TRISTEZA
Disculpen si vuelvo a tocar el tema de ayer... Pero mi llamado a restaurar matrimonios y familias me obliga a volver a intentar hablar de eso. De usted y su matrimonio. De su familia. De sus hijos... Hace tanta falta hablar de "eso" que muchos hombres rehuyen por machismo o por ignorancia que el Señor nos llama la atención a hacerlo con aquellos que aman Su Nombre...
Nunca será suficiente una vez. Ni dos. Ni tres. Necesitamos recordar a cada instante que nuestras esposas no son un trofeo... Son un tesoro. Los hijos no son un hobby, son nuestro motivo...
No pague el precio que David pago... ¿Podemos adentrarnos por unos minutos en los últimos momentos de su vida? Para ver el precio final de abandonar a su familia, mire el modo en que nuestro héroe muere...
David está a horas de su tumba. Con un frío que congela tanto que las cobijas no pueden sacar. Los ayudantes del rey deciden que necesita a una persona que le proporcione calor, alguien que lo sostenga fuertemente mientras él toma su último alimento. El anciano rey está delirando y tiembla de pies a cabeza porque su cuerpo ya está abandonando este mundo. Está solo. Y necesita cobijo...
¿A donde se dirigen los sirvientes en busca de alguien que le brinde calor? ¿Van por una de sus esposas? No. ¿Llaman a uno de sus hijos? No. Leamos lo que dice la Escritura: "Se buscó a una joven hermosa por toda la tierra de Israel, y hallaron a Abisag sunamita y la trajeron al rey. La joven era muy hermosa; ella cuidaba al rey y le servía, pero el rey no la conoció" 1 Reyes 1:3-4.
Creo que David hubiera cambiado con gusto todas sus coronas, todos sus triunfos y victorias por los cariñosos brazos de una esposa. Por un poco de calor matrimonial, por una mano suave y tersa de una esposa que le secara el frío sudor de su frente, por unos ojos que lo vieran con compasión y misericordia mientras su respiración se hacía entrecortada... Pero fue demasiado tarde. Murió con los cuidados de una extraña simplemente porque tratò a su esposa y su familia como extraños...
Guerreò tanto que nunca tuvo tiempo para ellos. Nunca se le ve jugando con Salomon o con Absalòn. Nunca se ve abrazando y besando a una de sus esposas. Ellas fueron trofeos políticos y sexuales para el hombre que ahora está solo con una sunamita extraña y ajena a sus emociones internas...Ella lo cubre con colchas pero no lo cobija en su seno. Le quita el frío del cuerpo pero no el del alma...
Para David fue demasiado tarde. Pero no es demasiado tarde para usted que me lee.
Haga de su esposa su más alta devoción. Haga de su esposo el receptor de su más profunda pasión. Ame al que le dio su anillo matrimonial. Atesore a la mujer que lleva su apellido. Cuide a los hijos que han nacido de ese pacto. Triunfe primero en su matrimonio y en su hogar y después hágalo en su profesión... No es demasiado tarde. Aún se puede empezar. Hágalo hoy...
Nunca será suficiente una vez. Ni dos. Ni tres. Necesitamos recordar a cada instante que nuestras esposas no son un trofeo... Son un tesoro. Los hijos no son un hobby, son nuestro motivo...
No pague el precio que David pago... ¿Podemos adentrarnos por unos minutos en los últimos momentos de su vida? Para ver el precio final de abandonar a su familia, mire el modo en que nuestro héroe muere...
David está a horas de su tumba. Con un frío que congela tanto que las cobijas no pueden sacar. Los ayudantes del rey deciden que necesita a una persona que le proporcione calor, alguien que lo sostenga fuertemente mientras él toma su último alimento. El anciano rey está delirando y tiembla de pies a cabeza porque su cuerpo ya está abandonando este mundo. Está solo. Y necesita cobijo...
¿A donde se dirigen los sirvientes en busca de alguien que le brinde calor? ¿Van por una de sus esposas? No. ¿Llaman a uno de sus hijos? No. Leamos lo que dice la Escritura: "Se buscó a una joven hermosa por toda la tierra de Israel, y hallaron a Abisag sunamita y la trajeron al rey. La joven era muy hermosa; ella cuidaba al rey y le servía, pero el rey no la conoció" 1 Reyes 1:3-4.
Creo que David hubiera cambiado con gusto todas sus coronas, todos sus triunfos y victorias por los cariñosos brazos de una esposa. Por un poco de calor matrimonial, por una mano suave y tersa de una esposa que le secara el frío sudor de su frente, por unos ojos que lo vieran con compasión y misericordia mientras su respiración se hacía entrecortada... Pero fue demasiado tarde. Murió con los cuidados de una extraña simplemente porque tratò a su esposa y su familia como extraños...
Guerreò tanto que nunca tuvo tiempo para ellos. Nunca se le ve jugando con Salomon o con Absalòn. Nunca se ve abrazando y besando a una de sus esposas. Ellas fueron trofeos políticos y sexuales para el hombre que ahora está solo con una sunamita extraña y ajena a sus emociones internas...Ella lo cubre con colchas pero no lo cobija en su seno. Le quita el frío del cuerpo pero no el del alma...
Para David fue demasiado tarde. Pero no es demasiado tarde para usted que me lee.
Haga de su esposa su más alta devoción. Haga de su esposo el receptor de su más profunda pasión. Ame al que le dio su anillo matrimonial. Atesore a la mujer que lleva su apellido. Cuide a los hijos que han nacido de ese pacto. Triunfe primero en su matrimonio y en su hogar y después hágalo en su profesión... No es demasiado tarde. Aún se puede empezar. Hágalo hoy...
Gloria Dios!! Por estas verdades pidamosle a nuestro padre celestial que abra nuestros sentidos espirituales
ResponderEliminarpara conocer cual sea su buena, agradable y perfecta voluntad. alelu....ya
D.Castillo