¿ENTIENDES...?

El etíope va de regreso de su paìs después de haber adorado a Dios en Jerusalem. Va leyendo el Rollo de Isaìas en donde habla de un personaje que es herido, traspasado, latigado, escupido y abandonado en un estado calamitoso...

El etíope solo lee. No entiende. No comprende como una persona puede sufrir tanto sin abrir su boca. Sin quejarse. Sin lamentarse. Quedarse callado mientras lo escupen es de valientes. Y el hombre moreno no entiende esa actitud...

De pronto, aparece otro varón a su lado en el camino... Es Felipe. Fue enviado a la vida del africano para que le explique lo que está leyendo... Y le hace la famosa pregunta...

¿Entiendes lo que lees? Y este le responde: ¿Como entenderè si nadie me lo explica...?

Usted llegò hoy a su oficina y encuentra a su compañera encerrada en el baño llorando en silencio. Sospecha que está embarazada y ya no hay lugar para otro bebe en su casa. Sus lágrimas llenan sus ojos sin maquillaje y su piel esta pálida por no haber dormido toda la noche de anoche... Usted le hace la misma pregunta que Felipe le hizo al etíope: ¿Entiendes lo que te pasa?

Va en el bus camino a su trabajo. En la parada sube un hombre con la mirada perdida. Se le nota a leguas que es un desempleado. Sus labios tiemblan porque seguramente tiene frío. No solo en el cuerpo sino también en el alma. Usted va sentado y hay un espacio vacío a su lado. El hombre se sienta con usted y en silencio y de reojo usted le observa las manos temblorosas... Usted le pregunta: ¿Sucede algo malo? Y el hombre le responde: Me llamaron por quinta vez a una entrevista y voy a ese lugar pero no tengo esperanzas. Estoy buscando trabajo y no lo encuentro... A usted le dan ganas de hacerle la pregunta de Felipe: ¿Entiende lo que sucede...?

Su hija de catorce años se ha encerrado en su cuarto y no quiere hablar con nadie. No quiere salir a comer con ustedes. La mesa está servida y usted se preocupa. Ella no siempre ha sido así pero últimamente está un poco rara. Callada. Como ausente. Ya no ríe ni hace bromas propias de su edad. El cuarto está a oscuras y ella está acostada en su cama con el pelo revuelto... Se ha enamorado de un muchacho del colegio y este la cambio por otra. Su hija siente que el mundo ya no es bueno para  vivir. Si ilusión sobre el amor se rompió. Se hizo pedazos su sueño de vivir el primer amor. Usted se acerca a su cama, se sienta en la orilla y rozando apenas su mejilla le pregunta: ¿Entiendes lo que sufres...?

¿Hay esperanza para estas personas heridas? Usted acaba de abrir la puerta. ¿Hubo voces extraordinarias y retumbantes? No. Solo un susurro que salió de sus labios. ¿Ha ocurrido un milagro en esas vidas? Usted acaba de hacerlo... Solo con hacer una pregunta: ¿Entiendes...? Porque eso es lo que la gente necesita. Que le expliquemos por qué sufren. Por què lloran. Por qué están pasando lo que pasan... Ellos, como el etíope no entienden hasta que llega alguien y les explica lo que está sucediendo en sus vidas. Como nos pasò hace tiempo a nosotros. Cuando lloramos. Cuando sufrimos. Cuando nos quedamos solos. Cuando pasamos hambre. Cuando tuvimos frío y Jesùs se acercò a nuestro lado y en un susurro nos preguntò: ¿Entiendes por qué lloras? Y nosotros le respondimos lo mismo: ¿Como lo entenderé si nadie me lo explica...?

Si hoy se escribiera el capítulo ocho de Hechos, estoy seguro que su nombre aparecería allí. ¿Quien sabe? Solo haga la pregunta. Solo observe y espere el momento de hacerla. Usted verá como suceden maravillas en los corazones grises cuando se enciende la luz de la Verdad... Pruebe. No pierde nada.

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