IDENTIDAD

Por mucho tiempo viví tratando de agradar a la gente. Me propuse hacer las cosas que a ellos les gustaban y traté de quedar bien con todos... Hasta que me di por vencido...

Ya en Cristo, aprendí que eso es fariseìsmo. Vivir agradando a los demás y no a Dios. Hablaba, me vestía y caminaba como a ellos les gustaba. Era un hipócrita en todo el sentido de la palabra porque por dentro me corroía la cólera de no lograrlo. La opinión ajena cambia como cambia el estado de ánimo del mar. Las olas van y vienen nunca habrá una igual a la otra... Así es la marea que se mueve en el mundo... Y yo estaba enfrente de todo ese mar tratando de quedar bien y hacerme ver bien...

Hasta que llegó a mi corazón la Verdad...

La Verdad, así, con mayúsculas, es Jesus. ¿Y sabe qué? Esa Verdad me liberò de ese pesado yugo que me agobiaba y me hacia encorvar la espalda por el trabajo que significa agradar a todos... Me vi libre de la opinión ajena. Me vi libre de la pesadez del yugo que me habían puesto mis ancestros solo para cuidar el apellido, para mantener el buen nombre, para cuidar la imagen...

Todo eso se vino abajo cuando leí en mi Biblia un episodio en la vida de Jesus. Aquí se lo presento...

"Y mientras Jesús oraba a solas, estaban con El los discípulos, y les preguntó, diciendo:¿Quién dicen las multitudes que soy yo? Entonces ellos respondieron, y dijeron:Unos, Juan el Bautista, otros, Elías, y otros, que algún profeta de los antiguos ha resucitado. Y El les dijo:Y vosotros ¿quién decís que soy yo? Y Pedro respondiendo, dijo:El Cristo de Dios" Luc. 9:18.

¿Ya lo vio? Las multitudes tenían una opinión muy alejada de lo que era Jesus. Tenían sus propios parámetros para calificarlo. Tenían sus propios pronombres para nombrarlo... Y ninguno de ellos daba en el clavo. Es curioso leer que Jesus preguntó eso después de orar al Padre. ¿Qué le preguntaría Jesus al Padre en su oración? ¿Acaso buscaba una respuesta que no le llegó en el silencio de su comunión por eso se lo preguntó a sus discípulos? Otro detalle digno de tomar en cuenta: A Jesus no le impresionó la opinión de la multitud... Èl quería saber qué decía el Padre sobre él. Cuál era la opinión de Su Padre... ¡Cualquiera de nosotros, los pastores, nos sentiríamos orgullosos de ser parangonados con Elías, nada menos! ¡O qué tal ser comparados con Juan el Bautista!... Sì, cualquiera, menos Jesus... Jesus necesitaba escuchar la opinión de Su Padre...

Y su Padre le respondió: "Eres mi hijo..."

¿Quien dicen las gentes que es usted? ¿La solterona de la familia? ¿El abandonado por la mujer que se fue con otro? ¿La madre soltera? ¿O quizá la que nunca terminó la universidad? ¿La enfermiza? ¿La "todo me duele"? ¿La buena para nada por eso no consigue trabajo?

Identidad... Eso es lo que necesitamos todos. Quien soy. Y nos ponemos el pesado yugo de saber qué dice la gente de nosotros, cuando la realidad y lo más importante es saber qué dice el Padre de nosotros... Y Èl siempre dirá la verdad: Soy hijo de Dios. Jesus me comprò con su Sangre. Me ha enviado al Espíritu Santo para que me cuide, me guíe y me consuele. Sì, que me consuele con esa tormentosa pregunta que a todos nos llega: ¿Quien soy? Y Èl responde: eres hijo de Dios...

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