MATEO 5... (1)
"Y cuando vio las multitudes, subió al monte; y después de sentarse, sus discípulos se acercaron a El. Y abriendo su boca, les enseñaba, diciendo..."
Jesus se ha sentado. Se tomará su tiempo para enseñar algo que los demás nunca habían sabido porque nunca lo habían escuchado. Era necesario que viniera el Creador de todo para hablar de las cosas cotidianas de la vida... Hablar del dolor, de la enfermedad, del flagelo del pecado, de la humillación del pasado vergonzoso...
Jesus se ha sentado porque se dedicará en los próximos minutos a consolar a los heridos, a restaurar las cañas cascadas y a darle fuerzas y vigor a los pabilos humeantes. Son nueve grupos de personas a las que le dirá lo que el Reino de Dios tiene para cada uno de ellos... Nueve dramas en esa multitud. Nueve historias individuales. Nueve fracasos, nueve heridas, nueve motivos para llorar, para odiar o para querer morirse...
Y Jesus empieza por el principio. Como solo Èl sabe hacerlo. Por el génesis. Antes de empezar su sermón famoso de Mateo cinco, Jesus empieza nuevamente por Génesis uno uno... "En el principio..."
Así que todos están atentos a lo que El Maestro dirá. Sus oídos y sus ojos se centran en la figura de Jesus que empieza su consolador sermón...
"Bienaventurados los pobres en espíritu".
No los pobres de dinero. No los pobres de familia. No los pobres de estudios ni de títulos ni de diplomas. No. Los pobres en espíritu. Aquellos que se sienten menos que nada. Los que tienen un espíritu quebrantado por el dolor interno que los muele día a día. Los que no encuentran un motivo para sonreír, para dar una palmada en la espalda de alguien, los que no tienen momentos de alegría porque no se sienten amados...
Los pobres en espíritu... Cañas cascadas que ya no saben ni como se canta la canción del amor. Los que hace tiempo colgaron su lira y se dedicaron a sufrir en silencio el olvido de la persona que prometió amarlos y estar con ellos todo el tiempo... Los pobres en espíritu, los que cuando llega el invierno del tiempo, cuando el cabello empieza a mostrar ciertas hebras blancas y brillantes les provocan el temor que la soledad amenaza con acompañarles...
A ellos Jesus les dice "de ellos es el reino de los cielos". Porque en ese reino hay un solo Rey. Y ese Rey desea el gozo y la felicidad que les ha sido negado a los pobres en espíritu... Es cierto, tienen dinero, pueden tener fama, pueden tener comodidades, reflectores y renombre, pero aún así, sentirse pobres... Porque saben que nada de lo que tienen puede llenar su verdadera necesidad de sentir el único y suficiente amor que solo en el Reino de Dios se puede encontrar. Porque solo el Rey de reyes puede satisfacer la verdadera hambre que hay en nuestro interior... El hambre de saber que cuando todo haya pasado, cuando el último suspiro exhale de nuestro ser, habrá Alguien que nos está esperando para vivir en la Eternidad... Para darnos lo prometido: El reino de los cielos... ¿De casualidad, es usted uno de los oyentes de este grupo? Aquí está su esperanza...
Jesus se ha sentado. Se tomará su tiempo para enseñar algo que los demás nunca habían sabido porque nunca lo habían escuchado. Era necesario que viniera el Creador de todo para hablar de las cosas cotidianas de la vida... Hablar del dolor, de la enfermedad, del flagelo del pecado, de la humillación del pasado vergonzoso...
Jesus se ha sentado porque se dedicará en los próximos minutos a consolar a los heridos, a restaurar las cañas cascadas y a darle fuerzas y vigor a los pabilos humeantes. Son nueve grupos de personas a las que le dirá lo que el Reino de Dios tiene para cada uno de ellos... Nueve dramas en esa multitud. Nueve historias individuales. Nueve fracasos, nueve heridas, nueve motivos para llorar, para odiar o para querer morirse...
Y Jesus empieza por el principio. Como solo Èl sabe hacerlo. Por el génesis. Antes de empezar su sermón famoso de Mateo cinco, Jesus empieza nuevamente por Génesis uno uno... "En el principio..."
Así que todos están atentos a lo que El Maestro dirá. Sus oídos y sus ojos se centran en la figura de Jesus que empieza su consolador sermón...
"Bienaventurados los pobres en espíritu".
No los pobres de dinero. No los pobres de familia. No los pobres de estudios ni de títulos ni de diplomas. No. Los pobres en espíritu. Aquellos que se sienten menos que nada. Los que tienen un espíritu quebrantado por el dolor interno que los muele día a día. Los que no encuentran un motivo para sonreír, para dar una palmada en la espalda de alguien, los que no tienen momentos de alegría porque no se sienten amados...
Los pobres en espíritu... Cañas cascadas que ya no saben ni como se canta la canción del amor. Los que hace tiempo colgaron su lira y se dedicaron a sufrir en silencio el olvido de la persona que prometió amarlos y estar con ellos todo el tiempo... Los pobres en espíritu, los que cuando llega el invierno del tiempo, cuando el cabello empieza a mostrar ciertas hebras blancas y brillantes les provocan el temor que la soledad amenaza con acompañarles...
A ellos Jesus les dice "de ellos es el reino de los cielos". Porque en ese reino hay un solo Rey. Y ese Rey desea el gozo y la felicidad que les ha sido negado a los pobres en espíritu... Es cierto, tienen dinero, pueden tener fama, pueden tener comodidades, reflectores y renombre, pero aún así, sentirse pobres... Porque saben que nada de lo que tienen puede llenar su verdadera necesidad de sentir el único y suficiente amor que solo en el Reino de Dios se puede encontrar. Porque solo el Rey de reyes puede satisfacer la verdadera hambre que hay en nuestro interior... El hambre de saber que cuando todo haya pasado, cuando el último suspiro exhale de nuestro ser, habrá Alguien que nos está esperando para vivir en la Eternidad... Para darnos lo prometido: El reino de los cielos... ¿De casualidad, es usted uno de los oyentes de este grupo? Aquí está su esperanza...
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