¡VETE, DOLOR...!

Tengo el honor de servir a Su Majestad, el Señor Jesus en varias congregaciones a donde me envía a predicar su Palabra. Conozco de primera mano el sufrimiento y el dolor que viven buena cantidad de pastores, esposas e hijos porque la vida no les ha resultado como ellos esperaban...

En los Seminarios Teológicos preparan a los hombres a servir al Señor desde los púlpitos, pero nunca les enseñan como servir a sus esposas y familias... De manera que cuando llega la crisis vestida de cualquier forma, no saben como enfrentarla. Claro, pueden aconsejar a cualquier persona de su congregación. Pueden resolver múltiples dilemas y problemas de personas que asisten a sus reuniones, pero, créalo o no, no saben como resolver los conflictos de sus propias esposas.

Y estas se sienten abandonadas. Y los hijos están esperando a que su papá tenga tiempo para llevarlos algún día a un río en donde ven que él bautiza a sus nuevos convertidos, que los lleve a ellos a darse un chapuzón... Pero la respuesta es la misma: "Otro día, hijo, otro día... Hoy tengo que atender la Iglesia del Señor..." Y la esposa y los niños se quedan preguntando... "¿y nosotros cuando...?"

Para estas personas y para muchas más, que están tan ocupadas adorando a un Dios que no conocen personalmente sino solo congregacionalmente, la vida les parece injusta. Y esta es una verdad incuestionable.  Cuando las tragedias sin explicación invaden nuestras vidas como las de ellas, incluso llegamos a creer que Dios es injusto. Es cuando el dolor del fracaso, de la mentira y la larga espera a que somos sometidos por un Dios que se hace esperar demasiado tiempo para hacernos el milagro que tanto deseamos y no nos llega, que empezamos a cuestionar realmente la verdad del Dios que nos predican...

Si Dios es justo, ¿por qué no hace algo con respecto a todas las injusticias del mundo? Si Dios es justo, ¿Por que permite que una esposa de pastor, joven y madre de un hijo empiece a envolverse en largos silencios y termine tomando veneno para acabar con su vida? ¿Cómo es posible que ni su esposo-pastor, su familia y su congregación se dieron cuenta de su estado anímico y llegó a esa trágica determinación? ¿Será que todos estaban tan ocupados adorando a Dios que nunca tuvieron tiempo para verla, por lo menos?  De una manera u otra, el cristiano actual vive como si Dios no existiera.  Y como muchos cristianos no pueden creer que Dios responda a las oraciones, es lógico inferir que él no es determinante en el mundo en que vivimos...

Las congregaciones que visito me abren a veces  su corazón y me cuentan cosas que no se atreven a contarle a su pastor porque no "quieren que sepa..." ¿Que sepa que?  Que en sus sillas se sienta un hombre inocente que descubrió que su esposa hace dos años que tiene una aventura con su mejor amigo. Una mujer buena y justa perdió a su esposo enfermo de cáncer y tiene tres hijos menores de cinco años y ahora no sabe como los va a mantener. Una niña me contó que su padre había abusado de de ella durante años. El hombre es pastor...

El hijo de un matrimonio se durmió mientras manejaba porque estaba lleno de drogas, se estrelló y murió. Otro matrimonio perdió a su bebe que se ahogó en una piscina... Todo esto ha sucedido en las iglesias de Cristo. En el mismo Cuerpo de Cristo. Y parece que nadie se da cuenta. Ni los mismos pastores de esas familias... ¿Qué les digo? Lo único que puedo orar es: "¡Vete, dolor...! No tengo las respuestas a sus inquietudes. No tengo las oraciones correctas ni el consuelo adecuado más que una sencilla oración: "Señor... quita el dolor de este corazón acongojado. En el Nombre de Jesus envía lejos este dolor...Y que mi hermano y hermana sigan creyendo que Tù eres Justo..."

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