MATEO 5... (2)


"...Y cuando vio las multitudes, subió al monte..."

Subir al monte significa ir a buscar algo. Ir, como Moisés años atrás, a reunirse con el Padre y pedir que le muestre su Voluntad. A buscar su Presencia. A buscar lo que otros no quieren o no tienen...

O, como Abraham, subir al monte significa el dolor de atar a su hijo, encender la fogata y levantar el cuchillo que atravesaría el corazón de su ofrenda... Cosa que Dios no permitió. Por Misericordia. Porque Dios no espera que demos más allá de nuestro dolor...

O el monte de Elías cuando no había señales de lluvia y se quebró en dos, enterrando su rostro entre sus rodillas implorando el favor del Todopoderoso...

Así mismo, Jesus subió al monte, al monte del consuelo, del dolor, del grito de angustia...Por eso los que lloran, sin darse cuenta, suben también al monte... Al monte del lloro, al monte del dolor, al monte de la soledad...

Por eso, para Jesus, los que lloran tienen un valor incalculable. Tienen un valor que vale la pena atesorar. Llorar en su Presencia. Llorar de miedo. Llorar de tristeza. Lloro de alegría y lloro de luto...

Pero también hay quienes lloran por el abandono de un padre que ha partido al norte en busca de mejores horizontes para su familia. Un lloro de angustia cuando el hijo, en la madrugada hierve en temperatura y no hay dinero para el doctor. Un lloro que desgarra el alma cuando la hija no ha llegado a dormir la noche pasada...

O el llanto de la jovencita acosada por el jefe abusivo que insiste en llevarla a la cama para un momento de placer egoísta...

O qué tal el llanto de la mujer que ha sido golpeada por el esposo ignorante que no sabe que al golpearla a ella se golpea a sí mismo... Lagrimas que necesitan un consuelo urgente. Lagrimas que laceran el alma, que hunden en desesperación a quienes no tienen alguien a su lado que les seque sus perlas que derraman de sus ojos enrojecidos por el llanto que inunda sus almohadas...

Lloros de madrugada por el esposo que se siente impotente de llenar las necesidades de su hogar. Su salario ya no alcanza para más y ve la realidad de su falta de fuerzas y recursos... lagrimas que son recogidas en las redomas angelicales y presentadas ante Dios como una oblación que sale de lo profundo de un corazón angustiado...

¿Que les dice Jesus a estas personas? "...Bienaventurados los que lloran, pues ellos serán consolados". ¿Hay entonces alguien que consuele a los que lloran? ¿Hay alguien suficientemente tierno, compasivo, lleno de misericordia que no se burle de mis lágrimas? ¡Si! Sì lo hay. Se llama Jesus. Y en su sermón, Èl dirige esta porción a los que de entre sus oyentes, lloran.  Los que derraman sus lágrimas en secreto. En lugares en donde nadie los ve, solo los Ojos del que todo-lo-ve...

¿Tiene pena de llorar? Ya no la tenga. Suelte y derrame, como Ana en el Templo, su corazón y derrítalo en la Presencia del Consolador. Del que ha prometido: "Bienaventurados los que lloran, pues ellos serán consolados..."

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