TENGO SED

Todos concebimos a Jesus en todo su esplendor divino... Nos cuesta separar al Dios encarnado y al Dios Hombre. El que se hizo carne por nosotros. El que vino a habitar en un cuerpo humano para transitar por los caminos polvorientos de esta tierra, para sentir en Carne Propia lo que se siente ser humano...

Nos cuesta demasiado vencer nuestras debilidades comparados con Jesus, porque inmediatamente decimos que "él era Dios". Y eso no es del todo correcto. Bueno, no tan rápido. Èl era Dios encarnado, pero cuando vivió en la tierra, dice la Escritura que se despojó de toda su Divinidad para convertirse en un hombre de verdad...El Verbo se hizo carne...

¿Y sus milagros entonces? ¡Ah! fueron hechos por el poder del Espíritu Santo que habitaba en Èl. Eso es todo. Lo mismo que Èl quiere para nosotros. No hay excusa. ¿Acaso no dijo: No los dejare solos? El mismo Espíritu Santo que lo dirigió a Èl es el mismo que nos quiere dirigir a nosotros... Allí està el problema. No nos gusta que nos dirijan. Queremos autonomía total. No queremos rendir nuestra voluntad al Espíritu para que nos guíe por el buen sendero. Ese es el quid de la cuestión...

El problema, repito, es que la religión nos impide ver a un Jesus hombre. De carne y hueso. Eso fue lo que le dijo a Tomás: Tòcame. Un espíritu no tiene carne. Tòcame, Tomás y date cuenta que soy Yo. Jesus resucitado en carne...

Cuando nuestra mente y nuestra teología empieza a volverse incomprensible, cuando su santidad se torna intocable, cuando su perfección se convierte en algo imposible de imitar, una voz suave y tierna susurra: "El fue humano. No lo olvides. Èl fue de carne  hueso"

Es por eso que cuando oramos conoce nuestros sentimientos. Sabe de nuestras tentaciones. Se ha sentido desanimado. Ha tenido hambre, sueño  cansancio. Sabe lo que sentimos cuando se apaga el despertador. Comprende lo que sentimos cuando nuestros hijos piden algo diferente, todos al mismo tiempo. Èl es comprensivo cuando oramos con enojo. Se conmueve cuando le decimos que hay demasiado que hacer. Cuando nos sentimos cansados de ir a la iglesia.  Sonríe cuando confesamos nuestro cansancio y se acuerda del pozo de Jacob...

Por eso somos deudores de Juan por incluir el versículo 28 de su capítulo 19 que dice...

"Tengo Sed..." No es el Cristo que tiene sed. Es el carpintero. El hombre que sufre el calor y el sol de la tarde. El hombre que siente calambres en las piernas y le arde el cuerpo por los clavos que traspasan su piel y sus huesos. Es el hombre que está perdiendo líquidos por el sudor que deshidrata su cuerpo. Es el hombre que está clavado en un madero sufriendo lo que nosotros no nos imaginamos... Por eso nos cuesta verlo como hombre. No lo vemos invicto. No lo vemos victorioso. Lo vemos como nos veríamos nosotros mismos... Con sed. Con la lengua pegada al paladar y los labios partidos y resecos por la sed...

Por eso nos entiende cuando tenemos sed. Sed de amor. Sed de ternura. Sed de respeto. Sed de calor... Por eso no condenò  a la mujer adúltera. Porque él sabía que ella tenía sed de abrazos. Sed de una cama con calor y amor. No era sexo lo que quería, ella quería calmar su sed de ternura.  Por eso no nos condena a nosotros cuando tenemos sed... El problema es que cuando tenemos sed equivocamos el camino... Pero eso Èl ya lo sabe. Por eso bajò a la tierra a sentir lo que se siente tener sed...




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