REVELACION

Imaginemos esto: El señor que barre las aceras de su colonia. Recoge la basura acumulada en sus calles. Va haciendo su trabajo silbando alegre, disfrutando lo que hace no porque sea bonito sino porque le permite colaborar con la limpieza de su colonia...

Su ropa es andrajosa. Utiliza un uniforme desteñido por el tiempo, una gorra que trata de cubrirle la cabeza para no sufrir insolación, un pañuelo protector en su cuello para no sufrir de quemaduras del sol, la piel de su rostro curtida por los rayos solares, zapatos rotos y se nota que sus calcetines han sido usados por mucho tiempo...

Las uñas de sus manos se notan llenas de tierra por el constante contacto con la misma. Sus manos callosas de tanto arrastrar su escoba y sus dedos endurecidos por la constancia de halar su carreta en donde echa la basura que va recogiendo a cada pasaje...

¿Qué opina de un hombre así? Creo que nadie ha pensado en regalarle un vaso de agua. Nadie piensa en suavizarle un poco la sed. Es más, es uno más de los invisibles de nuestra ciudad. Nadie lo ve. Todos están ocupados en sus propias tareas y no hay tiempo para observar al señor que barre las calles de nuestra colonia...

Eso sucede en la colonia donde vivo. Todos pasan a su lado en sus vehículos de lujo, camionetas con aire acondicionado y vidrios polarizados para que los rayos ultravioleta no dañen la tapicería... Todos llevan prisa por llegar a sus oficinas y adquirir más dinero, más nombre y más deudas... Y nadie se fija en el señor que barre nuestras calles... Es uno de los anónimos que hace lo que debe hacer.  Sin aplausos. Sin fanfarrias. Sin fotos. Solo él, su escoba y su depósito lleno de hojas secas...

Cuando Dios eligió revelarse en nuestro mundo, lo hizo por medio de un cuerpo humano. La lengua que llamò a los muertos fue una lengua humana. La mano que tocó al leproso tenía mugre en las uñas. Los pies que la mujer mojo con sus lágrimas estaban callosos y sucios...

¡Ah! y sus lágrimas. No olvide sus lágrimas. Brotaban de un corazón tan quebrantado como podría estar el suyo o el mío...

La diferencia entre el Jesus hombre que caminó por las calles de Jerusalén y nosotros, es que Èl si notó el paso de los barrenderos. El paso de los pobres, sedientos y necesitados. Y se hizo como ellos. Excepto la enfermedad, se hizo parecido a ellos para poder llegar y hablarles del Reino. Se hizo como ellos para compartir un poco de agua de vida para que saciaran su sed de amor, ternura y respeto...

Bueno. Parece utopía, pero no. No lo es. ¿Qué tal si mañana, después de leer este artículo y usted ve al barrendero de su colonia detiene un poco el paso para decirle un "buenos días"? O ¿quizá usted pueda invertir unos pocos centavos en una botella de agua para calmar la sed de ese hombre?  O ¿qué tal sacar una taza de café con un pan para compartirlo cuando pase por su acera? ¿Sabe por qué se lo digo? Porque puede ser Jesus disfrazado de barrendero...

Porque cabe la "casualidad" que Jesus sigue barriendo corazones lastimados y ensuciados por el odio, el rencor y la cólera... Jesus todavía sigue recogiendo hojas muertas como muertas están las esperanzas de gozo y alegría que muchos de nosotros sufrimos... Jesus puede ser el Hombre disfrazado de barrendero... Piénselo...




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