al firmamento y enviar una silenciosa plegaria de lamento al Trono de la Gracia y esperar que de allí vengan tiempos de refrigerio... Gloria al Señor que tenemos un Dios que escucha nuestros lamentos, ¿verdad...? De otra manera, dice Pablo, seríamos los más dignos de lastima... Jesus comprende nuestros lamentos. Y está dispuesto a consolarnos... Una fatídica noche, en un huerto, solo Èl, sin amigos ni compañeros lanzó su Lamento al firmamento. Fue un lamento que rasgó el Trono del Padre. Y aún así no le respondieron... Tenía que cumplir su misión. Y lo hizo. En la Cruz elevó otro lamento: "Padre, ¿Por qué me has abandonado?"  Tres dias después resucitó victorioso. Hoy está sentado a la Diestra del Padre...

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