ETIQUETADOS

"De manera que nosotros de ahora en adelante ya no conocemos a nadie según la carne;..." 2 Cor. 5:16.

Dios nos exhorta a que cambiemos nuestro modo de mirar a la gente...

No debemos verlos como evangélicos o incrédulos.  Como dignos de confianza o desconfianza. Como amigos o enemigos. No debemos etiquetar. Etiquetar es calumniar...

Miremos a la gente de forma distinta.  Mirémosles tal como nos miramos a nosotros mismos: imperfectos. Inacabados. Pero ciertamente rescatados y restaurados... Podemos emitir luz, al igual que ellos.  Tenemos cosas feas y bonitas como todos. No somos mejores ni peores...

Hay momentos en nuestra vida en los que usted y yo nos encontraremos gente que ha sido rechazada. Desechada. A veces por una iglesia. Quizá por un esposo tirano y abusador que prefirió irse con otra a quien subyugar. Otras veces por una familia. Por unos amigos. Por unos hermanos...

En varias ocasiones he sido criticado por algunos hermanos que no comprenden mi pasión por servir al Señor. Creen que porque voy a predicar la Palabra a congregaciones que no pertenecen a su "ortodoxia" evangélica me estoy volviendo como ellos. Me critican y me señalan que por qué me junto con "esa gente", sin darse cuenta que aparte de su filiación religiosa o teológica (hablo de Cristocèntricas, por supuesto), también son mis hermanos. Si han aceptado la Sangre del Cordero que me salvó a mí, ellos también son salvos... Y son mi familia.

Lamentablemente todavía tenemos entre nosotros gentes que rechazan a otros solo porque no cantan los mismos cantos, predican de tal o cual manera, visten de tal forma y usan un lenguaje evangélico...

¿Qué hacemos con esto? ¿Desechamos y los tiramos a un lado? ¿Pasamos de largo como los ingratos de la parábola del hombre herido a la orilla del camino? ¿O vamos a imitar al buen samaritano?

Hay gente herida por todos lados. Están sentados en las sillas de las iglesias y nadie se da cuenta que tienen la mirada perdida. Que aparentemente no ponen atención al predicador porque están pensando en que encontrarán al regresar a su casa. ¿Una esposa enojada acaso? ¿Un padre borracho y golpeador? ¿Un hijo drogado y violento? El asunto es: ¿qué hacemos con estos hermanos que necesitan una palabra de consuelo? ¿Los etiquetamos o les damos una palabra de aliento? ¿Una palabra de fe?

Pero es más fácil etiquetar que ayudar. Si no es de mi congregación no es salvo. Herejías religiosas que separan a los heridos. A los etiquetados por el mundo de fracasados. Los llaman los inútiles. Los buenos para nada. Los ignorantes.

Y no nos damos cuenta que precisamente por ellos vino Jesus. Èl lo dijo: No vino por los sanos sino por los enfermos. Y esos enfermos fuimos nosotros. Nos encontró a un lado del camino, se detuvo en su viaje por la eternidad, vendo nuestras heridas y nos llevó a un mesonero. Canceló nuestro tratamiento y prometió regresar por nosotros. ¡Ah! pero también nos dejó un encargo: "Vayan y hagan lo mismo..." En donde haya una mujer llorando se necesita una mano hermana. En donde haya un joven herido, se necesita un amigo. En donde haya un pastor lastimado, se necesita un compañero... No etiquetemos. Un día podemos ser nosotros los etiquetados y nos va a doler...


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