CIELO

La infelicidad terrenal cultiva el hambre del cielo.  Al producir en nosotros una profunda insatisfacción, Dios capta nuestra atención. Suspiramos por nuestra verdadera tierra. La esperanza a veces se esfuma por el tráfago diario que la vida nos hace enfrentar y es entonces cuando nos despertamos a la verdadera fe en que Dios nos está esperando allí, en nuestro verdadero hogar...El mundo nos dice que todo está bien, que no hay pena, que no hay por qué preocuparse, pero nosotros sabemos que no es así. Nada está bien mientras no estemos en los Brazos del Padre amoroso que nos envió a su hijo para salvarnos precisamente de este mundo...

No somos felices aquí porque este no es nuestro hogar. No somos felices aquí porquero se supone que no seamos felices en este lugar. Somos "extranjeros  peregrinos en este mundo" (1 Pedro 2:11)...

Tome un pez y pongalo sobre la arena. Observe como sus branquias se convulsionan y se le secan las escamas. ¿Esta feliz? No. ¿Como se puede lograr su felicidad? ¿Cubriéndolo con un montón de dinero en efectivo? ¿Abriéndole una cuenta bancaria a largo plazo con el mejor interés? ¿Llenando su arena con pantallas plasmas y aparatos electrónicos de última generación? Otra vez no...¿Quizá consiguiéndole una silla playera y un par de anteojos para el sol? No. No puede ser feliz.

¿Por qué no puede ese pez ser feliz en la arena con todas esas comodidades? ¿Cómo lograr entonces hacerlo feliz? Lo único que lo hará feliz es devolverlo a su elemento. Llevarlo otra vez al agua. Nunca será feliz en la arena, simplemente porque no fue hecho para estar allí...

Usted y yo y muchos mas nunca seremos felices del todo sobre la tierra simplemente porque no fuimos hechos para la tierra.  Ah, sí, tendremos nuestros momentos de gozo. Podremos vislumbrar momentos de luz. Conoceremos momentos o hasta días de paz.  Pero no son comparables con el eterno gozo y alegría que se encuentra más adelante...

No sé si este día en que usted está leyendo este escrito su día se ha nublado con nubarrones que amenazan tormenta. No sé si hoy usted se levantó pensando en qué hará de almuerzo para sus hijos. No sé si usted se levantó esta mañana pensado en cómo regresará del trabajo con las pocas monedas que le quedan... No lo sé. No sé si se despertó con la inquietud de que algo podría suceder con su matrimonio, con su hogar  y con su trabajo. Tampoco sé si usted se siente sola, se siente inútil y fracasada... No lo sé...

Lo que sí sé es que usted, caballero, no puede quedarse en donde está. Su vida, como la del pez, depende de su elemento: Del cielo. Nuestra ciudadanía no es de este mundo, dijo Pablo. Y es cierto. No somos de este mundo. Estamos en el mundo, pero no somos de este mundo dijo también Jesus...

Ponga su mirada en la eternidad. De un momento a otro, en cualquier instante sonará la trompeta anunciado nuestro viaje de regreso a nuestra verdadera tierra... "...y a la casa de Jehovà volveré por largos días..."

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