CÀNTAROS

"Entonces la mujer dejó su cántaro, fue a la ciudad y dijo a los hombres: Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo lo que yo he hecho. ¿No será éste el Cristo" Juan 4:28-29...

Hay cosas que pasan desapercibidas ante nuestros ojos. Son cosas tan comunes y corrientes que no les damos importancia. Por ejemplo, ofensas que nos hicieron hace muchos años y han quedado tiradas en algún rincón de nuestra mente y ya no vienen a nuestra memoria el día de hoy. Cosas que pasaron y que no fueron tan trascendentales y que no dejaron huella en nuestros recuerdos...

Es decir, no nos traumaron. Ni fu ni fa, como decimos en Guatemala... Y son esas cosas tan pequeñas e insignificantes las que después, cuando uno las recuerda, se da cuenta que ya no duelen. Ya no pesan en nuestras espaldas. Por lo tanto, ya no nos causan tristeza ni dolor. Gloria al Señor...

En el pasaje que me sirve de base para este escrito hay un detalle que nos pasa desapercibido a la mayoría de los que hablamos de la samaritana. Es cierto, vemos a Jesus sentado en el pozo de agua, vemos a la mujer pasando momentos de tristeza y vergüenza cuando se encuentra con Èl. Vemos a Jesus hablándole del agua, de la vida que salta del interior, de la frescura del agua que El ofrece al sediento... Y la vemos correr hacia el pueblo para anunciarles a los hombres que vayan a ver a quien le ha dicho las cosas más secretas de su vida. Que puede ser el Mesias prometido...Vemos todas esas cosas...

Pero, lectores, presten atención. Hay algo que no vemos: El cántaro. Ella llegó cargando un cántaro para llenarlo de agua. Era su necesidad la que iba a llenar. Pero en cuanto Jesus habló con ella y le hizo ver que la verdadera necesidad no era del agua del pozo sino del agua que calma la sed del alma, ella se fue corriendo y dejó su cántaro... Ya no se acordó de su necesidad externa. Ya no tuvo necesidad de recoger lo que por mucho tiempo le había resuelto su sed.  De repente desapareció la vergüenza de los romances truncados. De repente la hermosura del momento devorò la insignificancia de su vida. Dejò atrás el cántaro que había hundido sus hombros. Dejò atrás la carga que trajo...Ahora había encontrado la verdadera Agua de Vida que solo Jesus puede darnos... Dejó tirado el cántaro porque su alma, su corazón y su vida toda había resuelto su problema: La sed interna estaba saciada... No más cántaros vacíos. No más cántaros suplentes. No más cántaros necesitados de besos, caricias y abrazos superfluos... Había saciado su sed interior...

¿Ha dejado usted su cántaro después de haber encontrado a Jesus? ¿O aún lo sigue llenando de cosas del pasado, esas cosas que tanto pesan, que tanto duelen, que tanto humillan? ¿Sigue usted buscando donde llenar su cántaro de cosas materiales, hundiéndose cada vez más en deudas, en compromisos que le cargan vez tras vez, año tras año...? ¿Todavía anda usted cargando su cántaro vacío para llenarlo con sentimientos que lo único que hacen es hundirla cada vez más en fracasos sentimentales y que la hacen sentirse miserable en vez de tener la vida que Jesus ofrece...? ¿Aún sigue tratando de llenar su cántaro con amistades que nada bueno le dejan? ¡Haga lo que hizo esta mujer! Deje su cántaro a los pies de Jesus y reciba esa fuente de Agua que salta para vida eterna... Deje su carga al lado del pozo con Jesus y no volverá a recordar esos viajes que solo amargura nos dejaron...

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