ETERNIDAD

Vivimos en un mundo ajetreado... Lleno de ocupaciones, lleno de problemas y lleno de sorpresas... Unas agradables y otras desagradables. "Le tengo malas noticias" fue el preámbulo del Doctor que examinó a una de nuestras compañeras de congregación esta semana. Sus palabras resonaron lúgubres. Dio temor escuchar lo que tenía que decir a su paciente el galeno. Todos quedamos en suspenso y pude ver en los ojos de nuestra hermana Nora el miedo, el susto y el debilitamiento de su alma cuando levantó los ojos para escuchar lo que su Doctor le iba a decir...

Momentos eternos que quedan grabados en lo más profundo del alma. Palabras lacerantes y tormentosas que es como si un tsunami llegara a la vida de cualquiera de nosotros, arrasando con toda esperanza, con los sueños y los proyectos de tener un momento de felicidad...

Pero no todos los momentos eternos son feos. No. Hay esperanza de tener momentos de eternidad deliciosa en esta tierra. Es como una vislumbre del cielo. Es lo que todos deseamos. Eternidad sin miedos. Eternidad sin dolor y sin angustias. Y eso está prometido por el Señor. Por eso está preparándonos casa para cuando lleguemos a descansar en su Eternidad...

Sin embargo, hoy puede usted tener un momento de eternidad en esta tierra. Allí donde usted vive, en donde se mueve y hace sus labores puede tener su momento de eternidad... Siempre los ha tenido pero no se había dado cuenta. Todos los tenemos en algún instante...

Ver a un niño balancearse en su columpio. Tener en el regazo la cabeza de un hijo que se ha dormido. Contemplar el rostro de la esposa en la penumbra de la habitaciòn. Respirar el perfume que despide la piel del ser amado. Poner su mano en la de su esposo mientras caminan juntos sobre las hojas doradas y respiran el aire fresco de la mañana...

Escuchar al hijo de seis años dar gracias a Dios por todo, desde el perro hasta la abuela. Respirar el aire que su amada respira. Verse en la profundidad de la tierna mirada de la persona que usted ama. Enamorarse platónicamente de alguien que le hace vibrar de emoción. Sentir esa lubricación recorrer su columna cuando ve de lejos a quien tanto desea estrechar en sus brazos...

Esos momentos son necesarios porque nos recuerdan que todo está bien.  El Señor sigue en el trono y la vida todavía vale la pena vivirse.  Los momentos eternos nos recuerdan que el amor sigue siendo el tesoro  más preciado y que no debemos temer al futuro.

La próxima vez que un instante de su vida empiece a ser eterno, disfrùtelo. No se acuse. No se condene. No escuche la mentira del Diablo. Mejor escuche la Voz del Señor que le dice que todo está bien. Que usted está vivo y viva, por eso tiene esas emociones. Recline su cabeza en la almohada y hùndase en ella.  Resista el impulso de acortarlo.  No interrumpa el silencio ni quebrante la solemnidad.  Quédese por un momento entre el cielo y la tierra. Permita que la gloria del instante llene su vida y le haga sentir que la Eternidad esta en usted... Usted está, en un sentido muy especial, parándose en lugar santo...

Despòjese entonces de sus sandalias de superespiritualidad y disfrute ese momento de eternidad que el Señor le está regalando... ¡Vamos!, viva a plenitud su día... Mañana será otro día y no sabemos...

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