BELLEZA Y ESPLENDOR
¿Por qué nos emociona la sonrisa de un niño? ¿Por qué nos enternece ver a una madre lactando a su bebe? ¿Por qué nos hace sentir ternura una perra cuando cuida a sus cachorros? ¿Será que en el fondo somos sensibles? ¿Será porque Dios puso su ternura en nuestros corazones?
¿Por qué en las noches de plenilunio nos dejamos absorber por una luna escondida entre las radiantes nubes que apenas reflejan su brillo? ¿Por qué será que nos impulsa a elevar una oración cuando vemos la noche sin estrellas del mes de noviembre? ¿Por qué nos arropamos con cariño cuando salimos en las noches frías del otoño...?
¿Será que nos estamos poniendo seniles o somos demasiado románticos acaso?
¿Por qué contemplamos los atardeceres y escudriñamos el cielo en el verano? ¿Por qué buscamos el arco iris en la llovizna o examinamos el horizonte buscando el rayo de sol que se filtra por las nubes? ¿Por qué nos dejamos fascinar por las imponentes olas del mar o nos dejamos hipnotizar por la vista de un horizonte rojizo en las mañanas?
¿A qué se debe nuestra fascinación por estos paisajes naturales?
¿La belleza? ¿Su esplendor quizás? Seguramente. ¿Saben por qué? Porque la belleza y el esplendor de algo nos recuerda que Alguien Bello y Esplendoroso los ha creado. No podemos negar que la inmensidad del mar es un indicio de un Dios Inmenso. El vuelo de las aves cuando van a sus nidos en perfecta simetría por las tardes nos muestran la Perfección del Dios que las ha creado.
Todo esto nos habla de un Dios Perfecto. De un Dios que nos ha regalado sus pinceladas de creación para que hagamos un alto y lo contemplemos a través de su obra. ¿Acaso no es eso lo que necesitamos de cuando en cuando? Hacer un alto en el tránsito de la vida y detenernos a contemplar con ternura lo que Èl ha hecho para sus hijos que somos nosotros... ¿Puede decirme alguno de ustedes haber visto a un perro viendo extasiado el atardecer en medio de las nubes y ladrar emocionado? ¿Puede, alguno de ustedes, queridos lectores, haber visto a un pájaro observando detenidamente la belleza del sol cuando está amaneciendo? Nunca. Y no existe ese concepto porque la misma ave fue creada por nuestro Dios para deleitarnos en sus colores, en la perfección de sus plumas, en la mezcla de su pincel y del cual los modistos sacan sus ideas para sus telas... (Debo confesar que muchas veces he matizado mi ropa viendo los colores de los plumajes de las aves).
Porque eso es lo que realmente necesitamos: Un Hacedor hermoso, un Creador inmenso, un Dios tan poderoso que puede comandar a las aves y a quien los peces obedecen. Eso es lo que deseamos. Un Dios tan amoroso que no solo nos regala la visión de un mundo lleno de colores, sino también nos regala el pan de cada día...
Por eso creo que es un pecado esconder su sonrisa. Es un pecado contra Dios esconder el brillo de sus ojos. Es un mal evitar dar un abrazo. Un beso. Un momento de calor. Una palabra de aliento. ¿Sabe por qué? Porque si el cielo, el mar, las aves y las nubes no nos niegan ese placer... ¿Por qué los humanos si lo hacemos...? Buena pregunta, ¿no cree...?
¿Por qué en las noches de plenilunio nos dejamos absorber por una luna escondida entre las radiantes nubes que apenas reflejan su brillo? ¿Por qué será que nos impulsa a elevar una oración cuando vemos la noche sin estrellas del mes de noviembre? ¿Por qué nos arropamos con cariño cuando salimos en las noches frías del otoño...?
¿Será que nos estamos poniendo seniles o somos demasiado románticos acaso?
¿Por qué contemplamos los atardeceres y escudriñamos el cielo en el verano? ¿Por qué buscamos el arco iris en la llovizna o examinamos el horizonte buscando el rayo de sol que se filtra por las nubes? ¿Por qué nos dejamos fascinar por las imponentes olas del mar o nos dejamos hipnotizar por la vista de un horizonte rojizo en las mañanas?
¿A qué se debe nuestra fascinación por estos paisajes naturales?
¿La belleza? ¿Su esplendor quizás? Seguramente. ¿Saben por qué? Porque la belleza y el esplendor de algo nos recuerda que Alguien Bello y Esplendoroso los ha creado. No podemos negar que la inmensidad del mar es un indicio de un Dios Inmenso. El vuelo de las aves cuando van a sus nidos en perfecta simetría por las tardes nos muestran la Perfección del Dios que las ha creado.
Todo esto nos habla de un Dios Perfecto. De un Dios que nos ha regalado sus pinceladas de creación para que hagamos un alto y lo contemplemos a través de su obra. ¿Acaso no es eso lo que necesitamos de cuando en cuando? Hacer un alto en el tránsito de la vida y detenernos a contemplar con ternura lo que Èl ha hecho para sus hijos que somos nosotros... ¿Puede decirme alguno de ustedes haber visto a un perro viendo extasiado el atardecer en medio de las nubes y ladrar emocionado? ¿Puede, alguno de ustedes, queridos lectores, haber visto a un pájaro observando detenidamente la belleza del sol cuando está amaneciendo? Nunca. Y no existe ese concepto porque la misma ave fue creada por nuestro Dios para deleitarnos en sus colores, en la perfección de sus plumas, en la mezcla de su pincel y del cual los modistos sacan sus ideas para sus telas... (Debo confesar que muchas veces he matizado mi ropa viendo los colores de los plumajes de las aves).
Porque eso es lo que realmente necesitamos: Un Hacedor hermoso, un Creador inmenso, un Dios tan poderoso que puede comandar a las aves y a quien los peces obedecen. Eso es lo que deseamos. Un Dios tan amoroso que no solo nos regala la visión de un mundo lleno de colores, sino también nos regala el pan de cada día...
Por eso creo que es un pecado esconder su sonrisa. Es un pecado contra Dios esconder el brillo de sus ojos. Es un mal evitar dar un abrazo. Un beso. Un momento de calor. Una palabra de aliento. ¿Sabe por qué? Porque si el cielo, el mar, las aves y las nubes no nos niegan ese placer... ¿Por qué los humanos si lo hacemos...? Buena pregunta, ¿no cree...?
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