GALLOS

Triste la historia de Pedro después de haber negado a Jesus. Y digo triste porque indudablemente, cada mañana cada vez que escuchaba el canto de un gallo creo que recordaba su pecado. Es cierto, Jesus lo ha perdonado, lo ha restaurado después de resucitar y comer con él en la playa, pero el hombre es así... Nos cuesta perdonarnos a nosotros mismos... Todo porque tuvimos un pasado que la mayoría de las veces nos avergüenza... Son los gallos que nos cantan en cada esquina, cada mañana, cada día...

Por eso necesitamos recordar el perdón de Cristo. Recordarle a nuestra alma y corazón que ya todo eso quedò sepultado en el fondo del mar. No siempre es fácil, lo reconozco, pero tampoco imposible...

El libro de Romanos lo dice claramente: Ninguna condenación hay para los que estamos en Cristo... Pero ese canto nos persigue y quizá pasará mucho tiempo para que ya no nos afecte y nos traiga a la memoria aquellas cositas feas del pasado...

Pero, dígame, ¿qué recuerda usted frente al espejo al verse esa cicatriz en su frente cada vez que se maquilla? O, ¿cada vez que se baña y enjabona su cuerpo y pasa el jabón por las rodillas y se ve las señales de las caídas cuando estaba aprendiendo a andar en bicicleta? A su mente vienen recuerdos de su niñez. Son recuerdos que no laceran demasiado el alma,  como por ejemplo...

Cuando escucha aquella vieja canción de su juventud cuando estaba enamorada de aquel joven que terminó casado con su mejor amiga... ¿Qué siente? Esa canción es el gallo que le recuerda ese doloroso fracaso... O, ¿qué tal cuando pasa por la esquina del barrio donde vive todavía y fue donde le dieron el primer beso y sintió que su corazón palpitaba a mil por hora? Esa esquina es el gallo... O, quizá su hija le pregunta de pronto: Mami, ¿a qué edad te enamoraste de mi papi? Y le duele esa pregunta porque usted sabe que ni se enamorò ni sintió nada por él en aquella época. Esa pregunta es el gallo que le recuerda esa llaga que supura de pronto el dolor del pasado...

Todos tenemos gallos que nos cantan nuestro doloroso recuerdo de lo que pasó por aquellas calles, en aquel cine que ya no funciona, en aquella sala de la casa en donde las manos inexpertas del novio tocaban sus débiles piernas, el "lugar" aquel a donde fue llevada para hacer cosas que nunca pensò hacer... Bares que nos recuerdan los tragos que nos tomamos al hacernos los valientes ante los amigotes, playas de la Libertad quizá en donde nos ocurrieron cosas que nos avergüenzan todavía...

Estos días son algunas veces muy feos. Habrán gallos en cada cohete que reviente. En cada árbol que se ha encendido en luces. En cada cena de fin de año. En el olor a cerveza que nos traerán recuerdos horribles por lo que nunca debió pasar... Días que para los más jóvenes sean alegres... Pero no para algunos  Pedros que, sin que nadie se de cuenta, escucharan el canto de un gallo trayendo a su presente un feo y triste pasado...

Por eso, piense en el Pedro de la Biblia... Èl supo superar ese trauma. Usted también puede hacerlo. Jesus puede silenciar el canto de ese gallo ingrato que le ha perseguido por no sé cuanto tiempo... Disfrute su fin de año. Sin culpa. Sin cantos de gallos. Sin remordimientos. Sin avergonzarse... Y dele gracias a Jesus por quitarle ese canto que le arruinaba la existencia...




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