CARRERA

La carrera del cristiano no es un trote para hacer ejercicios, sino una carrera exigente, agotadora, y algunas veces, agonizante...

Se requiere esfuerzo masivo para terminar con fuerza...

Lo más probable es que usted ya haya notado que muchos no la terminan así. ¿Ha observado cuantos  se quedan a un lado del camino? Corrían todos los días. Hubo un tiempo en que se mantenían al paso. Pero se cansaron. No pensaron que la carrera sería tan ardua. O tal vez se desanimaron cuando alguien se tropezó con ellos, o se intimidaron por algún otro corredor...

Cualquiera que haya sido la razón, ya no corren. Pueden ser cristianos. Tal vez asistan a la iglesia. Tal vez depositan su ofrenda y calientan una silla, pero sus corazones no están en la carrera. Se retiraron antes de tiempo. A menos que algo cambie, su mejor meta abrà sido la primera parada y la concluyeron con un suspiro...

Y abandonaron... Ya no corren como antes. Viven del pasado. Milagros pasados. Experiencias pasadas. Lagrimas que se secaron en el surco de sus rostros porque ya no lloran en el tiempo de la alabanza. Perdieron la sensibilidad ante la Presencia del Señor. Ya no sueñan con llegar a la siguiente meta...

Unos abandonaron porque en su carrera nadie les dio un vaso de agua, porque no les saludaron en el parqueo de la iglesia, o porque no se les dio la bienvenida en el culto dominical, o porque cuando se enfermaron nadie les visitó...

Otros abandonaron porque el mensaje era demasiado duro para ellos, porque sentían que en cada mensaje "les tiraban solo a ellos", o porque el Espíritu Santo les habló y se equivocaron pensando que era el pastor quien les estaba señalando sus faltas... Se fueron de la carrera y ahora vegetan en algún lugar en donde nadie les señala sus pecados...

A cambio de muchos de nosotros, Jesus sí terminó su carrera con fuerza, con éxito, con triunfo y con victoria... No permitió que la traición de sus amigos o el abandono de sus hermanos, o los golpes y los escupitajos de los romanos le detuvieran en su carrera hacia el Gòlgota... Su meta estaba en la Cruz y nada ni nadie lo detuvo. No importaron los látigos. No importaron los calambres en las piernas, ni la sed del medio día, ni la falta de agua en sus agrietados labios... Èl tenía bien clara su carrera y se decidió a correrla hasta el final... Y lo logró. ¡Gracias, Jesus por no abandonar, de otra manera yo no sería salvo...!

¿Y nosotros? ¿Qué pensamos hacer? Es cierto, la carrera cansa. Cansa negarse a fumar un cigarrillo, o a tener una aventura extramatrimonial, evitarse un buen chisme, tomarse un buen trago de licor, una hermosa comida en compañía de algunos amigos del pasado, un momento de pecado. Sì, cansa porque el alma quiere feriados. Quiere vacaciones y quiere deleites... Pero la carrera no permite esas cosas. Nuestra carrera es tan exigente que solo los valientes la terminan...

¿Es usted uno de ellos, o también piensa abandonar a sus hermanos...?





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