MENDIGOS

Lucas 16:3 "...y me da vergüenza mendigar"

La historia es sencilla. Un encargado de una hacienda -cuenta Jesus-, fue confrontado por el dueño y le pidió su puesto. Arregla tus cuentas, le dijo, porque ya no serás más mi administrador. El hombre, que sabía lo que es ganarse el pan en la calle sin ninguna clase de consideración, empieza a pensar qué hacer para que no le falte nada cuando este desempleado...

Y se le ocurre la brillante idea de manejar los fondos del dueño con cierta astucia. Empieza a rebajarle las deudas a los empleados y se gana el favor de todos. Ahora sí está contento. Ya tiene asegurado su sustento cuando lo despidan el próximo sábado...

Lo que no sabía este hombre es que el dueño lo estaba controlando escondido en algún lugar y se dio cuenta de la artimaña que estaba usando con sus propiedades para no tener que trabajar bajo el sol y siempre tener lo que necesitara. Lógicamente, con el favor de todos aquellos a quienes les habla rebajado sus deudas.

Como decimos en Guatemala, chispudo, ¿verdad? Preparó todo para cuando tuviera necesidad de algo y no tuviera que trabajar "ni mendigar".

Jesus nos da la interpretación de la historia. Hagan amigos con las riquezas injustas dijo. Hagan amigos con lo que no es de ustedes. Hagan amigos con las cosas que no les pertenecen para que cuando necesiten un pan haya quien les invite...

Pero los hijos de la Luz son menos listos que los hijos de las tinieblas. Tenemos a disposición todo un tesoro en el Cielo, tenemos bendiciones, tenemos el favor de Dios, tenemos recursos que el Cielo ha puesto en nuestras manos... ¿Y què hacemos? Nos adueñamos y no los compartimos. Nos hacemos dueños y se nos olvida que somos puros administradores. No compartimos con el que no tiene, no sembramos ni ofrendamos.

Nada es nuestro. Todo es de Dios. Y Èl ha puesto sus recursos en nuestros terrenos para que los administremos y su Nombre sea Glorificado.

Pero no. Nos apropiamos de lo ajeno. Nos hacemos dueños de lo que no nos pertenece... Y cuando necesitamos nadie nos invita. Nadie nos comparte un pan. Y sucede lo temible: Tenemos que mendigar.

Si amigos. Hay muchos cristianos mendigando por allì. En vez que ellos recojan con abundancia, que cosechen al ciento por uno, en lugar de tener las gavillas llenas por haber sembrado lo ajeno, se quedan sin nada. Al final, cuando llega el día malo, tienen que salir a mendigar. A empeñar sus cosas. A humillarse ante los gentiles por no haber sabido hacer lo que hizo el hombre de la historia: Sembrar las semillas ajenas, propiedad del amo, para cuando le faltara algo, solo recoger sus cosechas...

Aprendamos, ¿no? Las riquezas injustas son esas, precisamente, las injustas. No es justo que nos hagamos señores de lo que es solo del Señor.

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