VENENO
Iba camino a la Iglesia con mi esposa uno de estos días...
Mi celular sonó con una llamada. Pero cuando manejo no respondo para evitar problemas y porque no es correcto distraerme de mi camino. Mi esposa puso un mensaje de respuesta: "Vuelva a llamarme en 15 minutos..." El número tenía un nombre. Era el de un pastor a quien considero que soy su amigo. El sabe que puede contar conmigo. Aunque no pertenecemos a la misma organización siempre estoy disponible para atenderle. Èl tiene su cobertura ministerial pero decidió que para pedir la ayuda que necesitaba podía llamarme a mí. Y lo hizo...
Unos minutos después que llegué a mi oficina en la congregación donde predico, entró nuevamente la llamada. En la pantalla apareció el nombre del pastor...
"Necesito un favor, me dijo. Estoy en un grave problema. Mi esposa tomó veneno y esta hospitalizada en tal hospital y necesito que me ayude a orar por ella..."
Me tomó por sorpresa. La esposa de este siervo de Dios es una joven quizá no mayor de veinticinco años. Un hijo pequeño y siempre se le veía sonriente y sirviendo en su congregación... ¿Qué pudo haber sucedido en su vida para que tomara esa fatal decisión? El esposo no supo explicarme. Además no era ni el lugar ni el tiempo para hacer averiguaciones...
Solo era tiempo para hacer una pregunta: "¿A qué hora es la visita? Mañana mismo estaré en el hospital para orar por ella".
Nos pusimos de acuerdo en donde me esperaría para darme el permiso que el hospital exige y en ese momento empecé a rogarle al Señor por sanidad para mi hermana que, según me dijo el pastor, estaba en coma. Le han colocado un respirador y no responde al tratamiento. La angustia se notaba en su voz y tuve el privilegio de ponerme en sus zapatos...Cuando colgamos los celulares, él quedó más tranquilo. Supo que yo estaba ahí para ayudarle. Su carga se volvió menos pesada porque encontró quien llevara la otra mitad. Dicen que carga completa pesa completamente, pero carga compartida pesa la mitad. Cuando pulsó mi número apareció una respuesta: "Heme aquí, pastor..." Esta respuesta se la copié a Abraham. Eso les conté ayer...
Al dia siguiente, sin olvidarme del asunto, llegué al hospital. Usted sabe como son los hospitales públicos: Hasta los guardias se sienten dueños de las puertas, pero el Señor me franqueó la entrada, puso su Gracia en mí y al explicarles quien era yo y a lo que iba, ellos me escoltaron hasta la sala en donde se encontraba la hermana entubada y agonizante... Me encontré con mi amigo el pastor y esperamos juntos la hora de poder entrar y que yo orara por su amada y querida esposa...
Cuando nos despedimos unos minutos después, un ambiente de enfermedad, tragedia y muerte quedó flotando en esos pasillos... Pero en los corredores del corazón del pastor quedó un aroma de paz, amistad, esperanza, fe y compañerismo. Porque en su celular hubo dos palabras: "Heme aquí... ¿Qué puedo hacer por usted...?
Mi celular sonó con una llamada. Pero cuando manejo no respondo para evitar problemas y porque no es correcto distraerme de mi camino. Mi esposa puso un mensaje de respuesta: "Vuelva a llamarme en 15 minutos..." El número tenía un nombre. Era el de un pastor a quien considero que soy su amigo. El sabe que puede contar conmigo. Aunque no pertenecemos a la misma organización siempre estoy disponible para atenderle. Èl tiene su cobertura ministerial pero decidió que para pedir la ayuda que necesitaba podía llamarme a mí. Y lo hizo...
Unos minutos después que llegué a mi oficina en la congregación donde predico, entró nuevamente la llamada. En la pantalla apareció el nombre del pastor...
"Necesito un favor, me dijo. Estoy en un grave problema. Mi esposa tomó veneno y esta hospitalizada en tal hospital y necesito que me ayude a orar por ella..."
Me tomó por sorpresa. La esposa de este siervo de Dios es una joven quizá no mayor de veinticinco años. Un hijo pequeño y siempre se le veía sonriente y sirviendo en su congregación... ¿Qué pudo haber sucedido en su vida para que tomara esa fatal decisión? El esposo no supo explicarme. Además no era ni el lugar ni el tiempo para hacer averiguaciones...
Solo era tiempo para hacer una pregunta: "¿A qué hora es la visita? Mañana mismo estaré en el hospital para orar por ella".
Nos pusimos de acuerdo en donde me esperaría para darme el permiso que el hospital exige y en ese momento empecé a rogarle al Señor por sanidad para mi hermana que, según me dijo el pastor, estaba en coma. Le han colocado un respirador y no responde al tratamiento. La angustia se notaba en su voz y tuve el privilegio de ponerme en sus zapatos...Cuando colgamos los celulares, él quedó más tranquilo. Supo que yo estaba ahí para ayudarle. Su carga se volvió menos pesada porque encontró quien llevara la otra mitad. Dicen que carga completa pesa completamente, pero carga compartida pesa la mitad. Cuando pulsó mi número apareció una respuesta: "Heme aquí, pastor..." Esta respuesta se la copié a Abraham. Eso les conté ayer...
Al dia siguiente, sin olvidarme del asunto, llegué al hospital. Usted sabe como son los hospitales públicos: Hasta los guardias se sienten dueños de las puertas, pero el Señor me franqueó la entrada, puso su Gracia en mí y al explicarles quien era yo y a lo que iba, ellos me escoltaron hasta la sala en donde se encontraba la hermana entubada y agonizante... Me encontré con mi amigo el pastor y esperamos juntos la hora de poder entrar y que yo orara por su amada y querida esposa...
Cuando nos despedimos unos minutos después, un ambiente de enfermedad, tragedia y muerte quedó flotando en esos pasillos... Pero en los corredores del corazón del pastor quedó un aroma de paz, amistad, esperanza, fe y compañerismo. Porque en su celular hubo dos palabras: "Heme aquí... ¿Qué puedo hacer por usted...?
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