PERDON

Somos fáciles para condenarnos cuando hacemos cosas que merecen reprobación. O nos condenamos duramente o somos demasiado suaves con nosotros mismos...

Si nos condenamos, nos alejamos de Dios y de su Gracia. No nos sentimos merecedores de ella. Nos vemos tan sucios y desagradables que no creemos que Dios sea capaz de limpiarnos con la Sangre de su Hijo que derramó en la Cruz del Calvario.

Y en eso ofendemos al Señor. Porque lo hacemos un dios que no tiene el coraje suficiente para amarnos así como estamos. Nos alejamos, le damos la espalda y buscamos la manera de limpiarnos... O tomamos otra dirección: Nos auto destruìmos. Nos hundimos en la incredulidad y nos vamos sumergiendo cada vez más en el fango del pecado hasta que nos cubre totalmente y nos destruye...

Por eso hoy, escribo esto para aquellos que dudan del inmenso amor de Dios y de su Poder para limpiarnos de toda maldad. Solo recordemos al hijo pródigo: ¿Cómo llegó este muchacho de regreso a la casa del Padre? No llegó limpio. No se bañó antes de llegar a casa. No se cambió de ropa ni se aplicó su Carolina Herrera para quitar el olor a cerdos. No. Èl llegó tal como estaba. Sucio. Hediondo. Quebrado. Agotado y en una miseria aplastante. ¿Qué hizo el Padre? Antes de bañarlo, limpiarlo y darle ropa nueva y todo lo demás, antes de todo eso, lo abrazó y lo besó... Todo lo demás vino después... Primero el abrazo y el beso. Luego el cambio... Primero el perdón, después todo lo demás...

Nunca hay un punto en el cual usted sea menos salvo que en el primer momento en que Èl le salvó.  Sencillamente porque estaba usted malhumorado durante el desayuno no quiere decir que estaba condenado durante el desayuno.  Cuando perdió los estribos ayer no perdió la salvación.  Su nombre no desaparece y vuelve a aparecer en el libro de la vida dependiendo de su humor ni sus acciones.  Solo porque tuvo una pelea con su pareja no fue enviado al infierno. Solo porque tuvo un pequeño berrinche de mal humor no fue quitado de su lugar a la diestra del Padre. Solo porque vio de reojo al guapo sentado en la otra mesa del restaurante usted no está condenada al fracaso.  No crea que el Señor le quita la salvación solo porque le vio las rodillas a la señora que se le subió la falda en el carro. Tal es el mensaje de la gracia... "Por consiguiente, no hay ahora condenación para los que están en Cristo Jesús..." (Rom. 8:1).

Usted es salvo, no por lo que hace, sino por lo que Cristo hizo.  Usted es especial, no por lo que hace, sino por quien es. Usted es de Èl, de Jesus.

Y debido a que somos de Cristo, olvidémonos de los atajos y quedémonos en el camino principal.  Èl sabe el camino.  El trazo el mapa.  Èl conoce el camino a la Casa...Y, ¿sabe qué? Èl está dispuesto a llevarnos a todos a toda costa. Por eso le dijo al Padre: "De todos los que me diste ninguno se perdió..." ¿En donde no se perdió? ¡En el camino al hogar!  Vamos, sigamos y no nos dejemos amedrentar por las mentiras del Diablo...

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