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La pequeña casa era simple, pero suficiente. Una habitación grande en una calle polvorienta. Afuera, oropel. Adentro pobreza. Pobreza pero mucho amor. Maria y su hija, Andrea, habían hecho todo lo posible por dar color a sus paredes grises y calidez al duro suelo de barro... Un antiguo calendario, una foto desteñida de un familiar, un crucifijo de madera eran todo su adorno. Una cama para las dos. Maria era viuda. Andrea era fruto de ese matrimonio. Maria se rehusó a volverse a casar para cuidar a su querida y única hija... Quince años después, el hambre se ha mitigado gracias al trabajo de Maria... Parecían una pareja madre e hija felices... Hasta que...

Andrea creció... Su piel dorada y sus ojos cafés mantenían un constante desfile de candidatos en su puerta. Tenia una manera contagiosa de echar la cabeza para atrás y llenar de risas la habitación. Con su sola presencia hacia sentir a cualquier hombre que anduviera cerca como un rey... Andrea tenía un sueño: conocer la gran ciudad... Se negaba a vivir siempre en ese barrio pobre, limitado, oscuro  y sucio. Maria se espantaba con la sola idea que Andrea fuera a la ciudad... Sabía lo que sucedería. Pero Andrea, con sus sueños e ilusiones perseguía como llevar a cabo su deseo. Indómita desde pequeña, sabía que tarde o temprano alzaría el vuelo y sus alas se aventurarían a conocer la gran ciudad...

Y se fue. Un día Maria vio con espanto que el lado de Andrea en su cama estaba vacío...

Maria sabia con cereza lo que su hija haría, o tendría que hacer para ganarse la vida. Por eso su corazón quedò hecho trizas cuando vio su cama vacía... Rápidamente echo ropa en una bolsa, reunió todo su dinero y salió de la casa corriendo. Llego jadeando a la terminal de buses. Buscó una farmacia para un último detalle: Fotos. Todas las que pudiera comprar. Fotos suyas. Se metió en la cabina y se tomó las que pudo. Cogiò su bolso lleno de sus fotos en blanco y negro y se dirigió a tomar el siguiente autobús hacia la gran ciudad...

Maria sabía que cuando el orgullo se encuentra con el hambre, la voluntad humana hace lo que antes le parecía impensable. Consciente de esto, Maria empezó su búsqueda. Bares, hoteles, clubes nocturnos, cualquier lugar con la reputación de visitantes nocturnos y prostitutas... Fue a todos. Y en cada lugar pegó su foto en los espejos, cuartos y baños y en pizarras de anuncios de hotel. Y escribió una nota...

No pasó mucho tiempo para que se le agotara el dinero y las fotos. Regreso a su casa con un nudo en el corazón esperando que su nota fuera leída y su foto reconocida...

Una noche Andrea regreso a su cuartucho de hotel barato cansada, ojerosa, vacía de amor y llena de dolor y de miedo. Su sueño se hizo trizas. Sus ilusiones se desvanecieron. Su pureza se perdió. Cansada de ir de cama en cama, de brazos en brazos, se metió al baño del hotel y pegado al espejo vio algo que la puso tensa. Vio la foto de Maria. Le tembló la mano. Se le secó la garganta y una ansiedad le invadió el corazón al tomar la nota pegada a la foto... La leyó...

"Sea lo que sea que hayas hecho, en lo que te hayas convertido, no importa. Por favor, vuelve a casa"
Y ella lo hizo...

Cambié los nombres: Maria es Jesus... Andrea fui yo...

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