DISFRACES 2

Algunos indígenas decían que dentro de cada corazón hay un cuchillo.  Este cuchillo da vueltas como las manecillas del reloj.  Cada vez que el corazón miente, el cuchillo gira y avanza.  Cuando lo hace, corta el corazón.  Entre más da vueltas, más se agranda el círculo.  Después de que  el cuchillo ha girado una vuelta completa, se ha marcado un camino.  ¿Resultado? No más daño, no mas corazón.

El hijo pródigo tenía una opción en la pocilga: estar entre los cerdos, disfrazarse de cerdo y actuar como si todo estuviera bien.  Podría haber herido su integridad hasta que el el dolor desapareciera. Porque el dolor cuando se acostumbra uno a él, se vuelve anestésico.  Podría haber hecho lo que hacen millones.  Podría haber pasado la vida entera en la pocilga fingiendo que era un palacio. Pensando que se podía engañar a sí mismo creyendo que eso era lo mejor que podía tener...

Pero no lo hizo.

Algo le dijo que ese era el momento de la verdad, y para la verdad...

Se mirò en el agua turbia del bebedero de los cerdos.  El rostro que vio no era nada atractivo, estaba hinchado, enlodado, sucio y apestoso a cerdo... Apartò su mirada.  Y se dijo: "No lo pienses más.  Tù no eres un cerdo. No eres peor que cualquier otro.  Hay un futuro mejor."

Las mentiras le ofrecían otro disfraz.  Le decían que si ese ya estaba sucio que podía ponerse otro para seguir con su misma vida de ficción e hipocresía.  Siempre había hecho lo mismo: disfrazarse. De cualquier cosa menos ser él...

Pero esta vez dijo "no".  Y se quedó pensativo. "Qué bajo he caído". Sus primeras palabras sinceras.  Sin disfraces. Salían de un corazón herido y lacerado por el auto engaño... Mirò sus ojos. Pensò en su padre. "Siempre me dijeron que eran como los de él". Recordó la mirada de dolor en los ojos de su padre cuando le dijo que se iba. Que le diera su herencia. Lagrimas de dolor brotaron de aquellos ancianos ojos. Y ahora el joven ve sus propios ojos anegados en llanto. Ya no hay máscara. Ya no hay nada que los oculte a la realidad... "Cuanto debí herirte". Se le partió el corazón.

Una lágrima cayó en la alberca de los cerdos. Otra le siguió al instante. Y otra. Y una más.  Entonces se rompió la represa.  Hundió su rostro en sus manos sucias de lodo y fango mientras las lágrimas hacían lo que saben hacer tan bien.  Limpiar el alma...

Tomó una decisión: Se puso de pie y empezó a caminar. No volvió a ver hacia atrás. Dejó tirado el disfraz que lo había acompañado tanto tiempo. Dejó tirada la máscara con la que había ocultado tantas mentiras.  Dejó tirado el orgullo mientras las lágrimas continuaban derramándose ahora sobre su pecho dolorido por haber traicionado el corazón envejecido pero tierno de su padre...

"Ya no soy digno, padre, ya no soy digno..."  No hubo palabras. No hubo reproches. No hubo reclamos... Solo se escuchó el largo sonido de un beso...

Comentarios

Entradas populares de este blog

LA NIÑERA Y SUS "BUENAS" INTENCIONES... (Parte 1)

DESATADLO Y DEJADLO IR. (Jn. 11:44)

PASAS Y MANZANAS