BONDAD
La bondad es algo que se ha perdido actualmente... Todos pelean por sus derechos. Derecho de vía: no le ceden el paso a nadie. Derecho a comer: No comparten lo que dejan abandonado en las bandejas. Derecho a ser felices: No respetan el dolor ajeno. Derecho a vivir su vida: No les importa dejar tirada a la madre con sus hijos con tal de seguir sus impulsos sexuales...
La bondad se está perdiendo muy rápidamente. Jesus hizo una pregunta dolorosa. Dolorosa por su contexto actual: "Cuando el Hijo del Hombre vuelva, ¿hallará amor en la tierra?" Todo sabemos que responder. No lo hallará. Porque el amor se ha enfriado. Bueno, hablo del amor al prójimo. Porque el amor al hedonismo cada día se agranda. El amor al dinero se incrementa. El amor a la violencia está al día. El amor al egoísmo ni se diga. El amor a los placeres ni mencionarlo...
Los corazones bondadosos actúan de forma tranquila y silenciosa. Ayudan a los necesitados. Recogen la basura de su acera sin importar que sea del vecino. Sobre todo, son bondadosos en la Iglesia. Saben que quizá la persona más necesitada que conocerán en toda la semana es la que está parada en la entrada o sentada detrás de ellos en el culto...
Y el desafío es aún mayor. ¿Qué decir de los enemigos? ¿Qué tan bondadosos somos con los que quieren lo que nosotros queremos o se llevan lo que tenemos?
Hoy en la mañana recibí un mensaje de un miembro de mi congregación. Me contó una historia que lo impacto muchísimo. No le pedí permiso para publicarla pero me inspiró este escrito. Aún hay gente bondadosa. Se trata de la esposa de este mi amigo de Iglesia...
Dice que como todas las mañanas, se levantó temprano para acompañar a su esposa a tomar el bus que la llevaría a su trabajo. En el camino, iban platicando de las cosas diarias entre esposos. Èl se iría por su camino y ella por el suyo llegado el momento, pero mientras iban, su esposa paró en un puesto de panes con frijol que encontró en el camino... Siguieron su ruta a pie, y nuevamente, en otro puesto, ella se detuvo para comprar una porción de atol caliente. El esposo pensò que era para él. Que iba a ser un regalo para su desayuno...
Pero su sorpresa fue grande cuando llegaron a un parque de la ciudad. Ella, la esposa, buscó a una persona indigente que siempre encuentra en ese parque pidiendo y esperando un bondadoso que le brinde algo caliente para comer. Lo encontró en el lugar de siempre. Arropado con un viejo abrigo que debe tener mucho tiempo de cubrir su cuerpo desnutrido y necesitado, despidiendo olores que no son gratos al olfato y cuando la vio, un brillo intenso se reflejó en la mirada del mendigo... La esposa de mi amigo sacó el pan y el atol caliente y se los tendió al pordiosero... No era el desayuno del esposo. Era el desayuno del mendigo...
No puedo dejar de enternecerme al escuchar estas historias de gentes inéditas que todavía tienen una porción de bondad en sus corazones. Sus historias nos invitan a imitarlos. Nos invitan a seguir creyendo en la humanidad. Nos invitan a seguir confiando en la bondad de la raza humana y esperar nosotros también que cuando lo necesitemos, un bondadoso se acercara a nosotros para brindarnos si no un pan con frijol, si una sonrisa, un apretón de manos, una mirada radiante o un "hola, ¿qué tal? Eso no nos llenará el estómago, pero sí nos llenará el corazón...
La bondad se está perdiendo muy rápidamente. Jesus hizo una pregunta dolorosa. Dolorosa por su contexto actual: "Cuando el Hijo del Hombre vuelva, ¿hallará amor en la tierra?" Todo sabemos que responder. No lo hallará. Porque el amor se ha enfriado. Bueno, hablo del amor al prójimo. Porque el amor al hedonismo cada día se agranda. El amor al dinero se incrementa. El amor a la violencia está al día. El amor al egoísmo ni se diga. El amor a los placeres ni mencionarlo...
Los corazones bondadosos actúan de forma tranquila y silenciosa. Ayudan a los necesitados. Recogen la basura de su acera sin importar que sea del vecino. Sobre todo, son bondadosos en la Iglesia. Saben que quizá la persona más necesitada que conocerán en toda la semana es la que está parada en la entrada o sentada detrás de ellos en el culto...
Y el desafío es aún mayor. ¿Qué decir de los enemigos? ¿Qué tan bondadosos somos con los que quieren lo que nosotros queremos o se llevan lo que tenemos?
Hoy en la mañana recibí un mensaje de un miembro de mi congregación. Me contó una historia que lo impacto muchísimo. No le pedí permiso para publicarla pero me inspiró este escrito. Aún hay gente bondadosa. Se trata de la esposa de este mi amigo de Iglesia...
Dice que como todas las mañanas, se levantó temprano para acompañar a su esposa a tomar el bus que la llevaría a su trabajo. En el camino, iban platicando de las cosas diarias entre esposos. Èl se iría por su camino y ella por el suyo llegado el momento, pero mientras iban, su esposa paró en un puesto de panes con frijol que encontró en el camino... Siguieron su ruta a pie, y nuevamente, en otro puesto, ella se detuvo para comprar una porción de atol caliente. El esposo pensò que era para él. Que iba a ser un regalo para su desayuno...
Pero su sorpresa fue grande cuando llegaron a un parque de la ciudad. Ella, la esposa, buscó a una persona indigente que siempre encuentra en ese parque pidiendo y esperando un bondadoso que le brinde algo caliente para comer. Lo encontró en el lugar de siempre. Arropado con un viejo abrigo que debe tener mucho tiempo de cubrir su cuerpo desnutrido y necesitado, despidiendo olores que no son gratos al olfato y cuando la vio, un brillo intenso se reflejó en la mirada del mendigo... La esposa de mi amigo sacó el pan y el atol caliente y se los tendió al pordiosero... No era el desayuno del esposo. Era el desayuno del mendigo...
No puedo dejar de enternecerme al escuchar estas historias de gentes inéditas que todavía tienen una porción de bondad en sus corazones. Sus historias nos invitan a imitarlos. Nos invitan a seguir creyendo en la humanidad. Nos invitan a seguir confiando en la bondad de la raza humana y esperar nosotros también que cuando lo necesitemos, un bondadoso se acercara a nosotros para brindarnos si no un pan con frijol, si una sonrisa, un apretón de manos, una mirada radiante o un "hola, ¿qué tal? Eso no nos llenará el estómago, pero sí nos llenará el corazón...
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