MATEO 5... (7)

"Bienaventurados los que procuran la paz, pues ellos serán llamados hijos de Dios"

En las congregaciones. En los hogares. En las familias...

En todas partes hay conflictos. Los hermanos no nos entienden o nosotros a ellos. En los hogares siempre habrán discordias. En las familias sobran los motivos para tener dificultades.

Aún en la casa donde vivía Jesus con sus hermanos había problemas. No creían que Èl era Hijo de Dios. Ponían en duda su origen. Se burlaban, lo humillaban y lo criticaban... Incluso en una ocasión le dijeron a su mamá que estaba loco y quisieron ir a llevarlo de regreso a su casa porque estaba hablando cosas inentendibles para ellos... Hablaba de morir en una cruz... ¿Se imagina? Uno de sus hijos hablando de morir clavado y colgado de un árbol? ¿Qué dirían sus hermanos y usted como madre o como padre?

Crecí en una familia compuesta por mis dos padres y nueve hermanos... Siempre hubo qué ocuparse de alguien en cualquier momento. Cinco hombres y cinco mujeres. Todos comiendo en la misma mesa. Todos durmiendo bajo el mismo techo. Todos intercambiándose la ropa, los zapatos y otras cosas... Mis hermanas, cuando buscaban la blusa que necesitaban resultaba que la había usado otra y no la había lavado. ¡Ardía Troya!. O qué tal cuando los zapatos no alcanzaban y había que ir al desfile del 15 de Septiembre y el otro se quedaba en casa esperando... Conflictos. Dificultades y problemas...

Pero en medio de todo... siempre había alguien que no criticaba. Que no gritaba ni reclamaba nada. Era el pacificador. Era el hermano que no causaba disgustos a mi mamá por la escasez que estábamos pasando en aquel momento. Era el que estabilizaba el barco. El que, cuando no encontraba lo que debía ponerse porque alguien más lo tenía puesto, solo alzaba los hombros como diciendo: "no importa". Y mi mamá se sentía tranquila... Recibía una porción de paz...

Eso es lo que el Señor nos pide en esta línea... Ser pacificadores. Evitar los conflictos. No gritar. No apagar el pabilo que amenaza con terminar de dar luz. Eso es lo que Jesus nos pide esta mañana. Ser los que buscan la paz...

En el matrimonio. Cuando la pareja amaneció, como decimos en Guatemala, "con la gorra al revés" dejar que pase el momento, no responder con palabras ásperas ni indirectas que le echen más gasolina al fuego... Ser pacificadores en medio de una batalla mental, espiritual y física. Evitar el conflicto, no por cobardía o el miedo sino por mantener la paz...

En la familia. Cuando uno de los hijos se sale de la tangente. Pensar antes de hablar. Dejar pasar el agua mientras el hígado se tranquiliza. Evitar las reacciones hepáticas que solo provocan expresiones ofensivas y que después no se pueden sanar...

En la congregación. Todos somos imperfectos. Todos criticamos. Todos tenemos oídos y ojos y no podemos evitar ver y oír lo que no debemos. Es allí en donde debemos cerrar la puerta de nuestros labios y evitar comentarios hirientes, ofensivos, que lastiman y laceran el alma de los demás...

Ser de los que procuran la paz de los demás tiene su premio. Según Jesus, serán llamados hijos de Dios. ¿Por qué? Porque Dios es un pacificador por excelencia y Èl espera que sus hijos hagan lo mismo. Hoy tenemos un buen reto en esta porción del Sermón del Monte: Buscar la paz. Anhelar la paz. Comprar la paz y no venderla. Seremos tres veces dichosos si lo logramos.

Solo intentémoslo. Eso es todo. Luchar por intentarlo. Un día lo lograremos. Intentémoslo...

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