LA FE
"Respondió Jesús y les dijo:Esta es la obra de Dios:que creáis en el que El ha enviado..." Juan 6:29
Todo comienza con la fe... La ausencia de ella resulta en años de desierto. La presencia de ella resulta en una vida llena de bendiciones. Realmente es así de sencillo. Así lo entediò Josué. Confiò en que Dios abriría ríos, colapsarìa fortalezas y no permitiría que el diablo husmeara en su herencia: La tierra prometida...
Josue confió en Dios. La mayoría de su pueblo siguió su ejemplo. Sin embargo, un hombre se negó a hacerlo. Acàn...
A veces no nos gusta lo que la Biblia nos revela. Nos gusta la restauración de Pedro, la conversión de Saulo y la redención de Sansòn... ¿Pero la corrupción de Acàn? No es un tema para una clase de escuela dominical. Sin embargo su historia allí está. Para nuestra enseñanza. No es una historia agradable ni una lección placentera, pero está allí. Dios la dejó escrita, así que es mejor prepararnos para una advertencia solemne...
"Mas los hijos de Israel fueron infieles en cuanto al anatema, porque Acán, hijo de Carmi, hijo de Zabdi, hijo de Zera, de la tribu de Judá, tomó de las cosas dedicadas al anatema; y la ira del SEÑOR se encendió contra los hijos de Israel" Josué 7:1. Todo iba bien. Jericó ha caído bajo el poder de Dios y los israelitas han salido victoriosos. Rahab ha sido liberada y puesta a salvo. Pero algo sucedió en medio de los soldados. Todos vieron los mantos. Todos vieron el oro. Nadie lo codició. Solo Acàn. No solo los codició, también los tomo. Y eso enojo a Dios. La orden era: No se queden con ninguna cosa que esté destinada para ser destruida, pues, de lo contrario, ustedes mismos serán destruidos por completo y traerán desgracia al campamento...
La orden era clara: No toques las cosas. No hagas collares con el oro. No hagas medallas con el bronce. Nada de regalos. Nada de chucherías. Nada de joyas de Jericó... Nada de bromas. ¿Por qué esa orden tan estricta? Porque Dios no quería que ellos tomaran nada en qué confiar mientras estuvieran en su Tierra Prometida. El quería que ellos dependieran totalmente en Su Misericordia y no en sus posesiones terrenales. Lo que alegra el corazón de Dios es que creamos en Aquel que Èl envió: A Jesucristo. El es nuestra provisión, no el título universitario. Jesus es nuestra provisión diaria, no el trabajo, ni los ahorros, ni la cuenta del retiro, ni la casa ni los bienes ni la abuelita... Solo Èl. ¿Depender de sus fuerzas? No. ¿En sus recursos? No. ¿En su capacidad? No. Solo en Èl... Los hebreos no estaban preparados para tener oro. Y Acàn lo comprobó. Èl vio las joyas y se olvidò de su Rey. Y la disciplina de Dios fue inmediata y severa. Su familia lo comprobó. Hasta sus animales pagaron las consecuencias. Todos fueron quemados. Aniquilados. La ira de Dios es peligrosa...
Dios es celoso con nuestra confianza. Èl no la pide, no la sugiere, no la recomienda, él la exige. Su mensaje es fuerte y claro: "Confía en mí y solo en mí..."
La historia de Acàn nos recuerda algo: No pongan su confianza en las cosas materiales. Punto.
Todo comienza con la fe... La ausencia de ella resulta en años de desierto. La presencia de ella resulta en una vida llena de bendiciones. Realmente es así de sencillo. Así lo entediò Josué. Confiò en que Dios abriría ríos, colapsarìa fortalezas y no permitiría que el diablo husmeara en su herencia: La tierra prometida...
Josue confió en Dios. La mayoría de su pueblo siguió su ejemplo. Sin embargo, un hombre se negó a hacerlo. Acàn...
A veces no nos gusta lo que la Biblia nos revela. Nos gusta la restauración de Pedro, la conversión de Saulo y la redención de Sansòn... ¿Pero la corrupción de Acàn? No es un tema para una clase de escuela dominical. Sin embargo su historia allí está. Para nuestra enseñanza. No es una historia agradable ni una lección placentera, pero está allí. Dios la dejó escrita, así que es mejor prepararnos para una advertencia solemne...
"Mas los hijos de Israel fueron infieles en cuanto al anatema, porque Acán, hijo de Carmi, hijo de Zabdi, hijo de Zera, de la tribu de Judá, tomó de las cosas dedicadas al anatema; y la ira del SEÑOR se encendió contra los hijos de Israel" Josué 7:1. Todo iba bien. Jericó ha caído bajo el poder de Dios y los israelitas han salido victoriosos. Rahab ha sido liberada y puesta a salvo. Pero algo sucedió en medio de los soldados. Todos vieron los mantos. Todos vieron el oro. Nadie lo codició. Solo Acàn. No solo los codició, también los tomo. Y eso enojo a Dios. La orden era: No se queden con ninguna cosa que esté destinada para ser destruida, pues, de lo contrario, ustedes mismos serán destruidos por completo y traerán desgracia al campamento...
La orden era clara: No toques las cosas. No hagas collares con el oro. No hagas medallas con el bronce. Nada de regalos. Nada de chucherías. Nada de joyas de Jericó... Nada de bromas. ¿Por qué esa orden tan estricta? Porque Dios no quería que ellos tomaran nada en qué confiar mientras estuvieran en su Tierra Prometida. El quería que ellos dependieran totalmente en Su Misericordia y no en sus posesiones terrenales. Lo que alegra el corazón de Dios es que creamos en Aquel que Èl envió: A Jesucristo. El es nuestra provisión, no el título universitario. Jesus es nuestra provisión diaria, no el trabajo, ni los ahorros, ni la cuenta del retiro, ni la casa ni los bienes ni la abuelita... Solo Èl. ¿Depender de sus fuerzas? No. ¿En sus recursos? No. ¿En su capacidad? No. Solo en Èl... Los hebreos no estaban preparados para tener oro. Y Acàn lo comprobó. Èl vio las joyas y se olvidò de su Rey. Y la disciplina de Dios fue inmediata y severa. Su familia lo comprobó. Hasta sus animales pagaron las consecuencias. Todos fueron quemados. Aniquilados. La ira de Dios es peligrosa...
Dios es celoso con nuestra confianza. Èl no la pide, no la sugiere, no la recomienda, él la exige. Su mensaje es fuerte y claro: "Confía en mí y solo en mí..."
La historia de Acàn nos recuerda algo: No pongan su confianza en las cosas materiales. Punto.
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