MATEO 5... (4)

"Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, pues ellos serán saciados..."

No, no son los que tienen hambre de comida. No se trata solo de los que no tienen ni un mendrugo de pan para llevarse a la boca. Ellos también están tomados en cuenta, pero hay un hambre que es más dolorosa que el hambre de tortillas...

Es el hambre que mata el alma. Que destruye la autoestima. El hambre que nos humilla...

A ellos Jesus les dice bienaventurados. Tres veces dichosos los que saben que no pueden saciar la clase de hambre que su corazón siente. Pueden tener banquetes diarios. Pueden tener toda clase de ambrosía. Pueden tener manjares... pero aún así saben que tienen hambre...

De justicia.  De cariño. De calor. De amistad. De compañía. Eso no lo llena una mesa con comida... Eso solo lo puede satisfacer el Amor de Dios. Son los hambrientos que lo buscan de madrugada, los que no pueden dar un paso sin consultarle si es correcto lo que van a hacer. Son los hambrientos de espíritu, de su ser más íntimo, de su interior que nadie ve, solo ellos y Jesus...

Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia. Son los que saben que sus títulos no los van a sacar adelante y necesitan de un Brazo poderoso que los ayude a vencer sus obstáculos... Y, Jesus dice que ellos serán saciados. Satisfechos. Sorprendidos. Impactados...

Como lo fui yo hace unos años...

Trabajé en una empresa en donde me dediqué a la purificación de aguas. Mis ventas superaron las expectativas de mis jefes.  Cada mes, el Señor me prosperaba y mi salario iba en aumento cada vez más... Hasta que mis jefes ya no quisieron pagarme lo que me habían ofrecido. Empezaron a restringir mis honorarios y a cortarme mi cartera de clientes para dársela a otro vendedor. De pronto mis ingresos ya no aumentaron porque según dijo me jefe, yo estaba ganando más que él y eso no era posible... Sin embargo mi rendimiento no disminuyó sino al contrario, el Señor hizo que trabajara aún más fuerte y produjera ventas mucho mayores que el otro vendedor. Claro, con un salario menor que el justo...

Mis emociones se volcaron en ira, enojo y frustración al ver que mi empresa no me estaba respondiendo como habían prometido. Pero en vez de pelear con mis jefes y hacer el reclamo lógico, el Señor me recordó esta promesa. Y acudí a Èl en busca de ayuda... Y me la dio...

Le dije: "Señor, ¿crees que es justo que yo trabaje más que mi compañero, produzca más que él y rinda más que él y gane menos que él? ¿Crees que es justo que a mis jefes no les parezca que yo sea merecedor de mi salario solo porque supera el de ellos? ¿Crees que es justo que no sea digno de recibir lo que me corresponde...?

Yo estaba hambriento de justicia. Estaba sediento de justicia. Alguien tenía que hacerme justicia. La empresa no lo iba a hacer. Mis jefes no lo iban a hacer. Pero yo estaba hambriento y sediento... Y Jesus cumplió su promesa. Fui saciado... De la noche a la mañana los auditores hicieron un estudio de  los salarios y se dieron cuenta que me estaban reteniendo lo que era mío... Y me devolvieron hasta el último centavo. Fui saciado. Porque acudí a Aquel que ha prometido saciar a los que tengan hambre y sed de justicia... Acudí al Unico Justo. Al Unico que ha prometido saciar a los hambrientos y sedientos... ¿Tiene usted esta clase de hambre y de sed? Busque al que ha prometido saciarle y usted, como yo, verá grandes y buenos resultados... Usted también puede ser impactado...

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