¡RIDICULO...!

A nadie le gusta hacer el ridìculo. Cuando lo hacemos inconscientemente, no nos damos cuenta que se ríen de nosotros. A veces hacemos el ridìculo saludando gente que no nos responde. Otras veces lo hacemos cuando tratamos de hacer un bien y la cosa nos sale mal. Y quedamos en ridìculo. Y entonces pensamos: No vuelvo a meterme en donde no me llaman... ¿Solo a mì me ha pasado, lectores? Estoy seguro que no. Pero así son las cosas de la vida. Eso nos llena de temores, nos da miedo ayudar a alguien que tiene necesidad y no lo reconoce. Nos da pena consolar a quien llora si no nos pide ayuda. Nos da pena abrazar a quien tiene frío por temor a ser acusados de perversos...

¡Cuántas lágrimas han quedado en el piso porque alguien tuvo temor de prestar su pañuelo o sus brazos para secarlas! ¡Cuánto dolor ha quedado en el olvido porque alguien tuvo miedo de hacer el ridìculo y no consolar! ¡Cuánta gente se ha ido al infierno porque alguien tuvo temor a hablar de la Salvación que da Jesus...!

El temor al ridìculo es el enemigo numero uno del dar. Por eso no damos. No damos el abrazo, el beso en la mejilla, el apretón de manos, el "buenos días", el lo siento mucho, el regalo de cumpleaños. No damos. Y no damos por miedo a ser ridiculizados y que se rían de nosotros...

Eso fue lo que pensò el niño del milagro de los cinco panes y los dos peces. La multitud era muy grande. Como cinco mil hombres sin contar mujeres y niños, dice la Biblia. Y entre todos, no hay nadie que tenga pan y peces sino solo este niño. Cuando llegó la hora del almuerzo, se dio cuenta que nadie sino solo èl sacaba de su matate su almuerzo. Cinco panes  dos peces. Quiero creer que sintió pena por los demás. Solo èl tenía almuerzo. Los demás deambulaban por el campamento buscando algo que comer para ellos y sus hijos. Pero este chico tenía lo que otros no tenían. El tenía comida y los demás tenían hambre...

Posiblemente tuvo que vencer el temor de hacer el ridìculo porque, ¿qué era su almuerzo para tanta gente? Seguramente se preguntò si valdría la pena entregar su almuerzo... ¿Qué tan lejos se puede llegar con un almuerzo? ¿Qué tanto se puede hacer con un abrazo? ¿Con un apretón de manos? ¿Con una sonrisa? ¿Con un saludo? ¿Con un dólar...?

Este muchacho pensò en todo eso. Por eso, en lugar de ir a la gente con sus cinco panes y dos peces, mejor fue a Jesus. Algo le dijo que si le entregaba a Jesus lo que tenìa, Èl podía hacer el milagro que se necesitaba: alimentar a todos... Y usted conoce el final de la historia. Hasta sobrò...

Seguramente usted ha tomado la decisión que tomò este muchacho. Le dio todo a Jesus para que Èl lo multiplicara. Le dio a Jesus sus manos para que las use para vendar heridas, le dio a Jesus sus labios para que diera besos de ternura en las mejillas de aquella persona que enviudó. Le prestò a Jesus su boca para hablar palabras que fueron bálsamo en algún corazón herido...O tal vez le prestò a Jesus sus manos para levantar al que tropezó, o le dio a Jesus su aliento para que Èl lo usara para darle vida al que creía que ya no había esperanza...

Y es que Jesus dice que demos. Dad dijo Pablo. Den de gracia, dijo Jesus... Usted lo leyó en la Biblia y dio. Y nunca sabrá cuantos milagros se hicieron con lo que dio. Hasta que lleguemos al Cielo... Todo porque no tuvo miedo a hacer el ridìculo...


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