ESPERA
Bueno, seamos sinceros: No nos gusta esperar... Por naturaleza somos impacientes. Queremos todo a nuestro ritmo. Cuando la fila se hace larga y lenta empezamos a querer que nos atiendan rápido y si no se cumple nuestro deseo, nos ponemos de mal humor...
Otros, más descarados, se pasan a los primeros lugares y abusan de los que han llegado antes que ellos... La impaciencia esta en todos nosotros...
No nos gustan las esperas. El pueblo de Israel pudo haber pasado a la Tierra Prometida en tres semanas. Pero por malcriados se tardaron cuarenta años. Sin embargo, ¿qué encontramos en ellos en esos años de espera? Muchas cosas feas. Por ejemplo, murmuración. Críticas. Reclamos. Abusos de confianza. Deseos de apedrear a su líder Moisés que nada tenía que ver con sus consecuencias... Pero así es la cosa. La impaciencia nos enferma. No nos gusta que nos hagan esperar...
La espera en los desiertos de la vida siempre nos muestran lo que realmente falta pulir en nuestro carácter. Si nuestro caminar por la vida se tratara solo de tranquilos y frescos oasis, nunca podremos descubrir las materias que nos faltan ganar para estar listos y entrar al Reino de Dios...
De allí que nos atrevemos a vivir en un simulador. En algo que hace creer a los demás que todo está bien y terminamos por engañarnos a nosotros mismos... Menos a Dios... Y, nos engañamos porque...
Creemos que porque algunos tienen una abultada suma de dinero en el banco están bien, pero cuando llega la bancarrota se dan cuenta que nunca fueron felices.
O están los que creen que tienen un buen matrimonio porque casi nunca pelearon, pero cuando estalla la olla de presión de una enfermedad o una infidelidad muy escondida, despiertan con la noticia que todo era una farsa.
Otros creen que porque les dieron a sus hijos una buena educación en un colegio caro y distinguido iban a estar libres de ser alcanzados por las drogas, el licor y el sexo libre, pero cuando saben que su niña está en la emergencia del hospital más caro de la ciudad por provocarse un aborto, pegan el grito en el cielo. Y reclaman lo que creen que les pertenece por derecho propio.
Son los que quieren todo rápido y seguro. Se cuelan entre los que han esperado por años para alcanzar sus metas. Ellos son los que corren pero no avanzan. Sudan a chorros pero no suben. Gastan enormes cantidades de energía pero no progresan en su vida privada... Parece que pedalean en una bicicleta estacionaria... Nunca van a ningún lado...
Eso es lo que produce la espera. Nos muestra lo que somos. Nos muestra lo que hay escondido detrás del maquillaje de nuestros días pintados de blanco y azul pero detrás de esas blancas nubes se asoma la oscura realidad que nos avergüenza... La espera en Dios, poner nuestra confianza en Èl, creer que El está al tanto de nuestros deseos más íntimos y que a su tiempo los va a satisfacer, es la verdadera razón de esperar. Esperar en Èl, difícil sè que es, dice un canto cristiano... Mi mente dice "No", no es posible... Pero mi corazòn, confiado esta en Èl... Esa espera me enseña a eso, precisamente, a esperar...
Otros, más descarados, se pasan a los primeros lugares y abusan de los que han llegado antes que ellos... La impaciencia esta en todos nosotros...
No nos gustan las esperas. El pueblo de Israel pudo haber pasado a la Tierra Prometida en tres semanas. Pero por malcriados se tardaron cuarenta años. Sin embargo, ¿qué encontramos en ellos en esos años de espera? Muchas cosas feas. Por ejemplo, murmuración. Críticas. Reclamos. Abusos de confianza. Deseos de apedrear a su líder Moisés que nada tenía que ver con sus consecuencias... Pero así es la cosa. La impaciencia nos enferma. No nos gusta que nos hagan esperar...
La espera en los desiertos de la vida siempre nos muestran lo que realmente falta pulir en nuestro carácter. Si nuestro caminar por la vida se tratara solo de tranquilos y frescos oasis, nunca podremos descubrir las materias que nos faltan ganar para estar listos y entrar al Reino de Dios...
De allí que nos atrevemos a vivir en un simulador. En algo que hace creer a los demás que todo está bien y terminamos por engañarnos a nosotros mismos... Menos a Dios... Y, nos engañamos porque...
Creemos que porque algunos tienen una abultada suma de dinero en el banco están bien, pero cuando llega la bancarrota se dan cuenta que nunca fueron felices.
O están los que creen que tienen un buen matrimonio porque casi nunca pelearon, pero cuando estalla la olla de presión de una enfermedad o una infidelidad muy escondida, despiertan con la noticia que todo era una farsa.
Otros creen que porque les dieron a sus hijos una buena educación en un colegio caro y distinguido iban a estar libres de ser alcanzados por las drogas, el licor y el sexo libre, pero cuando saben que su niña está en la emergencia del hospital más caro de la ciudad por provocarse un aborto, pegan el grito en el cielo. Y reclaman lo que creen que les pertenece por derecho propio.
Son los que quieren todo rápido y seguro. Se cuelan entre los que han esperado por años para alcanzar sus metas. Ellos son los que corren pero no avanzan. Sudan a chorros pero no suben. Gastan enormes cantidades de energía pero no progresan en su vida privada... Parece que pedalean en una bicicleta estacionaria... Nunca van a ningún lado...
Eso es lo que produce la espera. Nos muestra lo que somos. Nos muestra lo que hay escondido detrás del maquillaje de nuestros días pintados de blanco y azul pero detrás de esas blancas nubes se asoma la oscura realidad que nos avergüenza... La espera en Dios, poner nuestra confianza en Èl, creer que El está al tanto de nuestros deseos más íntimos y que a su tiempo los va a satisfacer, es la verdadera razón de esperar. Esperar en Èl, difícil sè que es, dice un canto cristiano... Mi mente dice "No", no es posible... Pero mi corazòn, confiado esta en Èl... Esa espera me enseña a eso, precisamente, a esperar...
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