GIGANTES


Todo el mundo tiene problemas...

Pero no todo el mundo ve los problemas de la misma manera. Hay quienes se dejan vencer por ellos. Otros los vencen. Algunos terminan amargados, odiando y enfermándose. Otros sienten que han salido ganando. Algunos enfrentan sus retos con miedo. Otros con fe. Tendremos gigantes por todos lados...

En la esquina de la parada del bus. Dentro del bus. En la acera frente a la casa. En las cercanías del parqueo de los carros. En todos lados veremos gigantes. Son inevitables. Vivimos en una tierra de gigantes. Pero no de gigantes de fe sino de gigantes tenebrosos. Destructivos. Malignos. De los que quieren arrebatarnos nuestro territorio...

Este es el caso de Caleb... Su historia se destaca porque su fe se destaca. Cuarenticinco años antes, cuando Moisés envió a los doce espías las a Canaan, Caleb era uno de ellos. Èl y Josué creyeron que la tierra podía ser conquistada. Otros diez no estuvieron de acuerdo. Todos, menos aquellos dos, terminaron en el desierto. Pero Dios tomó nota del valor de Caleb. Sus convicciones eran tan sorprendentes que Dios le hizo un elogio que ha durado hasta hoy: "Mi siervo Caleb ha tenido un espíritu diferente y me ha obedecido fielmente". Números 14:24.

¿Qué clase de espíritu capta la atención de Dios? La respuesta la encontramos al final de la travesía y vemos a Josué entrando en la Tierra Prometida ya para entregar la tierra a sus dueños. Veamos el proceso: Eleazar, el sacerdote, tenía dos urnas: Una contenía los nombres de las tribus  la otra el nombre de los territorios... Josué empieza a sacar los papelitos de una urna y luego saca otro de la otra urna en donde está el territorio que corresponde al nombre que salió de la primera... Empieza el método de Dios para asignar a cada uno su territorio... Cuando de pronto, un hombre anciano ya, da un paso al frente e interrumpe el sorteo... Es un hombre musculoso, robusto, pelo gris pero con un gran corazón. Se nota que tiene un resorte en su paso. Un brillo en su mirada y una promesa que cobrar... Le dice algo a Josué: "Y Caleb, hijo de Jefone cenezeo, le dijo: Tù sabes lo que Jehovà dijo a Moisés, varón de Dios, en Cades-barnea, tocante a mí y a ti..."(Josué 14:6)  ¿Te recuerdas Josué? 

El nombre de Cades-barnea sacude a Josué. En segundos lo trasladó a la frontera del desierto y la Tierra Prometida. Empieza a escarbar en sus recuerdos. De eso ya hace cuarenta años. Frunce el ceño y una leve sonrisa empieza a aparecer en sus labios... "Sì, Caleb. Cierto. Pero entonces eras joven, tenias cuarenta años, ahora ya tienes ochenta y cinco y en esa tierra hay gigantes..."

Usted sabe el resto. Hebron fue vencida por Caleb. No se dejó amedrentar por los gigantes, hijos de Anac ni por ningún hombrote que lo asustara. Caleb fue vencedor. Ganó centímetro a centímetro su territorio. Todo porque cuarenta años antes escuchó lo que Moisés  haba dicho: "La tierra que pise la planta de sus pies será de ustedes" La misma promesa es para nosotros hoy en día: "Todo lo que toquen sus manos será prosperado...Todo". El último tomate. El último dólar. Los últimos centavos. El último pan. El último adiós...

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