GIGANTES

Todos nos hemos encontrado con algún gigante en nuestra vida. Yo tengo uno. Es muy necio. Al pueblo de Israel lo amenazaba por cuarenta días dos veces al día... mi gigante vive conmigo. No me amenaza, a veces me domina él, otras veces lo domino yo... Pero no se va el ingrato... No sé si soy el único pero me atormenta. Bueno, creo que Pablo también tuvo su gigante...

Pero para David fue pan comido. Por lo menos el gigante de Ela. Porque no podemos negar que tuvo su propio gigante fuera de Goliat...pero eso es otra historia...

David lo encuentra amenazando a su pueblo. Sus hermanos están asustados. Saul, el rey de Israel no sabe que hacer con ese intruso. Y David, el pastorcito... usted ya sabe la historia. Le dispara una pequeña piedra, lo bota al suelo, le corta la cabeza y se la entrega al Sacerdote como trofeo para quien hizo todo: Dios. No fue la piedra. No fue David.  No fue la experiencia. Fue el Invencible en quien confiaba el rubio y guapo pastor... Y Dios lo premia. Le pone la medalla de honor al pecho y en esa medalla un título: "Un hombre conforme al corazón de Dios"... ¿Un hombre conforme al corazón de Dios?  Lo que Dios vio en él, nos da esperanzas a todos nosotros. La vida de David tiene poco que ofrecer al santo sin mancha.  Las almas perfectas encuentran la historia de  David decepcionante. No conciben que Dios le ponga ese título.  El resto, tranquilizadora.  Manejamos la misma montaña rusa. Alternamos entre saltos de ángel,  planchazos, ropas quemadas y tostadas negras...

En los momentos buenos de David, nadie lo supera.  En sus malos momentos, ¿puede alguien ser peor?  El corazón amado de Dios, era una persona con altibajos... Pero Dios nunca le quitó su medalla... Siempre estuvo con él. Siempre lo apoyó. Siempre lo escuchó...

¿No es eso esperanzador para nosotros? Porque nuestros gigantes vuelven y volverán... eso es indiscutible. Y cuando nos sentimos ahogarnos de la asfixia que nos produce, bajamos la honda y corremos también como Saul...

¿Cuando fue la última vez que hizo usted lo mismo? ¿Cuánto tiempo pasó desde que corrió hacia su meta?  Tratamos de escondernos, de hundirnos detrás de un escritorio o gatear en la distracción de un club nocturno o en la cama prohibida del amor.  Por un momento, un día o un año, nos sentimos a salvo, aislados, anestesiados, pero entonces el trabajo se termina, el licor se consume, o el amante se va, y escuchamos a Goliat otra vez. Retumbando. Gritando nuestra derrota. Amenazante como siempre... Y, ¿ni sabe que? Volvemos a caer. Otra vez. La honda está guardada. No hay oración. No hay iglesia. No hay Palabra viva. Y nos vence...

Pero hay un secreto: También nos han puesto una medalla con un título: "Hijo de Dios". "La niña de los ojos de Dios". "Herederos con el Hijo". ¿Cual es el suyo? No tema. Nadie se lo puede quitar. Nadie se lo puede borrar. Esta escrito con la Sangre del Cordero y esa es imborrable. David se lo puede decir. Han pasado miles de años desde que lo titularon y hasta el día de hoy se sigue hablando del "hombre conforme al corazón de Dios". Pero, ¿y qué de nuestro gigante...? Espere. Ya viene el día en que como Goliat, caerá cuan largo es,  terminado y acabado para siempre y usted recogerá sus despojos y los pondrá a los Pies del Vencedor de todos los tiempos... Se llama Jesus, el Hijo de David... Selah...

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