ADORACIÒN

A veces estamos tan agobiados por el ajetreo diario, por los problemas cotidianos y por las situaciones que se atraviesan en nuestro camino que no nos dan deseos de adorar...

Es como decir que no tenemos deseos de vivir pero hay que seguir viviendo... Respirar es algo tan mecánico que se nos olvida todo el sistema que está involucrado en una sola respiración... Sin embargo allí estamos, respirando para sobrevivir...

Ahora pregunto: ¿A quien beneficia respirar? ¿Será que le hacemos un favor a los árboles al inhalar el oxigeno que bondadosamente nos brindan? ¿Será que le hacemos un favor al aire que circula a saber de donde al meterlo a nuestros pulmones?  No. De ninguna manera le hacemos un favor a nada ni a nadie mas que a nosotros mismos. Si no respiramos morimos. Dejamos de vivir... El respirar es algo que nos beneficia a nosotros y no a los demás...

Así es la adoración. ¿Qué beneficio le hacemos al Creador cuando le adoramos? Ninguno. ¿Será más Santo el Señor cuando le enviamos adoración? De ninguna manera. ¿Los ángeles se multiplicarán acaso? Ni soñarlo...

El proposito de la adoración, entonces, es cambiar la cara del adorador. Eso es exactamente lo que le ocurrió a Cristo en el monte. La apariencia de Jesus se transformò. "Resplandeció su rostro como el sol" Mat. 17:2.

La conexión entre la cara y la adoración es más que coincidencia.  Nuestra cara es la parte más pública de nuestros cuerpos y esta menos cubierta que otras áreas.  Es también la parte más reconocible de nuestros cuerpos.  No ponemos en los álbumes las fotografías de los pies de las personas, sino retratos de sus caras. Creo que usted jamás a visto un WhatsApp con la foto de una uña o de un brazo anodino. No. Usted ve fotos de rostros. Dios desea tomar nuestras caras, estas partes expuestas y memorables de nuestros cuerpos, y usarlas para reflejar su bondad.

Dios nos invita a ver su cara para poder caminar la nuestra.  Usa nuestras caras descubiertas para exhibir su gloria.  La transformación no es fácil.  Al Señor le gusta cambiar la cara de sus hijos. Sus dedos hacen desaparecer las arrugas de la preocupación.  Las sombras de vergüenza y duda se convierten en retratos de gracia y confianza.  Dios afloja las mandíbulas apretadas y suaviza las frentes fruncidas.  Su toque puede quitar las bolsas de cansancio debajo de los ojos y convertir las lágrimas de desesperación en lágrimas de paz...

¿Como lo hace? Por medio de la adoración...

Mañana es domingo. Miles irán a una congregación a presentarse ante el Señor llevándole diezmos, ofrendas, aplausos y cánticos... Pero, ¿le llevarán adoración? ¿Como saldrán esas personas después de dos horas o más de estar en sus templos? ¿Saldrán transformados, acaso? ¿Saldrán con sus rostros reflejando la Gloria de Dios para la próxima semana? Bueno, no nos interesa tanto como saber: ¿cómo saldremos nosotros? Ahora ya lo sabemos. Iremos a adorar. A buscar que nos cambien el rostro y salir radiantes para el lunes presentarnos ante el mundo como luminarias del cielo... Eso es lo verdadero y lo más importante. La adoración es para Dios, Èl la usa para nuestro beneficio...

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