LO QUE VEMOS
Es un error craso el que cometemos muchos de nosotros cuando nos enamoramos...
Es decir, cuando perdemos el sentido de la realidad y no llegamos a conocer verdaderamente a quien le entregamos el corazón.
Como pastor y consejero familiar me he encontrado muchas veces con este problema. Mujeres que entregan sus vidas y futuro a hombres que después de un buen tiempo, resulta todo lo opuesto a lo que veían antes de casarse. Hombres que se enamoraron de una linda sonrisa y que con el correr del tiempo empezaron a aflorar cosas feas e insoportables detrás de esa linda sonrisa...
Todo porque perdemos el sentido de la realidad. Nos imaginamos que el amor llegará y cambiará las cosas que ahora están saliendo mal. Creemos infinitamente que con el tiempo, después de los dos preciosos hijos y una vida llena de atenciones el canalla cambiará su vicio de adulterar, pero todo fue una triste utopía.
Hombres que entregaron su futuro en las manos de una mujer que nunca se realizó como tal. Ropa sucia, hijos descuidados, dinero malgastado, sexo aburrido, rostro macilento y otras cosas... Pero pensó que cuando se convirtiera a Jesus iba a cambiar. Pensó que al llevarla a la Iglesia y aprendiera a cantar coritos y servir en el diaconado todo iba a ser diferente... No ocurrió. Fracasó en su intento por salvaguardar su familia y al final se convirtió en un cementerio en donde se enterraron sus más preciados sueños...
¿Què tienen en común estas historias aparentemente ficticias? ¿Qué las hace parecer iguales a otras? Que no conocimos a la pareja que nos iba a acompañar el resto de nuestra existencia y llegar a un final feliz, tomados de la mano y caminando juntos al final de la vida...
Y no la conocimos porque nos dedicamos a ver lo externo. A no ver lo que se esconde detrás de un buen maquillaje, detrás de un bonito traje de tres piezas, y detrás de una deliciosa cena tomados de los dedos y suspirando por estar juntos "hasta que la muerte nos separe..."
Todo esto me vino a la mente y me invitó a escribir esta reflexión al recibir un WhatsApp de mi esposa que me sugirió escribir algo al respecto. El mensaje dice: "EL SE ENAMORÒ DE SUS FLORES Y NO DE SUS RAÌCES, Y EN OTOÑO NO SUPO QUÈ HACER"
Así están muchos matrimonios: En el otoño de la vida no saben qué hacer con lo que escogieron para acompañarse mutuamente hasta el final del camino. Empezaron con una primavera llena de flores, todo era colores y brillo, pero cuando se dieron cuenta, empezaron a aflorar las espinas. Los cardos surgieron y empezaron a lastimar, a doler, a provocar lágrimas y todo empezó a morir... Llegó el otoño de la vida, el otoño del tiempo y la luz y brillantez del enamoramiento dio paso al aburrimiento, la costumbre y la rutina... Y no se sabe como manejar esto... Solo hay una manera: Aislarse. Separarse sin divorciarse. Voltear el rostro a la pared para soñar con un pasado que no tardó mucho en darle paso al otoño...
Solo Jesus puede mantener un matrimonio floreciente. Porque solo Jesus conoce nuestras raíces. Conoce de qué estamos hechos. Conoce nuestro aguante... Solo tomados de Su Mano podremos seguir nuestro camino y soportar los cardos y espinas que brotan sin darnos cuenta... Solo Jesus, solo Jesus...
Es decir, cuando perdemos el sentido de la realidad y no llegamos a conocer verdaderamente a quien le entregamos el corazón.
Como pastor y consejero familiar me he encontrado muchas veces con este problema. Mujeres que entregan sus vidas y futuro a hombres que después de un buen tiempo, resulta todo lo opuesto a lo que veían antes de casarse. Hombres que se enamoraron de una linda sonrisa y que con el correr del tiempo empezaron a aflorar cosas feas e insoportables detrás de esa linda sonrisa...
Todo porque perdemos el sentido de la realidad. Nos imaginamos que el amor llegará y cambiará las cosas que ahora están saliendo mal. Creemos infinitamente que con el tiempo, después de los dos preciosos hijos y una vida llena de atenciones el canalla cambiará su vicio de adulterar, pero todo fue una triste utopía.
Hombres que entregaron su futuro en las manos de una mujer que nunca se realizó como tal. Ropa sucia, hijos descuidados, dinero malgastado, sexo aburrido, rostro macilento y otras cosas... Pero pensó que cuando se convirtiera a Jesus iba a cambiar. Pensó que al llevarla a la Iglesia y aprendiera a cantar coritos y servir en el diaconado todo iba a ser diferente... No ocurrió. Fracasó en su intento por salvaguardar su familia y al final se convirtió en un cementerio en donde se enterraron sus más preciados sueños...
¿Què tienen en común estas historias aparentemente ficticias? ¿Qué las hace parecer iguales a otras? Que no conocimos a la pareja que nos iba a acompañar el resto de nuestra existencia y llegar a un final feliz, tomados de la mano y caminando juntos al final de la vida...
Y no la conocimos porque nos dedicamos a ver lo externo. A no ver lo que se esconde detrás de un buen maquillaje, detrás de un bonito traje de tres piezas, y detrás de una deliciosa cena tomados de los dedos y suspirando por estar juntos "hasta que la muerte nos separe..."
Todo esto me vino a la mente y me invitó a escribir esta reflexión al recibir un WhatsApp de mi esposa que me sugirió escribir algo al respecto. El mensaje dice: "EL SE ENAMORÒ DE SUS FLORES Y NO DE SUS RAÌCES, Y EN OTOÑO NO SUPO QUÈ HACER"
Así están muchos matrimonios: En el otoño de la vida no saben qué hacer con lo que escogieron para acompañarse mutuamente hasta el final del camino. Empezaron con una primavera llena de flores, todo era colores y brillo, pero cuando se dieron cuenta, empezaron a aflorar las espinas. Los cardos surgieron y empezaron a lastimar, a doler, a provocar lágrimas y todo empezó a morir... Llegó el otoño de la vida, el otoño del tiempo y la luz y brillantez del enamoramiento dio paso al aburrimiento, la costumbre y la rutina... Y no se sabe como manejar esto... Solo hay una manera: Aislarse. Separarse sin divorciarse. Voltear el rostro a la pared para soñar con un pasado que no tardó mucho en darle paso al otoño...
Solo Jesus puede mantener un matrimonio floreciente. Porque solo Jesus conoce nuestras raíces. Conoce de qué estamos hechos. Conoce nuestro aguante... Solo tomados de Su Mano podremos seguir nuestro camino y soportar los cardos y espinas que brotan sin darnos cuenta... Solo Jesus, solo Jesus...
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