RETROVISORES

Gèn. 19:26 "Pero la mujer de Lot, que iba tras él, miró hacia atrás y se convirtió en una columna de sal".

¿Qué habrá hecho mirar atrás a la mujer de Lot mientras huye para salvar la vida? No fue la abierta inmoralidad sexual, ni tampoco los peligros que corren sus hijas. Tampoco fue lo que estaba siendo consumido por el fuego. No eran sus lujos que había acumulado porque eso se puede rehacer...

Revisemos: En ese tiempo la cultura era nómada. Vivían en tiendas de campaña pobres e improvisadas en los desiertos y en lugares poco cómodos. Armaban y desarmaban sus tiendas al antojo de las necesidades de su ganado. No tenían un lugar fijo donde sembrar las estacas de sus tiendas y quedarse allí para siempre... Todo era un continuo caminar y caminar y caminar... Hasta que llegaron a Sodoma... Lot y su esposa habían establecido un hogar respetable y cómodo, gracias a la riqueza de tío Abraham.

Entonces, yo creo que lo que hizo que la mujer volteara a ver atrás fue la idea, el concepto de un hogar sólido y respetable que se estaba desvaneciendo como arena entre sus dedos... El Señor les había advertido que no se aferraran demasiado, que no miraran atrás y arriesgaran así el perderse la cita futura con su bondad. Pero aquella mujer no pudo apartar el rostro. Estaba aterrada de que lo mejor estuviera quedando atrás y no podía soportar la idea de soltarlo. Como consecuencia, perdió su humanidad, su fe, su capacidad para dar nueva vida a su matrimonio. Se secò en la amargura de la sal, la sal de sus lágrimas por la pérdida...

Todos tenemos esas cosas que no podemos dejar atrás: amantes del pasado, esposos abusadores, hogares agradables, éxitos que han costado duras luchas, amigos de los buenos tiempos. Aventuras juveniles que nos hicieron sentir cosquillas en el estómago.  Citas prohibidas que nos dejaron un sabor amargo en el paladar y una cicatriz en el alma. En nuestra cabeza sabemos que estas cosas ya no tienen lugar alguno en nuestro presente, pero insistimos en volver la cabeza en el retrovisor de la vida, hasta que quedamos torcidos en la dirección equivocada. Pero si no soltamos esas cosas y las dejamos en el pasado, ellas nos van a convertir en columnas de sal, en la amargura de la salmuera, mientras nos tragamos nuestras propias lágrimas, en lugar del agua viva del Señor...

Aunque el pasado haya tenido ricos momentos de éxitos, no nos debemos aferrar a los ropajes pasados de los triunfos y negarnos a enfrentar los riesgos del futuro y lo que Dios nos tiene reservado. Debemos creer que, cualquiera que sea el precio, El nos tiene algo mejor en el futuro...

La mujer de Lot decidió no creer que la senda que tenía ante sí fuera mejor que la que tenía detrás. Pero algunas veces, hay que soltar las cosas. Todo lo que tenemos que hacer, es mantener los ojos en la carrera que tenemos ante nuestros ojos y confiar en que el viaje que el Señor nos ha preparado, nos llevará  a cosas mayores. Ya no conduzcamos nuestra vida con los ojos puestos en el retrovisor que mira solo al pasado... Puestos los ojos en Cristo...

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