FE

Estoy en una celda sucia... En el piso de tierra hay agujeros por donde entran las ratas por la noche para mordisquear al prisionero que está en ella. Èl está sujeto a las paredes con cadenas y a un soldado romano que lo cuida durante veinticuatro horas. Luego se irá y vendrá otro parecido a él...

Cada uno de los soldados, cuando entrega al prisionero y se retira a descansar, lleva en su corazón la imagen de un prisionero diferente a los demás. Este no grita, no insulta ni esgrime inocencia. Este es diferente. Les habla de Su Señor. Cuando le preguntan por qué está preso les enseña por qué: Por hablar la Verdad. Por hablar del Reino de Dios. Por eso. Y los soldados, cada uno, se retira transformado. Se van creyendo en Aquel que ha sostenido al prisionero Pablo con una sonrisa en los labios y una paz en su rostro que sobrepasa todo entendimiento...

Me siento a su lado y platico con él... ¿Tienes amigos, Pablo? Sì, pero algunos de ellos me han abandonado. ¿Tienes galardones? No en la tierra. Entonces, ¿qué tienes, Pablo? Sin posesiones. Sin familia. Criticado por algunos. Escarnecido por otros. ¿Qué tienes, Pablo? ¿Qué cosa tienes que valga la pena...?

Me recuesto en la sucia y húmeda pared y espero su respuesta... Pablo cierra su puño. Lo mira. Yo también lo miro.  Me intriga. ¿Qué tendrá encerrado en su puño que tanto lo observa? ¿Qué es tan fuerte que lo sostiene en esta injusta celda...? Su pensamiento vaga en la penumbra de la celda...

Extiende su mano para que la pueda ver. Al inclinarme hacia adelante, abre su puño. Observo su palma. Está vacía... Tengo mi fe. Es todo lo que tengo. Pero es lo único que necesito. He guardado la fe... Pablo se reclina con la pared de su celda y sonríe. Yo me sorprendo de ver en el rostro de un hombre que ha aprendido que la vida es más de lo que el ojo puede ver...

De eso se trata la fe. La fe es confiar en lo que el ojo no ve. Los ojos ven al león que acecha. La fe ve el ángel de Daniel. Los ojos ven tormentas. La fe ve el arco iris de Noé. Los ojos ven gigantes. La fe ve la tierra prometida de Caleb. Los ojos ven las murallas. La fe ve la Jericò de Josué...

Así es con usted. Si tiene fe, sus ojos ven sus faltas, su fe ve a Jesus. Sus ojos ven su cuerpo envejeciendo, su fe ve las alas del águila. Sus ojos ven su matrimonio gris y aburrido, su fe ve la alegría y el gozo de la Presencia del Señor. Sus ojos ven su billetera vacía, su fe ve la provisión para cada día. Sus ojos ven la enfermedad que le rodea, su fe ve la sanidad que el Señor provee. Sus ojos ven la violencia en las calles, su fe ve al ángel de Jehovà a su alrededor...

Como Pablo, usted también necesita encerrar su fe en su puño. No la suelte. No la pierda. Compàrtala pero no la deje ir. Es lo único que le sostendrá cuando vengan los tiempos difíciles. Su fe cambiará lo negro en blanco. La tragedia en tranquilidad. La muerte en vida. El hambre en saciedad... Guarde su fe. Le conviene.

Comentarios

  1. Bendiciones Pastor Berges.
    Esta vez, este escrito lo tomo como regalo de parte de Dios.

    Dios le bendiga y le de muchos mas regalos para nosotros los lectores.

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